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Huellas N.0, Diciembre 1985

PALABRA DEL PAPA

Fidelidad al carisma para servir a la Iglesia

Proponemos el discurso que el Santo Padre ha dirigido a 500 sacerdotes de Comunión y Liberación, el 12 de septiembre en Castelgandolfo (Roma); al finalizar un curso de Ejercicios espirituales organizado por el mismo Movimiento.
Creemos que este discurso, en sus indicaciones metodológicas fundamentales -subrayadas por don Lui­gi Giussani en su Carta a los Sacerdotes-, aporta claridad y empuje no solo a los sacerdotes comprometidos con el movimiento de C.L., sino también a todos aquellos cristianos que en un movimiento, suscitado por el Espíritu y en obediencia al Magisterio, hayan encontrado sustentamiento y pasión por su propia tarea en la Iglesia.


1. LA PROMETEDORA FLORACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES
Queridísimos hermanos en el bautismo y en el sacerdocio:
Estoy muy contento de encon­trarme con vosotros al final de esta cita anual vuestra de oración y me­ditación, los ejercicios espirituales, que reúnen, desde hace ya tiempo, a los sacerdotes ligados a la experiencia de Comunión y Liberación, o cercanos a ella.
Muchas veces, sobre todo du­rante mis viajes por Italia y por los varios países del mundo, he tenido ocasión de reconocer la grande y prometedora floración de los movimientos eclesiales, y los he señalado como un motivo de esperanza para toda la Iglesia y para los hom­bres.
Efectivamente, la Iglesia, naci­da de la Pasión y Resurrección de Cristo y de la efusión del Espíritu, difundida por todo el mundo y en todos los tiempos sobre el funda­mento de los Apóstoles y de sus su­cesores, ha sido enriquecida duran­te los siglos, por la gracia de dones siempre nuevos. Ellos, en las diver­sas épocas, le han permitido estar presente de forma nueva y adecua­da a la sed de verdad: de belleza, de justicia que Cristo iba suscitan­do en el corazón de los hombres y de los cuales Él mismo es la única, satisfactoria y cumplida respuesta.
¡Cuánta necesidad tiene la Igle­sia de renovarse continuamente, de reformarse, de volver a descubrir de manera cada vez más auténtica la inagotable fecundidad del propio Principio!
Muchas veces han sido los mis­mos Papas y obispos los portadores de esta energía carismática de refor­ma; otras veces el Espíritu ha querido que fuesen los sacerdotes o lai­cos los iniciadores de una obra de resurgimiento eclesial que, a través de nuevas comunidades, institutos, asociaciones, movimientos, ha per­mitido vivir la pertenencia a la úni­ca Iglesia y el servicio al único Se­ñor.

2. LA GRACIA SACRAMENTAL SE EXPRESA POR MEDIO DE LOS CARISMAS
En los movimientos eclesiales, juntamente con los laicos, partici­pan en general también sacerdotes que, en comunión de obediencia con las Iglesias particulares, apor­tan a la vida de las comunidades el don de su ministerio, sobre todo mediante la celebración de los sa­cramentos y la oferta de un conse­jo maduro. Por esto, quiero dirigir­me ahora a vosotros, sacerdotes, pa­ra ayudaros a comprender y vivir mejor vuestra pertenencia eclesial en el contexto de la adhesión al mo­vimiento de Comunión y Libera­ción.
Lo que he hecho notar antes en relación con la vida de la Iglesia, es verdad también para cada uno de los fieles y en particular para cada uno de los sacerdotes. La formación del cuerpo eclesial como Institu­ción, su fuerza persuasiva y su ener­gía agregadora, tienen su raíz en el dinamismo de la gracia sacramen­tal. Pero encuentra su forma expre­siva, su modalidad operativa, su concreta incidencia histórica por medio de los diversos carismas que caracterizan un temperamento y una historia personal.
De la misma manera que la gra­cia objetiva del encuentro con Cris­to ha llegado a nosotros por medio de encuentros con personas especí­ficas cuyo rostro, palabras, circuns­tancias recordamos con gratitud, así Cristo se comunica con los hombres mediante la realidad de nuestro sa­cerdocio, asumiendo todos los as­pectos de nuestra personalidad y sensibilidad.
De este modo, todo sacerdote, viviendo con plenitud la gracia del sacramento, se hace capaz de dar un rostro a su pueblo, y de ser así «el modelo de su rebaño» (1Pe 5,3 ).

