Julien GREEN.
Moira, Editorial Debate, Madrid (1985),
209 págs
Julien Green, el autor de «Moira», es un testigo insólito de lo espiritual en medio de un panorama adormilado que sólo atiende a la cáscara de las cosas; por eso su obra produce a muchos vértigo e incomodidad. Nace en París en 1900 en el seno de una familia estadounidense , pero vivirá en Francia la mayor parte de su vida. Esta síntesis entre la herencia anglosajona (y en particular protestante) recibida de su familia y el mundo católico francés, no se produjo sin dificultad, pero constituye una de las peculiaridades más ricas de Green.
A los dieciséis años se convierte al catolicismo y tras un período de intenso fervor religioso sucede una profunda crisis que le mantendrá apartado más de veinte años de la Iglesia. De esta crisis saldrá fortalecido, para volver con gran serenidad y madurez al seno de la Iglesia Católica, cuando tiene ya treintainueve años y después de haber ensayado diversos caminos de acercamiento a lo religioso como el budismo o el hinduismo.
«Moira» se desarrolla en el ambiente de una universidad sureña de los Estados Unidos, marcado por la dialéctica entre el exacerbado puritanismo del protagonista y la procacidad desenvuelta de la mayoría de los estudiantes. La capacidad de este universo pegajoso para influir sobre los que viven en su interior, será una de las impresiones que nos transmita la lectura de la obra.
La santidad, la influencia del ambiente sobre la propia responsabilidad, el pecado como posibilidad de conversación, la moral y la naturaleza, son otros tantos motivos de reflexión que ofrece la novela.
Pero sobre todo, en «Moira» encontramos un retrato en cierto modo brutal del moralismo, que tiene más valor aún si se piensa que la psicología de la obra es en buena parte autobiográfica. Hay un drama de radical oposición entre la naturaleza y la moral, que conduce al protagonista, Joseph Day, a una violencia destructiva.
Incapacitado para comprenderse y amarse a sí mismo, odia todo que aparece en la realidad contrariando sus afirmaciones morales. El relato impresiona porque éstas, parecen como congeladas y flotando en el vacío; no poseen una ligazón, no se insertan en un tejido vital, no brotan de una exigencia profunda del corazón del protagonista.
Esta situación, Green la polariza en este caso en el terreno de la sexualidad. Pero ésta no es sino el punto crítico que desenmascara la falsedad de todo un planteamiento, haciéndolo estallar en violencia. Joseph Day quiere matar en sí mismo el deseo, y al no poder, matará a Moira, el objeto de su deseo ante el cual acaba de sucumbir. Curiosamente es esta violencia, este pecado, el que hace comprender a Joseph Day, y le encara con una propia verdad con una desnudez dramática. Es aquí donde se introduce la posibilidad de la misericordia divina: Joseph, que tantas veces ha nombrado a Dios para justificarse, rehusará ahora hablar de Él -«No hablemos de Dios... A partir de ahora... encerraré todas estas cosas en mi corazón»- y luego añade, - ¿Te acuerdas que Cristo ha prohibido juzgar?-.
Joseph Day ha intentado vivir la santidad sinceramente; pero como si se tratara de un esfuerzo moral titánico, y en el fondo inhumano. Cuando la novela nos describe el paso lento del protagonista hacia la confesión de su crimen, vemos un hombre manchado por una falta abominable, pero abierto por fin a la verdad de sí mismo, y al tiempo, a la infinita misericordia de Dios.
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