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Huellas N.5, Septiembre 1985

SIGLO XX Y EXPRESIÓN

Picasso. El cubismo

Almudena Puebla

PICASSO
"El arte abstracto, no existe; siempre hay que partir de algo". P.R. Picasso

Picasso, es el máximo protagonista del arte de hoy, y es la clave esencial para comprender cin­cuenta años de historia figu­rativa.
En todo el entramado de contradicciones en que la obra de Picasso parece estar implicada, hay un elemento que permanece firme, y es su conciencia del mundo objeti­vo.
«Picasso -escribió P. Eluard- dio las pruebas inseparables de la existencia del hombre y del mundo, de la forma más audaz y más subli­me». He aquí, pues, el segun­do dato de la inspiración pi­cassiana: el hombre y su des­tino. La época azul y la épo­ca rosa de Picasso, (1901- 1906), están empapadas de un fervor hacia los humildes, y los desheredados.
Pero estos dos datos de la formación de Picasso, el sen­timiento del hombre y del mundo, recogidos del siglo XIX, no están destinados a permanecer en él, en estado de patética contemplación. Su sensibilidad, abierta veraz­mente a la vida y a la cultura que le rodea, en un centro tan vivo, tan rico y europeo como París, advierte, acaso como en pocos artistas, el trauma violento que se ha ido verificando en esos años y que ha trastornado ideas, conceptos, verdades, y senti­mientos, considerados como sólidas conquistas para siem­pre.
Si hay algo que puede ca­racterizar a Picasso, es su de­seo de conocimiento; la expe­riencia cubista, no le satisfizo plenamente, y en su pleno apogeo dirige su atención a otros campos de investiga­ción: cuadros neoclásicos, in­flujo ingresiano, los retratos de su hijo Pablo...
Así va difundiéndose el ECLECTICISMO de Picasso que el fundamento de la con­temporaneidad de los estilos. Este aspecto típico de su acti­vidad creativa, corresponde a la necesidad de apropiarse cualquier experiencia del pa­sado a la avidez insaciable de hallar nuevos medios expresi­vos y a su permanente curio­sidad por todas las formas.
Este eclecticismo nace fun­damentalmente de la destruc­ción del lenguaje unitario del siglo XIX y del testimonio de la «anarquía» que le sucedió, pero, sobre todo, del testimo­nio de la voluntad de Picasso de no dejarse aprisionar por un esquema, que sólo formalmente da la impresión de una unidad de visión que, en cambio, no existe, y es testi­monio de su vivo deseo de conocimiento que hay en él.
El contacto con su tierra, a su regreso en 1934, con su gente, la visión de espectácu­los populares, de las corridas y peleas de gallos, encienden su fantasía con nuevas imáge­nes. Son los años en que plas­ma toros bravísimos, caballos heridos en la arena... Picasso, encontró aquí la parte más vital y artística de sí mis­mo. Su lenguaje es ardiente e inmediato, y el sentimiento que tiene de la realidad es tan fuerte que la expresión se li­bera sin decir adiós.
Podría preguntarse cuánto quedará del corpus completo de la producción de Picasso, es decir, cuánto de su obra, un día será valorado sólo co­mo producto, producto de una polémica cultural o como pura investigación técnica ex­perimental, o cómo auténtico hallazgo poético. Discernir esto es difícil. Ciertamente, obras «puras» en el sentido «puro» no hay.
Picasso nunca fue un artis­ta que viviera al margen de los acontecimientos, fue un hombre profundamente in­merso en nuestro tiempo, y de nuestro tiempo, registró todas sus contradicciones. Es más, reveló estas contradicciones incluso cuando sólo estaban latentes: las llevó vio­lentamente a la superficie y las hizo explícitas.
Cuando se miran sus obras, no se debe olvidar esta verdad.
La obra de Picasso, es has­ta el final, la historia de có­mo reaccionó el artista contra todo lo que ocurría a su alre­dedor. La ironía, el escepti­cismo, la brutalidad, la cruel­dad, el erotismo, el indivi­dualismo exagerado, son par­te importante de su obra, parte de crítica, devastadora y rebelde. Picasso es un testimonio de nuestro tiempo; un testimo­nio incluso de lo que en él hay de antihumano; podemos decir que es un «testigo de cargo» implicado a la vez en el proceso. Este es el origen de sus monstruos, fruto de un tiempo trágico, ensangrentado y devastado por el furor de las guerras: tiempo de la destrucción del hombre.
Pero junto a los mons­truos, Picasso supo, también, pintar los sentimientos más humanos: pintó la alegría, la aspiración a la justicia, y a la paz, pintó el horror del hom­bre... No se puede separar en su obra lo que es el bien de lo que es el mal, la vida de la muerte. Picasso es esta compleji­dad, es esta dialéctica, es esta unidad de la contradicción. Sin embargo, lo decisivo, es el peso, que en esta dialécti­ca, tuvo el amor de Picasso por la sinceridad y la verdad. «El arte -dijo-no es la aplicación de un canon de be­lleza, sino lo que el instinto y el cerebro conciben más allá de cualquier canon».


CUBISMO
"Lo que me interesa es la inquietud de Cézanne, los tormentos de V. Gogh, es decir, el drama del hombre." P.R. Picasso

Los cubistas reprochaban a los pintores del impresionismo, ser sólo retina y no cerebro.
Nos hallamos en la época en que se difunden por Europa las teorías empírico-criticistas y fenomenológicas, de materias, que junto con las matemáticas y la geometría, ejercieron una in­fluencia decisiva en el nacimiento del cubismo. Aparece como efecto inmediato la llamada técnica del «divisionismo»: el artista debía pintar según las leyes científicas de los contrastes simultá­neos, y por ello, no debía mezclar los colores, sino aproximarlos el uno al otro. El mismo ojo, al mirar al cuadro, crearía luego su propia síntesis, del mismo modo que la creaba al mirar a la reali­dad.
El resultado, sería una sensación de intensa y vibrante luminosi­dad, como sólo existe en la naturaleza.
Sin embargo, esta dirección que tiende a superar la realidad sus­tituyéndola por un orden abstracto, sólo es válida para precisar una particular dirección del cubismo.
Existe otro aspecto que elige otra dirección. Es el que se remon­ta a Cézanne, y del que Picasso, Braque y Léger son, cada uno con su propio mundo poético, los que mejor desarrollan las pre­misas.
Los motivos del interés que los cubistas tenían por Cézanne, se basaban en la empresa cezanniana de poner freno al probabilismo de la pintura impresionista. Lo que los cubistas reprochaban a los impresionistas, era sobre todo su amor por lo episódico. Lento y obstinado, Cézanne había conseguido superar lo «provisional» de los impresionistas, como una pintura concreta, sólida y definida. Cézanne había rechazado la impresión en favor de una compren­sión más profunda de la realidad. En medio de la dispersión de una cultura, de la cual él también formaba parte, había intentado construir algo firme y consistente. El mundo de la historia y de los sentimientos se había restringido; el artista se había quedado solo. En el fondo su drama no era muy distinto al de V. Gogh, pero mientras que éste se había impuesto fa explosión de los sentimien­tos, Cézanne los había comprimido y encerrado en la definición formal.
La investigación terca y obstinada de una forma cerrada no era pues sólo una investigación de naturaleza estética, sino un modo de crear algo duradero que constituyera de alguna forma una cer­teza.
Cézanne quería hacer del impresionismo algo duradero. El suyo no era un sueño académico, sino una necesidad espiritual: «Todo lo que vemos se diluye. La naturaleza siempre es la misma, pero nada queda en ella. Nuestro arte debe provocar el escalofrío de su duración, debe hacérnosla gustar en su eternidad. ¿Qué hay tras el fenómeno natural? Tal vez nada, tal vez todo».
El cubismo nació en un clima general de cultura del que recibió impulsos y motivos ideológicos. La geometría, las matemáticas, y el pensamiento puro lo fascinaban. Sus mediaciones estéticas se basaban en el nuevo platonismo que se había difundido en las ciencias. Se pintaba, no partiendo de la realidad, sino de las ideas.
Es una pintura deductiva que descendía de lo universal a lo par­ticular, de lo abstracto a lo concreto. Desde este momento la li­bertad del artista no tiene límites. La síntesis sólo tendrá lugar a través del acto creativo que filtra la multiplicidad de lo real para revelar luego sus caracteres esenciales. Es decir, la síntesis tendrá lugar antes.
Pero, hay que hacer otra observación: en esta forma de pureza, de nitidez y de serenidad formal (de la que se excluía la crónica de los días, al ahogo de las pasiones y las evasión vicisitudes de la historia), se realizaba otro modo de evasión: la evasión al orden que no era posible establecer en la realidad, venía a serlo en la abstracción. La aspiración a una pureza, a un estado de existencia incontaminada, se satisfacía así en el interior del mismo artista.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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