La comunión, una amistad que camina hacia el destino, es la condición de toda liberación. Comunión y Liberación da un paso importante en España con un gesto de comunión: la unidad con NUEVA TIERRA.
Un deseo profundo, una ilusión grande puesta en construir la Iglesia y hacer surgir la humanidad nueva. Pero ¿cómo se ha verificado este encuentro? ¿Cómo vivimos esta amistad que es más grande que nosotros? ¿Cuál es la tarea?
Sobre todo esto conversaron largamente Javier Restán y Enrique Arroyo con los dos responsables del movimiento en España: Jesús Carrascosa y Javier Calavia.
JAVIER RESTÁN: - Quisiera en primer lugar que habléis de vuestro itinerario personal hasta el momento. De alguna forma son dos caminos muy distintos que han llegado a un mismo punto. Se contraponen incluso: una experiencia de Iglesia llena de contrastes, abrupta, de servicio al movimiento obrero, frente a una historia fluida, continuada, de maduración serena y comprometida desde el seminario.
JAVIER CALAVIA: - En primer lugar debo decir que mi experiencia del seminario fue buena. Fueron unos años muy conflictivos (del 67 al 73) con muchos cambios de planes de estudios y en los que era necesario hacer juicios de las situaciones constantemente. Había que definirse continuamente porque se daba una confrontación continua: en la vida de la Iglesia, con los profesores, con el mundo (vivimos con enorme expectación la invasión israelí del 67, las revueltas del '68...). Después, en un segundo momento, está la salida del seminario; la dispersión de unos amigos y la voluntad y la conciencia de que teníamos que seguir manteniendo una relación que ya era antigua y que había nacido para ayudarnos a ser fieles a nuestra vocación sacerdotal.
Al año me destinan por sorpresa a la Acción Católica (A.C.). Pensamos que la A.C. no podía estar dividida en ramas y propusimos una Acción Católica General y empezar a trabajar con jóvenes. Como cada uno en su parroquia tenía una gran pobreza de medios, y no había propuestas -ni eran viables-, desde la A.C. empezamos a poner al servicio de las parroquias una serie de medios que permitieran vivir una Iglesia más amplia que la que se percibía desde ellas. Hace unos 10 años reunimos a responsables de distintas parroquias desde la A.C. y nos propusimos trabajar juntos. Teníamos desde el principio la intuición de que la tarea fundamental de los cristianos era la evangelización.
JAVIER RESTÁN: - Parece que desde el comienzo se vivió entre vosotros un ímpetu misionero muy acusado.
JAVIER CALAVIA: - Hay una primera reunión en un local de la calle General Oráa. No nos conocíamos casi nadie excepto los curas. Allí es donde se plantea esta cuestión: el mandato final de Jesucristo es: «Id al mundo entero». Entonces decidimos hacer una comisión coordinadora que quedó responsabilizada de dar los primeros pasos de la organización que nos permitiera realizar la tarea de evangelizar el mundo entero.
En este momento recibo la noticia de que tengo un nuevo destino en la parroquia de San Fernando, antes de que cuajara la experiencia de los jóvenes de A.C. Hay un primer momento de titubeo en que pensamos en dejarlo, pero al final decidimos que la comisión coordinadora siguiera adelante. Así fue creciendo la experiencia, cada vez más conscientes de que tenía que haber una presencia más significativa en el mundo, pero que no acababa de cuajar el modo adecuado para realizarla. Mi llegada personal al movimiento ha sido primero fruto de una invitación que estaba desde el principio, luego concretada y explicada en una relación de amistad con Carras y José Miguel Oriol. A lo largo de estos últimos siete años de conversaciones llenas de ilusión y de deseo de servir a la Iglesia, llegaría a una constatación muy clara: que C.L. aportaba el método concreto para que nuestra tarea fuera más acorde con la realidad y con el Evangelio. Aunque tengo que decir que la conclusión final ha sido sorprendente, en cualquier caso. Es decir, desde fuera puede dar la impresión de que la pertenencia al movimiento ha sido una conclusión lógica de un itinerario, y probablemente sea verdad, pero la experiencia interior mía, como lo vivo desde dentro, es que todo ha sido una realidad que me llena de sorpresa, una novedad total para mí; ha sido finalmente una gracia de Dios.
JAVIER RESTÁN- Cuando Javier Calavia salía del seminario, hacia el año 73, ¿en qué momento te encontrabas tú, Carras?
JESÚS CARRASCOSA: - Hacia ese año José Miguel Oriol, Carmina (su mujer), Jone (mi mujer) y yo estábamos al final de un proceso; estábamos llegando a replantearnos muchas cosas, porque la ilusión y la generosidad que siempre pusimos en servir a Cristo en el mundo de los pobres se encontraba con unas contradicciones muy fuertes. Empezamos a descubrir la insuficiencia de aquellos planteamientos. Yo, personalmente, comencé a darme cuenta de que Cristo era una ilusión que, en cierro modo, podía mantener durante un cierto tiempo, pero que se venía abajo progresivamente. Estaba en una crisis muy fuerte, en una desazón y un gran descontento respecto de la historia que habíamos llevado adelante.
Pero quizá habría que recordar unos pasos previos. Yo siempre tuve claro que mi vida era para algo grande, que no valía la pena vivir en un trabajo normal resolviendo tus problemas. Hacía falta un ideal grande, y ese ideal grande fue Cristo. Para Él intenté vivir. Pasamos los años del Concilio y los vivimos de una forma intensísima. Eran años de una lucha fuerte en este país por la libertad y la democracia, pero había mucha ganga en todo aquello. Había ganga fuera de la Iglesia y la había dentro de ella. Eran años en los que había que abrirse camino y encontrar los derroteros nuevos en todos los campos y entonces era fácil equivocarse.
Yo siempre sentí la vocación hacia el mundo de los pobres de una forma muy intensa, y por eso trabajé manualmente; por eso fuimos a vivir a una chabola Jone y yo (hemos vivido prácticamente toda la vida en chabola). Dentro de ese mundo sentíamos una fuerte atracción por la cultura. Esta fue la razón por la que participamos en la aventura de la editorial 2YX. Porque pensábamos que la única forma real de transmitir y conseguir que un planteamiento se hiciera popular sin dominar, en la libertad, era a través de la cultura. Y en esto los cristianos siempre hemos sido particularmente sensibles.
Nosotros optamos por hacer una editorial que dentro del mundo obrero crease una mentalidad y le ayudase a redescubrir su propia historia. Particularmente, tratamos de enfatizar la dimensión cristiana y lo que los cristianos habían aportado en toda esa historia, reconociendo los propios errores y pecados. Por entonces, José Miguel Oriol va a Frankfurt, a la Feria de Editores; y allí encuentra la Jaca Book, y conoce en concreto a Rocco Buttiglione y Santi Vagnoli. Vemos que hay puntos en común: una concepción no dualista de la vida y del cristianismo. Un intento de que la fe no estuviese separada de la vida. Además, teníamos en común el que ha diferencia de las ideologías, queríamos vivir -desde ya- el ideal que propugnábamos para la sociedad. Este era un importante punto de coincidencia netamente cristiano. Sin embargo, estaba el tema de la Iglesia, que para nosotros era una objeción grandísima.
ENRIQUE ARROYO: - Un poco antes de que conocierais a C.L. en Frankfort, en cierto modo la realidad que estabais viviendo ya había entrado en crisis. Tú, personalmente, estabas en esta situación. ¿Cómo, siendo cristiano, teniendo un compromiso serio y viviendo esa tarea que te apasionaba, caíste en la desilusión?
JESÚS CARRASCOSA: - Porque cuando propones cosas a la gente uno tiene que estar seguro de lo que propone. Entonces yo comencé a descubrir que nuestro planteamiento fallaba, que había una especie de eclecticismo (éramos cristianos pero asumíamos el anarquismo y lo mejor del marxismo), que nuestro cristianismo era «para» otra cosa. En el fondo, claro, aquello, al no ser el cristianismo íntegro, no cambiaba suficientemente al sujeto.
ZYX fue una experiencia de autogestión, casi de anarquismo puro, y es dentro de esa experiencia donde yo descubro que algo falla. Porque dentro del hombre, aunque no haya contradicciones económicas ni políticas, existe el mal, la pereza, el orgullo, el afán de protagonismo, la falta de caridad. Por tanto, entro en crisis porque veo que aquel ideal no se podía vivir sin cambiar al sujeto. Redescubro una tesis en la antropología. Me replanteo «quién salva al hombre», porque al hombre no lo salva una ideología; y entonces recupero la concepción cristiana del hombre, es decir: el pecado original que, explicado de una manera u otra, era algo real que encontraba dentro y fuera de mí. Era toda una experiencia existencial. Y quien salvaba esto era solamente Cristo, y eso también lo experimento en los que me rodean y en mí mismo alguna vez.
La crisis, por tanto, es debida a que, aunque los planteamientos que yo vivía eran llevados con una extraordinaria generosidad (había gente que daba todos sus bienes o arriesgaba su libertad), ellos mismos, por su propio peso, fallaban, caían. Todo me lleva de nuevo al cristianismo, pero -de nuevo- «por libre».
Entonces voy a vivir un año con mi mujer a Italia, y es allí, en Comunión y Liberación, donde yo redescubro el cristianismo total. Cuando yo escuché a Giussani decir que el cristianismo no es una doctrina sino un acontecimiento que responde al hombre, pero que ese hecho se vive hoy en la Iglesia, aquella realidad me resulta enormemente chocante, inaceptable, porque yo era muy consciente del pecado de la Iglesia. Pero estaba tan desnudo, en una precariedad personal tan grande, lo que veía a mi alrededor era tan desértico, que aunque la verdad que percibíamos en C.L. era motivo de contrariedad, permanecimos abiertos a ella: Ahí fue donde comprendí yo la parábola de la vid y los sarmientos. ¿Por qué mi vida había sido estéril en muchos aspectos a pesar de atraer a mucha gente a aquella experiencia (me refiero a la anterior de ZYX)? Porque, hablando de Cristo, convertía a otra cosa, descubrían en mí más al anarquista que al cristiano. La razón está en la parábola. Dice Jesús: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, el sarmiento que se separa de mí no da fruto». Si Cristo era la Iglesia, aunque yo confesaba a Cristo, al no confesar a la Iglesia, en realidad mi sarmiento estaba descuajado de Cristo.
ENRIQUE ARROYO: - Tú has dicho antes que para ti la recuperación de la identidad cristiana ha sido encontrar la Iglesia a través del movimiento. ¿Cómo encontraste esa experiencia de Iglesia?
JESÚS CARRASCOSA: - La pista fundamental fue la humanidad que yo encontré en aquellas gentes. La normalidad con que ellos afrontaban la vida y todas las situaciones, la belleza de vida que allí se reflejaba. Aquel deseo antidualista que yo tenía de no separación de la fe y la vida, allí estaba realizado; el cristianismo era un objetivo en sí mismo, que generaba, después, iniciativas de codo tipo. Lo veía allí de una forma plástica. Evidentemente, contó mucho el encuentro con Giussani: la humanidad que encontré en él, la acogida. Pero digamos que el vacío que yo sentía, por una parte, y esa realidad nueva plasmada en aquella gente, fue lo que culminó el que yo me identificase en esta experiencia.
ENRIQUE ARROYO: - ¿Y la idea de hacer el movimiento en España?
JESÚS CARRASCOSA: - Eso era consecuencia lógica; pero nadie me indicó lo que tenía que hacer, ni siquiera me preguntaron si iba ha hacer el movimiento.
JAVIER RESTÁN: - Pero cuando volviste a España trataste de comunicar todo esto a la gente con la que habías hecho todo tu camino, a la gente de ZYX y la HOAC.
JESÚS CARRASCOSA: - José Miguel y yo, mantuvimos el contacto durante nuestra estancia en Italia, escribiéndonos, llamándonos, con todos ellos. A la vuelta, nosotros quisimos ser fieles a esta amistad y tratamos de compartir lo que habíamos descubierto en C.L., que tenía muchos puntos en común con nuestra historia anterior, al menos como deseo y como intento. Yo -de hecho- vuelvo a trabajar en ZYX un año y en las asambleas nos mantenemos abiertos a compartir esta experiencia. Incluso Giussani vino a hacer algún encuentro. Pero era ya tarde. La fascinación por la política era muy grande: en ZYX había entrado mucha gente no cristiana y todo ello hizo imposible un entendimiento. Ante esto, nosotros pensamos que era necesario iniciar un camino nuevo y tomamos la decisión de fundar Ediciones Encuentro, que fue precisamente el periscopio que, en medio del mar de Madrid, nuestros amigos de Nueva Tierra descubren.
