La angustia de la guerra
Con el estallido de la guerra de Ucrania y la amenaza de una guerra nuclear me entró la curiosidad de si España poseía búnkeres. Inmediatamente llamé a mi padre, que es militar, y a raíz de esa conversación me di cuenta de que, si realmente se daba una guerra nuclear, directamente se acababa la humanidad. Ante esta información me quedé paralizada, no podía comprender cómo el futuro de la humanidad podría depender de un solo hombre: Putin. Y me invadió el miedo, necesitaba profundamente la certeza de que Dios existe, y además la necesitaba ya porque si no, mi vida dejaba de tener sentido y no encontraba ni una sola razón para seguir viviendo. Ese mismo día, sabiendo que yo sola no podía conseguir certezas, me confesé y fui a misa, y precisamente en la confesión se me abrió el horizonte. Y es que, me decía el cura, la vida eterna se puede vivir desde la tierra, porque en cada instante está Todo. Yo pensaba para mis adentros que, si Dios existe y la frase del cura era verdadera, el cristianismo es un bombazo, no hay nada mejor; pero seguía necesitando algo que me hiciera estar segura. Llegó la noche y de nuevo me invadió el miedo, pasé toda la noche sin dormir, esperando Algo que me permitiera dormir en paz. Mi día siguiente fue una petición continua, un rogarle al Señor que se mostrase. Yo miraba a mi alrededor y veía tanta gente que no cree en Dios y me preguntaba constantemente: ¿cómo pueden vivir?
Entendí perfectamente la constante evasión en las redes sociales, las tecnologías, etc… porque realmente mirar de frente tus preguntas es doloroso, pero no me arrepentía para nada, eso lo tenía clarísimo, porque vivir de la otra forma no vale la pena. Finalmente, antes de acostarme, hablando con un amigo sobre estas inquietudes sentí paz, esa paz que anhelaba desesperadamente, me supe querida y me di cuenta de todos los signos que me había ido dejando el Señor a lo largo del día. Y de lo que tenía certeza absoluta es que esa paz no me la había podido crear yo, al igual que no me puedo dar la vida. Y esa noche, en vez de no poder dormir por miedo, no pude dormir de la alegría tan grande que tenía.
Rocío, San Martín de la Vega (Madrid)
Hijo de una historia más grande
Cuando me propusieron asumir la tarea de capellán universitario, no imaginaba el bien que iba a suponer en mi vida. Llegando a la universidad el primer día, sin conocer a nadie, bajé del coche y mientras empezaba a mirar alrededor noté que me temblaban las piernas… como cuando vas por primera vez a un sitio en el que sabes que va a suceder algo grande y estás a la vez lleno de expectativa y miedo. Tuve que volver rápido al coche y no dar por descontado lo que estaba sucediendo: recé el Ángelus y mendigué que volviera a suceder Él. Y es que hasta ahora, en estos primeros diez años de sacerdocio, el lugar privilegiado de mi ministerio ha sido la parroquia, donde “solo” hay que esperar que la gente acuda. Y las personas llegan, con necesidades concretas, preguntas más o menos profundas, pero son siempre ellas las que llaman a tu puerta. Otra cosa es llegar a un lugar donde está todo por construir y eres tú el que tiene que dar el primer paso. En realidad, estaba el Misterio esperándome a través de desconocidos que poco a poco se convertirían en compañeros de camino. A ellos y a mí mismo no tenía nada que ofrecer fuera de lo que me fascinó a mí cuando tenía 16 años. Cristo aconteció en mi vida abarrotándola de significado, frescura, pasión por la realidad.
Pese al poco tiempo que puedo dedicar a la universidad, tengo que admitir lleno de silencio y agradecimiento que mi presencia en aquel lugar es un bien inmenso, para mí y para las personas que encuentro. Y poco a poco, según voy conociendo a los estudiantes, a los que trabajan en el campus, a los profesores, me doy cuenta de que esto no lo puedo fabricar yo, sino que es algo que sucede.
Esperaba encontrar rechazo, pero lo que he visto a mi alrededor ha sido más bien curiosidad. ¿Qué hace un cura en la universidad pública, paseando por el campus, hablando con los chavales, celebrando la misa? Todavía no me he acostumbrado a las miradas de asombro que llegan cuando entro al comedor y a las preguntas: ¿eres cura de verdad? ¿Cómo podéis afirmar que la felicidad existe? Mi novio me ha dejado para irse con otro chico, ¿tú crees que Dios tiene que ver con esto? ¿Por qué la Iglesia no se pone al día? Estar en contacto con el corazón de tantos jóvenes y con sus mil preguntas me ha obligado a hacer cuentas con el inextirpable deseo de significado, manifestado de mil formas, que hay que mirar con realismo y ternura, sabiendo que es auténtico y que, salvadas las diferencias, en el fondo es el mismo que me anima a mí.
