DESPUÉS del discurso del Santo Padre a nosotros, sacerdotes, la vida se ha llenado de gratitud renovada cada vez que leemos de nuevo sus amadas palabras.
Quisiera subrayar los puntos que me parecen esenciales, por su valor antropológico y eclesiológico.
1. No se puede vivir adecuadamente la responsabilidad con la tarea que se nos ha confiado, si no es a través de un acontecimiento espiritual que ilumine, encienda y sustente nuestra persona. Este acontecimiento es un «don» del Espíritu, o «carisma».
2. Ese carisma surge del hecho de un encuentro personal, que normalmente después crece por «afinidad», creando así una comunión de personas: ésta es la naturaleza de un movimiento.
3. Todo esto no produce una «alternativa» ni a la Institución ni a la función que tenemos en ella, sino que es la condición que hace posible y más fácil nuestra entrega. Es, por tanto, yendo al fondo de la experiencia ofrecida por el movimiento, como se hace «más fértil» tanto «la vibración de la fe» como «el gusto por la fidelidad» al propio Obispo y a la «incumbencia de la Institución» misma.
Te pido, hermano, que nos edifiques con la sencillez de la comunión entre nosotros y con el sacrificio amoroso del compromiso con tu Iglesia particular.
Con amistad cristiana.
* Carta que don Giussani dirigió a los sacerdotes participantes en los ejercicios promovidos por C.L.; tras el discurso de Juan Pablo II, que publicamos íntegro a continuación.
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