Antoine DE SAINT-EXUPERY,
Vuelo nocturno,
Plaza y Janés, Barcelona (1984),
122 págs.
Nueva edición de un clásico. Para las primeras compañías de navegación aérea, la clave del éxito estaba en adelantarse a los otros medios de transporte. El organizador Riviere se encarga de llevar a cabo los primeros «vuelos de noche» en América del Sur. Vuelo nocturno muestra cómo el hombre debe esforzarse en construir una obra que perdure después de él. Cada uno de los personajes está total y ardientemente consagrado a lo que debe hacer, a esa tarea peligrosa en cuya ejecución tan sólo encontrará el descanso de la felicidad.
Riviere debe ser duro con sus pilotos. «Para hacerse amar, dice, basta con compadecer. Yo no compadezco nunca ... ». Pero no es insensible: necesita tanto valor para dar sus órdenes como los pilotos para ejecutarlas. Quiere a sus pilotos, pero no lo manifiesta: «Amad a los que mandáis, pero sin decírselo». No apela a la simpatía, al afecto que le profesan, cuando les pide abnegación. Exige mucho porque una obra «pasa a través de ellos».
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