El pequeño grupito de chavales que han empezado a comer juntos todos los jueves, con una única conversación en medio del barullo, solo es una pequeña semilla. Sin embargo, entre un bocadillo y otro, los miro y pienso en el atrevimiento ingenuo que hace casi setenta años movió a don Giussani a proponer lo que le había cautivado. Así me descubro, con esos jóvenes, hijo de una historia más grande, ¡cuyos frutos están todavía por descubrir!
Tommaso, Fuenlabrada (Madrid)
“Hay un bien a punto de nacer en el límite de nuestro horizonte humano”
En nuestra comunidad la pandemia nos alejó a todos, como en todas partes. A finales de 2021 comenzaron las inscripciones para las vacaciones en el sur de Chile. Para nosotros era tentador, pero bastante difícil, así que finalmente no nos inscribimos. De forma inesperada, llegó un aviso que indicaba que en nuestra región también se harían las vacaciones, más cerca y de menor coste, pero aun así las miraba con bastante lejanía. A causa de la pandemia, nos habíamos alejado un poco de los gestos del movimiento, pero el responsable de la comunidad nos invitó a prepararlas, lo que me sorprendió bastante. En concreto nos pidió realizar una presentación de las cartas y cuadros de Van Gogh, algunas lecturas del Ángelus, la secretaría, en fin, varias instancias que nos hicieron estar pensando en las vacaciones con una mirada y tensión distinta desde antes de empezar, incluso dentro de lo cotidiano, en el trabajo, cuidando de los pequeños, con las tareas domésticas, etc. Me descubrí con una alegría inusitada, con un interés nuevo, contenta. Pasamos de estar como espectadores, esperando que iniciaran las vacaciones, a ser partícipes de ellas. Poder retomar la amistad con varios amigos que no veíamos hace tiempo, redescubrir, verificar y reconocer que finalmente nos une una sola cosa: Cristo; y que da lo mismo el tiempo que uno no se vea, si te juntas o no, el punto es que Cristo es nuestra unidad. Vivimos intensamente las vacaciones, cada momento, porque encontramos la respuesta a nuestras exigencias y dijimos “sí”. Las vacaciones se volvieron para muchos el renacer, el recomenzar de esta experiencia y la petición de que permanezca lo que decía don Giussani con tanta fuerza y certeza en el video del centenario: «¡Ojalá esto no termine nunca entre nosotros!».
Verónica, La Serena (Chile)
Don Giussani. Amigo para la aventura de la vida
Después de más de dos años sin vacaciones comunitarias por la pandemia, decidimos proponer una salida al grupo de jóvenes trabajadores de la parroquia de Las Aguas en Sasaima, Cundinamarca. Con el centenario de Luigi Giussani, decidimos aprovechar unos días juntos para que nuevos amigos que se han acercado a nosotros pudieran conocerle y profundizar en la misión y carisma de nuestra comunidad.
Durante la introducción, se explicó la importancia de las vacaciones y del tiempo libre para conocer el proyecto educativo de Giussani, invitando a todos a dejarse impactar por cada propuesta del fin de semana: la belleza de la naturaleza, los juegos, los videos, los momentos de diálogo, la misa y la oración. El cura compartió su deseo de vivir y transmitiendo la paternidad de Giussani, con el video La fe del padre Giussani del New York Encounter 2021.
El sábado empezó con el rezo de laudes y la misa, y varios participantes se quedaron asombrados por la propuesta de rezar juntos en tono recto, concibiéndonos como un único cuerpo rezando y caminando frente al Señor. Era la primera vez que varios de nuestros amigos rezaban con el libro de la liturgia de las horas. Enseguida salimos de paseo por el camino de Los Indios. Hicimos un camino arduo, guiado por dos amigos en un bosque tropical. La vegetación colombiana es explosiva, misteriosa y dinámica. Escuchamos el canto de muchos pájaros y vimos varias mariposas coloradas. El suelo cambiaba continuamente y en varios lugares tuvimos la necesidad de bajar y subir con la ayuda de cuerdas y de nuestros amigos. Al caminar juntos y durante los momentos de silencio, aprendimos a mirar y disfrutar más profundamente el regalo de la creación.
Durante la asamblea, una amiga planteó la dificultad de tener que volver a la vida real con su familia y sus problemas. Pero estos días tenían que ser un paradigma de cómo queremos vivir cada instante de cada día, y si lo que vivimos juntos no incidía en la vida cotidiana, entonces había sido inútil. El secreto de la vida es no censurar nada y vivir todo intensamente en diálogo con el Misterio y la comunidad cristiana. El regalo y amistad que Giussani sigue donándonos es un método y un lugar donde estamos invitados a comprobar la actualidad de la presencia de Cristo que corresponde a las necesidades más grandes del corazón.
John, Bogotá (Colombia)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón