Un encuentro de profesores/ Corvara (Italia)
La grave situación en la que se encuentra hoy la enseñanza pone de manifiesto una necesidad fundamental: que haya en la escuela personas adultas que sean una presencia, llena de razones. Queremos que el encuentro de los profesores del movimiento de CL, que se ha tenido en Corvara (Italia) a principios del mes de agosto de este año, ofrezca unos puntos fundamentales para una perspectiva a recorrer en ese sentido.
1. ¿Cuándo una propuesta es educativa, es decir, ofrece una hipótesis explicativa de la realidad? No basta una coherencia en la explicación de la clase, ni tampoco una particular capacidad lógica en la materia de la propia competencia. Hace falta algo por lo que la persona del alumno sea impactada: un adulto que comunique una esperanza real de plenitud de su propia humanidad. El problema juvenil y educativo es uno sólo: el de un adulto que realice una presencia, que tenga un rostro, que, haciendo lo que hace (en la clase, en el pasillo, fuera de la escuela), reenvíe a algo más grande (sea signo), a algo que cada vez más se manifiesta como razón de la vida y esperanza para el hombre.
«Donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón», recuerda el Evangelio. El «tesoro» es aquello por lo que merece la pena vivir. Tú, como persona, como enseñante, ¿dónde tienes tu corazón? Lo que hace a un profesor ser una presencia es el «dónde» tiene su corazón.
2. Pero existe una palabra de la que la razón del hombre parte, que es el núcleo mismo del corazón: es la palabra pertenencia. Es lo contrario de la concepción dominante que identifica la suprema libertad como ausencia de vínculos y, por tanto, de responsabilidad. Sin embargo la libertad madura precisamente por una pertenencia. El hombre está tanto más seguro y abierto a todo, cuanto más tiene conciencia de pertenecer: a un pueblo, a una historia, a una familia. Pertenecer a Alguien (a Cristo, al Misterio que me hace en cada instante) que es más que yo: es está la actitud justa para el hombre (en griego esta actitud justa se llama «ethos»). Por lo tanto es la conciencia de pertenecer la que provoca una presencia auténticamente humana y el «ethos» engendrado por esa conciencia realiza una acción verdaderamente educativa: las computadoras podrán sustituir en todos los conocimientos que un profesor comunica, pero no podrán nunca sustituir lo que es humano, el yo.
Un movimiento educativo no es más que la continuación de una presencia.
Normalmente la sociedad de hoy, e incluso cierta mentalidad cristiana, impiden esta presencia, sobre todo cuando está profundamente insertada en el ambiente. Estado e ideología dominante intentan reducir a algo totalmente privado y aislado de la vida social la relación que el hombre vive con su origen y su destino. Hoy urge una radicalización de estas presencias en la sociedad, y en la enseñanza en particular.
3. El «ethos» de la pertenencia crea una posición cultural nueva, es decir una posición humana que instaura en la persona la capacidad de percibir, juzgar y usar de sí mismo y de la realidad en un modo nuevo, distinto porque corresponde más a aquello por lo que todo está hecho y está destinado. El intento de encarnar esta posición cultural lleva a la capacidad de iniciativa. La iniciativa es un aspecto fundamental de la educación, en cuanto es la propuesta de un gesto que incide en la mentalidad y es fuente de juicio.
4. El primer y sorprendente éxito que brota de este proceso es el estupor de poder constatar la capacidad de ser compañía real, de ser amigos verdaderos con los chavales: nace una amistad en la que poder caminar juntos hacia el destino, intuido o ya visto, porque se conoce Su nombre.
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