Va al contenido

Huellas N.1, Marzo 1986

RECENSIONES

Vida y destino, de Vassili Grossman. Mozart, de Fernando Vela.

¿Qué significa leer un libro? La lectura de ciertos libros (como es­te de Grossman, por ejemplo) cons­tituye la aventura de un encuentro con un hombre que dice algo en lo que él cree (mensaje). Es el encuen­tro con alguien que tiene algo que decir. Sin embargo, para ver y encon­trar de verdad las cosas hace falta un criterio: la lectura es un encuentro, pero a partir de un pun­to de vista. Si no existe esta com­paración se «pasa» sobre las cosas, las consumimos y nada más.


Vassili GROSSMAN,
Vida y destino,
Ed. Seix Barral Barcelona (1985),
789 pág.

Leer Vida y Destino constituye, sin duda alguna, una de esas lectu­ras que marcan la vida de una per­sona, establece en la existencia de un «algo» que no se puede olvidar, algo de lo que no se puede volver atrás. En última instancia, esta no­vela es la descripción dura y tre­menda (en cierto modo parecida a las historias humanas de Dostoyevs­ki) de como el hombre por sí solo no puede ser hombre. Es un texto que, como pocos, ofrece la percep­ción trágica de la impotencia del hombre, que acaba destruyéndose a sí mismo allí donde no está abier­to a reconocer una dimensión religiosa auténtica.
Más que un verdadero libro es la cuarta copia de un manuscrito, todavía no del todo acabado y formado (por eso es un poco difícil la primera parte) que, por casualidad, llegó a Occidente desde Rusia, des­pués de que la KGB creyera que lo había hecho desaparecer por com­pleto al destruir las tres copias que pudo encontrar.
El autor, que es un gran narra­dor, estuvo como corresponsal de guerra en la batalla de Stalingrado, en la II Guerra Mundial: redacta es­ta novela a partir de lo que más profundamente le afectó, sobre to­do a través de sencillos y normales personajes, como soldados de tro­pa, mariscales, intelectuales y pri­sioneros.
A través de estos diálogos, se entrevén aquellas afirmaciones hu­manamente interesantes (Grossman no es cristiano) y aquellas pregun­tas sin respuesta a las que quere­mos, como dijimos antes, ofrecer una indicación de criterio para un juicio.
Ante todo el libro es una im­placable crítica a la Revolución Ru­sa, hecha por alguien (el autor) que estaba totalmente convencido de la buena y justa exigencia que la ha­bía hecho surgir.
Su primera tesis es la afirmación de que comunismo y nazismo son realidades iguales; se pueden cam­biar los términos históricos y la realidad queda igual: los dos sistemas son las dos caras de un mismo fe­nómeno. Y esto lo prueba en el diálogo entre un nazi y un ruso en un campo de trabajo soviético.
De ahí su conclusión: «todas las ideologías, más aún, todas las reli­giones -incluido el cristianismo-, cuando pretenden definir y organi­zar el bien común, se hacen violen­tes, se convierten en un desastre hu­mano e histórico».
¿Qué es, entonces, lo que le queda al hombre? ¿Cuál es su úni­ca esperanza? Grossman dice que la bondad natural, el ayudar sin in­terés ninguno; la bondad de un gesto incluso pequeño y no recono­cido por los demás: «una bondad -él la llama- insensata». Y es aquí donde no podemos más que distanciarnos de Gross­man. ¿Cómo puede durar esta bon­dad natural? ¿Quién es capaz de dar valor y consistencia a ese gesto que se queda sólo en algo parcial?
En efecto: existe una gran con­tradicción, un muro insuperable para esta bondad (y la experiencia se encarga de recordarlo): es la pre­sencia objetiva del límite. Su «bien insensato» permanece bajo el hori­zonte del mismo mal, que el cris­tiano llama «pecado original» y que en Grossman se traduce en la má­quina del poder.
Y, por otro lado, esta bondad está condenada a ser no-incidente en la vida y en la historia, pues no llega nunca a ser intento de cami­no, junto con otros hombres.
Es verdad que el autor, frente al cristianismo, siente un acento distinto, intuye que el cristianismo es otra cosa, y lo percibe con un sentimiento de nostalgia (cuando cuenta la vida de un cura italiano).
Y al final se pregunta si existe libertad para el hombre. Si todo y todos estamos bajo este gran pro­yecto de poder, ¿cómo podemos ser libres?
Lola Calvo y José Clavería

Fernando VELA.
Mozart,
Alianza Editorial. Madrid (1985).
266 págs. 500 ptas.

Con estilo suelto y ameno esbo­za Fernando Vela este apunte bio­gráfico dedicado a la vida y carác­ter del gran compositor austriaco. Se muestra la azarosa vida del ge­nio en toda su intensidad de via­jes, relaciones, triunfos y fracasos hasta morir incomprendido, mal­tratado y pobre a la edad de trein­ta y seis años; treinta de composi­tor.
No se trata de ofrecer una bio­grafía del tipo tradicional, sino de adentrarse en la personalidad y sen­tido artístico del músico. Consigue así el autor levantar la verdadera imagen de W.A. Mozart frente a tantas deformaciones en los mun­dos literario, academicista y cine­matográfico pasadas y actuales res­pecto de su vida y su obra.
Su obra no es tema de estudio para principiantes. No es las tres o cuatro obras repetidas en todos los conciertos, que parecen responder mejor al perfil de su personalidad trazado a priori. No es un estilo consecuencia del anterior o germen del que le sigue.
Es ternura insinuante, contención pudorosa, finura de matices, burdamente vistos como puerilidad intranscendente, frivolidad encantadora... Mozart luchó toda su vi­da por hacer sonar su melodía pro­pia bajo las formas musicales de su tiempo. De las miniaturas galantes aprende la perfección expresiva y la precisión formal de sus breves fra­ses. Del romanticismo toma las do­sis justas que pide el verdadero gus­to. De Italia aprende y transforma su inclinación alemana a lo miste­rioso y vago en un género de belle­za más plástica, concreta y clara.
Su humanidad. Compone siem­pre para públicos concretos de los que espera ansioso reacciones. Creía en la vida, el mundo, la realidad de las cosas y de los hombres. En su obra anheló siempre llegar a ha­cer ópera; la música no le parece tal sin voz humana. Cuando lo hizo, salieron de su alma mil personajes diversos y contradictorios, con pa­siones y sentimientos tomados ob­jetivamente como haría Shakespea­re; su mundo interior, su multipli­cidad anímica es expresada simul­táneamente por variaciones levísi­mas, por infinitos matices. A su ge­nio, nada humano le era ajeno.
José Calvería


 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página