Erik Varden
La explosión de la soledad
Monte Carmelo
pp. 184 – 17 €
En una turbación llena de petición que le acompaña desde niño, desde que tomó conciencia del dolor del mundo, algo irrumpió en él y lo alcanzó mediante la música: el descubrimiento de una «infinita benevolencia», que abraza la angustia del mundo y la reviste con una finalidad.
Es la experiencia que vive Erik Varden, monje cisterciense, que fue abad en Mount Saint Bernard, Inglaterra, actualmente obispo de Trondheim, Noruega. Una experiencia que vivió a los dieciséis años, escuchando la segunda sinfonía de Mahler, Resurrección, que tiene claramente los rasgos del descubrimiento de no estar solo.
Varden describe su encuentro con esta «infinita benevolencia» como un recuerdo en el que la «propuesta cristiana surgió en mí desde dentro», como una correspondencia profunda con intuiciones innatas dentro de él. Así empieza un recorrido de búsqueda y profundización en la memoria cristiana, que acaba siendo un redescubrimiento de su historia y de su identidad. En La explosión de la soledad, Varden conduce al lector a través de lo que él mismo define como «un aprendizaje del recuerdo». Un camino a través de seis mandamientos bíblicos que no plantea como advertencia o mortificación sino como ocasión para conocerse uno mismo. Memoria como identidad: instrumento para redescubrir la propia relación original con Dios y por tanto con todas las cosas, para poder hundir nuestras raíces cada vez más en la realidad.
Hacer memoria de nuestra naturaleza –el «recuerda que eres polvo» cuaresmal– permite reconciliarse con la propia pobreza, siendo conscientes de que somos «polvo con nostalgia de gloria». De modo que la humildad permite que la gloria nos reclame para sí. Hacer memoria de la propia historia personal de salvación –el «recuerda que eras esclavo en Egipto»– para grabar en el corazón la certeza de haber conocido el poder de Dios para salvar y experimentar la gratitud de ser «un huésped sacado de la oscuridad». Aprender lo que significa vivir la vida en memoria de Cristo, con «determinación cristiana», como Maïti Girtanner, pianista suiza que perdonó a su verdugo durante la Segunda Guerra Mundial.
Las citas bíblicas se intercalan con historias de santos y con la vida de personajes de la literatura antigua y moderna, recordándonos que llevamos impreso el sello de Dios, un reflejo que hace al hombre partícipe de la eternidad, en tensión continua entre naturaleza y promesa. Profundiza así en un itinerario de siglos, desde la creación hasta nuestros días, para redescubrir que cada uno ha sido pensado, querido y nunca abandonado.
«La soledad se derrite ante la presencia que hacer arder sus corazones», con la certeza de que, como dicen unos versos de Olaf Bull, somos «recordados por uno más grande que nos mantiene seguros en su mente».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón