Ante la indiferencia de todos, el totalitarismo avanza en Nicaragua. Ahora, el cerco se estrecha en torno a la Iglesia. El pretexto, bien acogido por la izquierda europea, es el acoso del imperialismo yanqui. Los sandinistas dicen que no les queda otro remedio. Y es verdad. Pero no para defender Nicaragua, sino para mantenerse ellos en el poder.
Nicaragua celebra ya su segundo aniversario desde las elecciones generales mientras el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) avanza decididamente hacia el control político y económico del país. Pero esto no es algo nuevo. A menos de dos meses de los comicios, todos los partidos políticos existentes en Nicaragua firmaron un documento en el que manifestaban «la falta de fundamentales libertades para la necesaria acción democrática» pidiendo un diálogo nacional. Una sencilla ojeada a la ceremonia de investidura, cuando el 10 de enero de 1985 el gobierno electo tomó solemne posesión de sus funciones, nos mostraba a la dirección general del Frente dominando la situación. Como si el elegido hubiese sido, no el gobierno, sino la junta militar.
Desde entonces los nueve comandantes, cabeza del FSLN, son al mismo tiempo ministros del gobierno nicaragüense y altos mandos del ejército.
La Asamblea Nacional surgida de las elecciones ha quedado así transformada en un cuerpo legislativo sin ningún verdadero poder después de haber transferido al Presidente Ortega poderes absolutos. Su única atribución consiste en la elaboración de la nueva Constitución de la República. Mientras, una y otra vez, todos los grupos de oposición que se encuentran en el Parlamento (recordemos que el FSLN posee la mayoría absoluta) piden la suspensión de estas sesiones constitucionales hasta que exista la posibilidad de diálogo. La próxima constitución queda de esta forma también en manos del FSLN.
La sordera de los sandinistas frente a la oposición se ha convertido en una de las constantes de la historia de Nicaragua. Tan sólo dos veces desde las elecciones han tenido lugar reuniones formales, en ambas ocasiones bajo los auspicios de la embajada española en Managua. En ninguna de ellas se llegó a un acuerdo. En esta sordera se encuentra también la clave del fracaso del grupo Contadora: los sandinistas firman acuerdos que luego pueden no cumplir.
UN PUEBLO SIN VOZ
Este séptimo año de la revolución ha llegado a ser también el año del más grave conflicto con los Estados Unidos. Convencido finalmente el Congreso de aprobar los cien millones de dólares destinados a la Contra, Reagan utiliza la guerrilla como ultimátum contra el gobierno de Daniel Ortega buscando la limitación de la escalada militar, la disminución de los lazos con los países comunistas y el desarrollo de la democracia interna. Tanto en caso de acuerdo como de oposición el pueblo de Nicaragua queda fuera de la elección. Si los sandinistas aceptan la propuesta estadounidense, los nicaragüenses no habrán tenido ninguna voz en el futuro de su país. Pero si la rechazan, se verán envueltos en una guerra civil que, paradójicamente, es ajena a ellos mismos.
La posición de Reagan se presenta así a medio camino entre Cuba y Vietnam. Mientras tanto, los sandinistas se apoyan cada vez más en los gobiernos marxistas-leninistas de otros países de los que recibe ayuda tanto en armas como en consejeros militares, técnicos, profesores...
La guerrilla, por otro lado, es el resultado de un proceso mucho más complejo que el mero apoyo norteamericano. Los sandinistas tratan de presentarla como los restos de las fuerzas somocistas, pero una mirada objetiva muestra inmediatamente cómo los líderes principales de la Unión Nacional Opositora (UNO) participaron en la insurrección contra la dictadura militar de Somoza. Incluso alguno de ellos, como Alfonso Robelo y Arturo Cruz formaron parte de la junta de gobierno. Fue más adelante cuando descubrieron que lo que se les ofrecía era una nueva dictadura que una y otra vez les negaba el diálogo y en esta situación optaron por la lucha armada.
La situación de Nicaragua se presenta así como un círculo cerrado del que parece difícil salir. Como afirma Monseñor Pablo Antonio Vega, obispo de Juigalpa, expulsado hace unos meses del país: «Falta una alternativa cívica que pueda negociar con el gobierno sobre la base del derecho natural del pueblo y no sobre un plano de imposición. La guerra no es un remedio, pero también es cierto que los pocos grupos que dentro de Nicaragua han buscado una confrontación cívica con el gobierno no han conseguido nada».
Toda la oposición nicaragüense, armada o no, reclama una democracia. Esto es justo. Pero no olvidemos que la democracia en sí no es más que una estructura. Lo importante es responder a las exigencias de cambios sociales y económicos reclamados por el pueblo nicaragüense.
LA AGENDA OCULTA
La muerte de Pedro Joaquín Chamorro fue el detonador que hizo posible la unión de todas las fuerzas de oposición en Nicaragua para derrocar a Somoza. Pero tan sólo los sandinistas tenían un plan trazado para el momento siguiente y, gracias a ello, lograron hacerse con el poder. La falta de libertad denunciada por todos los partidos en el plano político es tan sólo una de las manifestaciones del control que ejerce el gobierno en todos los ámbitos de la realidad.
Un caso particularmente dramático es el de los prisioneros políticos. En Europa el sistema carcelario sandinista es objeto de gran admiración. Las cárceles abiertas que ha mostrado Televisión Española nos hablan de una gran humanidad. Pero tan sólo ex-guardias somocistas de bajo rango y al final de su condena tienen la suerte de disfrutarlas. Poco se sabe, por el contrario, del sistema penitenciario nacional con graves carencias de alimentación y servicios higiénicos. Pero la situación más terrible es la de las llamadas Unidades de Operación de la Seguridad del Estado, nueve en todo el país, donde cualquier persona sospechosa de oposición política se ve privada del derecho de habeas corpus. Las situaciones más inhumanas, la tortura: el aislamiento se presenta también aquí como el habitual repertorio de la dictadura. La nueva sociedad que el sandinismo pretende crear pasa también por la educación integral del «hombre nuevo». La educación queda totalmente en manos del Estado que controla de manera exhaustiva colegios públicos y privados. Hay nuevos programas para cada asignatura que prohíben terminantemente el uso de textos que no sean publicados por el Ministerio de Educación (en su mayoría impresos en Cuba). El mundo del arte y la cultura no siguen un camino diferente. Según Bayardo Arce, uno de los comandantes sandinistas, «el artista debe recoger los valores que hemos heredado de la obra de Sandino. No queremos que la cultura se vuelva una expresión decadente. No podemos admitir la existencia de una cultura aislada del proceso revolucionario».
Pero el olvido de los más elementales derechos humanos se manifiesta también en muchos otros sectores de la sociedad nicaragüense. El 15/3/82 la Junta de gobierno decretó el Estado de Emergencia Nacional. Es el momento de recortar de forma más patente la libertad de expresión. En dos ocasiones LA PRENSA, el único periódico independiente del país, no puede salir por haber sido censuradas todas las noticias de la primera página. Las elecciones fueron motivo de una tregua, pero el nuevo decreto del 15/10/85 recrudece una situación que persiste hasta el momento actual. Después de haber cerrado la Radio Católica en enero y hasta haber confiscado la tipografía del boletín de Iglesia en marzo, han decidido cerrar LA PRENSA por tiempo indefinido. La respuesta de los sandinistas al apoyo de los Estados Unidos a los contras demuestra mayor miedo a una prensa libre que a los fusiles pagados por la CIA.
Mientras la mayoría de los periódicos europeos callan, un periodista francés de L 'HUMANITE pregunta a los sandinistas por qué han esperado tanto a cerrar LA PRENSA. «Estoy convencido de que si en Francia una sola línea de un artículo suyo fuese censurada, se pediría la dimisión del gobierno», afirma Pablo Antonio Cuadra, director de LA PRENSA.
EL CERCO SE ESTRECHA EN TORNO A LA IGLESIA
Los dirigentes sandinistas hubieran sido felices si LA PRENSA se hubiese convertido en el órgano oficial del sandinismo. Toda la familia de Pedro Joaquín Chamorro había participado activamente en la caída de Somoza. Posteriormente, Violeta Barrios, su viuda, formó parte de la Primera Junta de gobierno de reconstrucción nacional. Podía haber continuado en un puesto semejante pero decide renunciar aduciendo razones de salud aunque después reconocería que la causa había sido su desencanto por el camino que estaba tomando la revolución.