JAVIER RESTÁN: - Volvamos a ese tema precisamente. Javier, ¿cuáles fueron los hechos, los momentos que constituyen la experiencia que luego dio lugar a Nueva Tierra? En esa trayectoria hay propuestas, puntos en donde se insistió: la vida parroquial, el reclamo a una seriedad en el compromiso con la Iglesia y, luego, las pequeñas iniciativas que fueron naciendo.
JAVIER CALAVIA: - Lo que hizo posible todo aquello fue inicialmente una relación de amistad entre unos curas. Eso fue lo más importante. Con Javier, en concreto, pensábamos que cualquier cosa sería posible. Me parece que ese es un elemento fundamental, porque en ese compartir y en esa profunda amistad, que comienza después del seminario, se viven toda una serie de ilusiones y sueños. La relación con él hacia imposible tener un horizonte pequeño. Cualquier cosa podía pasar.
Lo primero es, por tanto, una amistad que hace posible una colaboración. Una amistad creadora. Lo segundo, son unos medios para la formación de los jóvenes: los campamentos y los cursos de verano en Ávila, que pretenden educar en un sentido de Iglesia no cerrado y limitado a la vida parroquial.
JAVIER RESTÁN:- Creo que para muchos de nosotros, los encuentros de verano en Ávila fueron definitivos. Allí hemos vivido apasionadamente la búsqueda de la verdad, la vida litúrgica, el encuentro con la historia de la Iglesia y, sobre todo, la alegría de estar juntos que nos hacia presentir el nacimiento de una amistad más grande...
JAVIER CALAVIA: - Todavía hay un tercer momento muy importante, y es el paso de los jóvenes que trabajaban en esta experiencia a una madurez: comienzan a querer vivir en todas sus consecuencias la vida cristiana. Y aquí llegaba a una contradicción porque, por un lado, estábamos aprendiendo que la fe era una realidad que abarcaba las 24 horas del día, que acogía todas las dimensiones de la persona, pero, por otro lado, la expresividad de nuestra fe estaba sólo en la parroquia, no fuera de ella.
Desde hace 3 años, como fruto de estas contradicciones, pensamos que para tomar determinadas decisiones había que tener una plataforma que fuera exterior a la vida parroquial. Entonces decidimos hacer la Asociación Cultural Nueva Tierra. La existencia de esta plataforma permite ya una reflexión mucho más libre, porque mientras estábamos en la parroquia ni siquiera podíamos pronunciar la palabra «movimiento» por las connotaciones negativas, las sospechas... Y al final termina por plantearse con claridad el tema «movimiento». Un hilo invisible que para mí, personalmente, une todos estos momentos, es la relación muy serena con José Miguel y Carras; que durante 7 largos años es un elemento que influye decisivamente. Creo que había una capacidad para entender. No creo que haya una ruptura con lo anterior. Lo que había era una insatisfacción, una conciencia de que había algún dato que fallaba: la intuición era clara pero no se veía la forma de llevarla a cabo.
JAVIER RESTÁN: - Sin embargo el primer contacto con C.L. fue casual: el descubrimiento de Ediciones Encuentro. Esta editorial signifcaba una enorme coincidencia: primero, en la misma idea compartida por algunos de vosotros de hacer una editorial, y luego por la identidad en los autores y temas que interesaban a ambos.
JAVIER CALAVIA: - Pienso que no es casual. En el sentido siguiente: a nosotros lo que nos lleva a Ediciones Encuentro es la revista Communio, es Von Balthasar. Nos llamaba la atención que alguien en España estuviese publicando Communio. Y luego lo que es sorprendente para mí es que, inmediatamente, personas procedentes de experiencias tan distintas tuviéramos un reconocimiento grande, mucho más grande que con amigos de toda la vida.
ENRIQUE ARROYO: - Carras, hablemos de los comienzos del movimiento en España. ¿Por qué decides dar clase de Religión?
JESÚS CARRASCOSA: - Visto retrospectivamente, el primer encuentro que tuvimos, en realidad, fue con este grupo de curas con los que percibías inmediatamente el reconocimiento total. Hasta el punto que yo pensé que la unidad podía ser inmediata. Sin embargo, por diversas circunstancias, Dios permitió que no fuera así. Y pienso que ha sido bueno porque hemos empezado por dos sitios diferentes la misma historia: creo que así hoy la historia es más rica. Esto es una experiencia que para el futuro puede ser importante. Por otra parte, nuestra amistad ha madurado con el tiempo porque ha sido una amistad llena de autenticidad y de gratuidad.