3. APRENDER LA OBEDIENCIA AL MISTERIO DEL ESPIRITU
Cuando un movimiento es re­conocido por la Iglesia, se convier­te en un instrumento privilegiado para una persona y en una siempre nueva adhesión al misterio de Cris­to.
No permitáis jamás que en vuestra participación se albergue la carcoma de la costumbre, de la «ru­tina», de la vejez. Renovad conti­nuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os llevará más poderosamente a hace­ros servidores de esa única potestad que el Cristo Señor.
Muchas veces en sus documentos el Concilio Vaticano II, de cuya clausura celebraremos dentro de poco, con un Sínodo extraordina­rio, el vigésimo aniversario, ha es­timulado las agrupaciones sacerdo­tales como camino donde se incre­menta el inagotable rostro personal de la obra apostólica del sacerdote: «También han de estimarse grande­mente y ser diligentemente promo­vidas aquellas asociaciones que, con estatutos reconocidos por la competente autoridad eclesiástica, fomentan la santidad de los sacer­dotes en el ejercicio del ministerio por medio de una adecuada orde­nación de la vida, convenientemen­te aprobada, y por la fraternal ayu­da, y de este modo intentan pres­tar un servicio a todo el orden de los presbíteros» (Presbyteorum or­dinis, 8; cf. también Código de Derecho Canónico, 298).
Los carismas del Espíritu siempre crean afinidades, destinadas a dar a cada uno apoyo para su tarea objetiva en la Iglesia. Es ley univer­sal la creación de esta comunión. Vivirla es un aspecto de la obedien­cia al gran misterio del Espíritu.
Por tanto, un auténtico movi­miento como un alma vivificante dentro de la Institución, no es una estructura alternativa a la misma. En cambio, es fuente de una pre­sencia que continuamente regene­ra su autenticidad existencial e his­tórica.
Por lo mismo, el sacerdote de­be encontrar en un movimiento la luz y el calor que le haga capaz de ser fiel a su obispo, que le dispon­ga a cumplir generosamente los de­beres que señala la Institución y que le dé sensibilidad hacia la dis­ciplina eclesiástica, de manera que sea más fecunda la vibración de su fe y la satisfacción de su fidelidad.

4. HOMBRES DE LA COMUNIÓN Y DE LA CULTURA CRISTIANA
Al finalizar este encuentro no puedo menos que invitaros a ser dispensadores de los dones con los que os ha enriquecido el carácter sa­cerdotal.
Sed ante todo los hombres del perdón y de la comunión, donados al mundo por el corazón abierto de Cristo, y operantes mediante los sa­cramentos de la Eucaristía y de la Penitencia.
No ahorréis esfuerzos en esta ta­rea y, más aún, haced de la celebra­ción sacramental una escuela para vuestra vida, conscientes de cuáles son las necesidades más graves del hombre de cada época. En la ora­ción personal y común, llevad a la presencia de Dios las súplicas y ne­cesidades de quienes os han sido confiados y pedid la asistencia del Señor sobre la vida de vuestro mo­vimiento.
Sed maestros de la cultura cris­tiana, de esa misma concepción nueva de la existencia que Cristo ha traído al mundo y apoyad los es­fuerzos de vuestros hermanos, a fin de que esta cultura se manifieste en formas cada vez más incisivas de responsabilidad civil y social.
Participad con entrega a esa ta­rea de superación de la ruptura en­tre Evangelio y cultura, a la cual he invitado a toda la Iglesia en Italia con el reciente discurso pronuncia­do durante el Congreso eclesial de Loreto. Sentid toda la grandeza y la urgencia de una nueva evangeli­zación de vuestro país. Sed los pri­meros testigos de ese ímpetu misio­nero que he dado como consigna a vuestro movimiento.
Que os sostenga la energía de Cristo Señor que «murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y re­sucitó por ellos» (2 Cor 5, 15).
Que os acompañe la protección de María Santísima: confiadle vues­tros propósitos y vuestras esperanzas.
Con estos deseos os imparto a vosotros y a aquellos a quienes se dirige vuestra actividad pastoral mi Bendición.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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