Así, Violeta junto a su hijo Pedro Joaquín decide continuar con la tradición independiente de LA PRENSA que fue la que le costó la vida a su marido.
Mientras tanto, su otro hijo, Carlos Fernando, dirige BARRICADA, periódico oficial del FSLN.
La censura a la que era sometida LA PRENSA hacía que el periódico saliese tarde, casi vacío de contenido, y muchas veces ni siquiera merecía la pena imprimirlo.
Pero esto no es todo. Poco después, Pedro Joaquín Chamorro Barrios decide huir a Costa Rica donde casualmente su hermana Claudia ocupa el puesto de embajadora de Nicaragua. Algo parecido es lo que está ocurriendo a la gran familia eclesial. Aquellos que aceptan estar subordinados al poder cuentan con el apoyo sandinista y tienen funciones de aparente poder en el aparato del Estado. Los que se resisten a esto, terminan perseguidos como traidores de la Patria.
DEL LADO DE LOS COMANDANTES
Los sandinistas en los primeros tiempos, por razones tácticas deciden dejar el ataque a la Iglesia en manos de los «cristianos revolucionarios». Así la Iglesia popular contó con muchos recursos.
Ya en su saludo de año nuevo de 1981, la junta de gobierno había expresado que, en política «los verdaderos cristianos, los cristianos sinceros, abrazan la opción de la Revolución sandinista que es hoy, en Nicaragua, el camino hacia la opción por los pobres».
De esto es de lo que esta Iglesia popular intenta convencer al pueblo nicaragüense mediante toda la propaganda y adoctrinamiento que realiza a través de sus cinco centros de acción. Así pues, utilizan un lenguaje formalmente cristiano pero relleno de contenidos revolucionarios.
Desde el principio contaron con la participación de una batería de teólogos, los más destacados de la teología de la liberación, que visitaron Nicaragua impartiendo charlas y seminarios. Algunos se quedaron.
Ante la radicalización de la dictadura sandinista y la persecución sistemática a la Iglesia de los últimos meses, gran parte de esta teología ha callado. Otros, los más ideologizados, siguen defendiendo la revolución. A veces, es imposible saber si se trata de un afán por manipular a un pueblo o si es que ya son incapaces de reconocer la verdad.
Todos los sacerdotes o religiosos que llegan hoy a Nicaragua necesitan una autorización previa de Fernando Cardenal. Así pues, sólo entran aquellos que vienen a sumarse a la Iglesia popular. Por el contrario, ya son diecinueve sacerdotes y dos obispos los expulsados del país.
UNA RICA IGLESIA DE LOS «POBRES» Y UNA POBRE IGLESIA DE LOS «RICOS»
En cuanto a la situación económica de esta Iglesia popular sorprende observar las cuantiosas ayudas llegadas de Europa y Estados Unidos, de organismos como el Consejo Mundial de las Iglesias y de la orden Mariknol.
Sobre este montaje afirmaba Monseñor Vega: «la considerada Iglesia popular, no es Iglesia porque no conduce a Dios, ni es popular porque está aliada al poder que domina sobre el hombre. Se trata de una red internacional. Hoy es evidente que el progreso de la Iglesia popular está en su capacidad de crear imagen hacia el exterior; dispone de una vastísima red de publicaciones a todo nivel y de personal que trabaja jornada completa».
Por el contrario, la Iglesia, llamada por ellos «de los ricos» o «institucional», se encuentra en una gran pobreza y aislamiento.
Sin embargo, según declaraciones de Marta P. Baltodano, Coordinadora de la Comisión de Derechos Humanos, la Iglesia popular en la misma Managua sólo cuenta con unas noventa comunidades de base ligadas a ella, mientras existen otras quinientas que siguen la pastoral de los obispos.
Esta proporción es aún menor en el resto del país ya que el campesino desconfía mucho cuando un sacerdote o religioso en nombre del cristianismo intenta someterle a un esquema político.
Lo que los sandinistas no perdonan a la Iglesia es que no se deje instrumentalizar desde el poder. No pueden tolerar un ámbito que escape a su poder de decisión.
Lo que no comprenden es que aunque expulsasen a todos los obispos, esta Iglesia seguiría viva en el pueblo.
SANDINO VENCE, AL MENOS EN EUROPA
Todo esto resulta casi demasiado obvio. Pero, la izquierda europea se obstina en reducir la situación de Nicaragua al enfrentamiento entre un pequeño país revolucionario y el gigante del norte. Así pueden desahogar sus sentimientos antiyanquis, aunque esto no ayude en nada a que los nicaragüenses vivan en libertad. Para desengañarse del sandinismo, la izquierda europea necesita que se produzca otra revolución en Latinoamérica. Así podrán olvidarse del accidente histórico de Nicaragua y poner sus esperanzas en la nueva revolución.
CRONOLOGIA
1936. Golpe de estado de Somoza contra Sacasa.
1961. Fundación del FSLN con sede en La Habana.
1967. Anastasia Somoza hijo, en la presidencia.
1978. Asesinato de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, director del diana LA PRENSA. Es el detonante de la insurrección popular.
1979. (Julio). Renuncia de Somoza, triunfo de la revolución. Primera junta de gobierno de reconstrucción nacional, con representación moderada: Alfonso Robero y Violeta, viuda de Chamorro, que terminan renunciando.
1980. (Mayo). Segunda Junta de gobierno. Disminuye la representación moderada: Arturo Cruz.
1981. Tercera junta de gobierno. Desaparece la representación moderada. Comienza la etapa de hegemonía pragmática del FSLN.
1982. (Mano). Decreto de Estado de Emergencia dictado por el gobierno. Se limitan las libertades.
1983. (Agosto). Ley de partidos políticos. El Estado y sus instituciones se identifican con el FSLN.
1984. (Noviembre). Elecciones generales: Daniel Ortega elegido presidente.
1985. (Junio). Las tres principales organizaciones de la oposición forman el UNO (Unión Nacional Opositora).
1985. (Octubre). Nuevo decreto limitando aún más las libertades.
1986. (Enero). Cierre de Radio Católica.
1986. (26 de junio). Cierre de LA PRENSA.
1986. (4 de julio). Expulsión de Monseñor Pablo Antonio Vega, obispo de Juigalpa.
COMUNICADO DE LA CONFERENCIA ESPISCOPAL DE NICARAGUA
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, conscientes de la gravedad de los momentos que vive el País y la Iglesia, comunican lo siguiente(*):
1) Lamentan que muchas veces y sobre todo recientemente, eclesiásticos que se encuentran en situación irregular con la Iglesia, ataquen y calumnien a la misma Iglesia y a sus Autoridades legítimas con el apoyo logístico del Gobierno de la República.
2) Llaman la atención acerca de la gravedad de las recientes y reiteradas afirmaciones del Canciller de la República que ponen en peligro la seguridad de Obispos y personas de Iglesia, y piden al Gobierno Nacional que aclare públicamente, si lo dicho por el Canciller es la línea oficial del Gobierno de la República, o sólo una opinión personal del aludido.
3) Consideran que actitudes como la antedicha colocan a estos eclesiásticos cada vez más al margen de la misma Iglesia, al hacerse responsables de incitar o alentar a los fieles a la desobediencia y rebelión contra sus legítimos Pastores que son el Papa y los Obispos en comunión con él.
4) Piensan que esta campaña está orientada a dividir la Iglesia como se ha denunciado en otras oportunidades, y que es además una estrategia para distraer a los nicaragüenses de los gravísimos problemas de violencia, carestía, inseguridad y escasez que atraviesan.
5) Hacen un llamado especial a los sacerdotes y fieles para que no se dejen sorprender por esta estrategia y les exhorta a la reflexión y a la oración para contribuir cristianamente a la solución de estos problemas, fortalecidos con la Eucaristía y la protección de María Santísima.
6) Expresan, una vez más, su disponibilidad de encontrar caminos para superar las dificultades entre la Iglesia y el Estado, mediante el diálogo.
Managua, 21 de marzo de 1986.
(*) Las declaraciones a las que hace referencia este comunicado son las hechas por el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel d'Escoto -un sacerdote suspendido por el Vaticano el año pasado- en marzo pasado. En ellas calificaba al Cardenal Obando de «pobre y miserable obispo», cómplice de los crímenes de la administración Reagan, y otros epítetos semejantes.
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