Respecto de las clases de Religión, te diré que todos veíamos que la editorial no contaba con jóvenes. Yo planteé esta situación a Giussani y él me dijo que por qué no pasaba a la enseñanza; busqué un trabajo, primero en una escuela profesional porque era lo que a mí me atraía de siempre: el mundo de los pobres. No encontré, y mi amigo Carlos Valverde me puso en camino hacia un colegio que necesitaba profesor de Religión. Y así comencé dando Religión, cosa que en mi vida había pensado. Allí no hice sino proponer lo que había aprendido. Eso comienza a tener un resultado en un ambiente muy difícil, porque el colegio -Arturo Soria- era muy difícil.
JAVIER RESTÁN: - Alver Metalli, de 30 Giorni, ha dicho que nunca en la historia de C.L. se había dado un caso de unidad como éste. ¿Qué supone en la historia del movimiento el que esto haya ocurrido? No es tan sólo que Nueva Tierra pueda aportar una experiencia y una riqueza al movimiento, sino que lo sorprendente es el mismo hecho de la unidad.
JESÚS CARRASCOSA: - Se trata de la verificación del método: Giussani dice que la primera tarea de un cristiano en un ambiente es el reconocimiento, el deseo de unidad y comunión con cualquier cristiano por encima de las siglas, que son puramente un signo de individualización y de apelación. Este es el afán de reconocimiento. Es precisamente el nombre de una de las cosas que más impedía a la gente de Nueva Tierra el acercarse a Comunión y Liberación, por el afán de eclesialidad, el deseo de vivir la Iglesia íntegramente. Y por nuestra parte, teníamos el nombre, había que demostrar ese afán de eclesialidad. Pero- en nuestro mismo nombre, Comunión y Liberación, está la comunión como primer hecho, una comunión que libera, incluso del propio nombre.
Es la culminación de un encuentro en que no había ninguna pretensión, ningún proyecto del uno sobre el otro.
JAVIER CALAVIA: - Para mí, ha sido también una verificación. Una intervención de Dios enorme. La verificación de que Dios no ha dejado de actuar en nuestra historia. Y cuando Dios actúa lo hace siempre de una forma salvadora, es decir, ha llenado nuestra vida. La unidad ha sido el descubrir el rostro concreto que teníamos desde siempre y que en un momento dado, porque Dios quiere, lo reconocemos y lo vemos.
Esto es para mí lo más importante: la comprobación de que Dios sigue actuando de una forma que desborda cualquier previsión. La unidad la veía, la percibía como algo sensato, prudente, pero después esa unidad la he vivido como un don de Dios, no como un acto de prudencia humana. Si el carisma del movimiento es hacer presente en el mundo la comunión cristiana, nosotros nacemos en un gesto de comunión.
JAVIER RESTÁN: - La unidad que está viviendo el movimiento es el milagro más grande. La unidad es la palabra más grande. Ahora comienza para nosotros un camino, que habrá que andar a través de la tarea concreta que vemos. ¿Cuál es ahora la tarea, la urgencia mayor del movimiento en España?
JAVIER CALAVIA:- Para mí, el reto es vivir el movimiento. Y esto supone aceptar a los otros tal como son, totalmente conscientes de que eso puede ser difícil en algunos momentos. No tanto por las diferencias que puedan existir cuanto por las limitaciones personales. El mayor problema es el amor propio, la falta de respeto a las diferencias, los juicios apresurados, los esquematismos, la vanidad, el afán de protagonismo. Esos son los tropiezos. Las diferencias no son problemas, se salvan inmediatamente. Yo lo he comprobado en la visita a los amigos de Sevilla y Córdoba. Hay cosas que nos ha costado años entender y que ahora se perciben en cinco minutos. De todas formas, esas diferencias las ha de haber, porque nosotros no hemos vivido la pedagogía del movimiento. Ahora bien, hay una capacidad de percibir eso con cierta facilidad, porque lo que sí hay es una capacidad de discernimiento evangélico muy grande en muchas personas que proceden de Nueva Tierra; hay una experiencia espiritual sólida, una formación cultural seria.
ENRIQUE ARROYO:- A raíz de la venida de Giussani y la unidad con N.T., se ha dado una gran expectativa en los medios de comunicación sobre lo que C.L. puede significar en España. ¿A qué es debida esta expectativa y en qué medida responde a la realidad que somos hoy aquí?
JESÚS CARRASCOSA: - Esta experiencia ha sido en parte justa y en parte falsa. Es justa porque hay un embrión con una fuerte potencialidad, que lo mismo que se ha desarrollado en otras partes se puede desarrollar aquí. Pero yo diría que se está interpretado en una clave política y entonces los juicios no son correctos. De toda la experiencia se ha filtrado un aspecto, y no lo más originario, no toda su riqueza. Nuestra experiencia es una experiencia cristiana totalizadora, que afecta a todos los aspectos de la realidad y esto es lo que en realidad la hace tremendamente atractiva y a la vez temible, porque la fuerza del cristianismo radica en ser totalizante y en dar respuesta a toda la realidad, no sólo a un aspecto de la vida. La pureza con que C.L. plantea la experiencia cristiana es lo que la hace atractiva y temible.
JAVIER CALAVIA: - Desde luego esta reacción ha sido algo desproporcionado pues nosotros no seremos ahora más de 400 o 500 amigos en toda España. Pero, ¿por qué ese interés? Para mí es una prueba de la verdad que ha sucedido. La unidad que nosotros vivimos muy hacia adentro encierra una verdad que es poderosa. La consecuencia ha sido que C.L., de ser una realidad desconocida en España, se ha convertido en un tema interesante. Se ha convertido en la ocasión de explicarnos y de introducir un debate nuevo sobre la presencia de la Iglesia en el mundo.
JAVIER RESTÁN: - En todas estas informaciones se han vertido varios tópicos sobre el movimiento, especialmente el «sambenito» de «integristas» y «conservadores».
JAVIER CALAVIA: - Respondería a lo de integrista con las palabras de Giacomo Biffi: ya me gustaría a mí vivir la fe integralmente en todas sus dimensiones. En cuanto a lo de conservadores, más que conservar nada, lo que queremos es ganar mucho.
JESÚS CARRASCOSA: - En definitiva, lo conservador está sometido a la moda dominante y al poder que controla la moda. Es penoso el querer encerrar toda la realidad en un recipiente tan estrecho y tan mutable. Pero nuestro interés cultural, nuestra capacidad, nuestro intento de valorar todo aquello que sea válido para el hombre y la historia que hay que construir, en cualquier parte, desmiente el conservadurismo de C.L.
JAVIER RESTÁN: - Algunos, especialmente en el ámbito de Nueva Tierra, al dar el paso a la unidad han planeado la objeción de la inserción en la vida diocesana. Hay un miedo a que el movimiento sea una realidad sectaria, que no cree unidad en la Iglesia sino que sea algo paralelo a la Iglesia institucional.
JAVIER CALAVIA: - Un movimiento no es una estructura alternativa nunca, y si lo es... , pues muy mal. Un movimiento es una forma de pertenecer a la Iglesia con un rostro propio, y ese rostro es la gracia de Dios que se concreta en un particular. Pero esta ha sido la experiencia de la Iglesia siempre: una gracia para vivir una realidad eclesial se concreta en un rostro concreto que puede ser el de Francisco de Asís, Ignacio o Teresa. Además, la Iglesia diocesana no se agota en las cosas que organizan las estructuras diocesanas. Es diocesano todo lo que construye Iglesia, todo lo que nace de ella y crea Iglesia. El Espíritu no queda encerrado en esas estructuras, porque, si no, no tendría sentido que la Iglesia hubiera reconocido la existencia de los movimientos, las congregaciones, órdenes y mil realidades presentes en la Iglesia.
Por último, un movimiento sirve a la Iglesia de dos formas: siendo fiel a sí mismo -por tanto C. L. sirve a la Iglesia diocesana en cuanta es fiel a su identidad- y, segundo, es diocesano en cuanto esa vida la comunica al resto de la Iglesia siempre que hay una ocasión de encuentro con otras realidades.
ENRIQUE ARROYO: - En este sentido para ti el movimiento ¿ha supuesto un enriquecimiento de tu vida sacerdotal
JAVIER CALAVIA: - Lo que ha supuesto, en la práctica, no en la teoría, ha sido un reconocimiento más grande de la dignidad humana del valor del hombre, de todo hombre. Todo hombre es para mí ahora una posibilidad de comunión; antes no.
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