El encuentro
Nos encontramos por casualidad mientras yo realizaba unos estudios. ¿Qué me atrajo de ella? Su serenidad, su paso, su igualdad y alegría; era un conjunto no todo de bondades, sino de «algo más» que yo percibí como «muy atractivo».
Yo siempre había deseado ser así y, sin embargo, obtenía todo lo contrario. Tenía parte de mi vida hecha, estaba tasada, con un hijo y una profesión; pero nada de esto era bueno para mí, al menos entonces no me bastaba. Buscaba la felicidad, el sentido de mi vida, y nada parecía tenerlo. Intenté conseguir el reconocimiento de los demás, y esto me llevó a la angustia. Busqué en la literatura y esto me llevó a una duda sin final. Busqué nuevas experiencias y peligros y esto me llevó a no conseguir la paz jamás. Llegué a ser lo que no era; de ser alegre, animada, me convertí en una persona triste, cobarde, deprimida... y al final con deseos de perder la vida, ¿para qué todo? Nada me importaba, sólo me frenaba el hijo pequeño al que yo no tenía derecho a condenar. Y así, en esta situación de angustia, de insomnio y de desear perder hasta la vida, fue cuando la «visión» de lo que aquella mujer significó para mí me hizo preguntarme el cómo y el porqué de su paz, de su tranquilidad, de su alegría, de su gran serenidad..., lo deseaba yo tanto.
Recuerdo sus respuestas con gran aplomo y serenidad, pero a la vez con una mirada tan tierna, tan llena de cariño, que en ese momento podía aceptar como «verdad» cuanto ella me decía.
«Esto que significa para ti como imagen que tú deseas -dijo- no lo he conseguido con voluntad personal, me lo ha dado ese '' Algo más grande'' que me creó y ante el que yo he puesto mi vida en sus manos. Yo no he hecho ningún esfuerzo; El me ha ido dando todo».
Fue oír la palabra de Dios y sentir un rechazo horrible. Había sido educada con monjas y había huido de esa religión normativa, angustiosa, de mandamientos, que para mi vida no eran testimonios con sentido. Pero tuve que aceptarlo, ella era la prueba, me lo decía con su mirada.
Y ¿cómo hallarlo?, pregunté. «Hay una forma, dijo; ven, verás, vívelo junto a otros, en una amistad en la cual ese '' Algo más grande'' está siempre entre nosotros. Esto es CL».
Yo no entendía nada, y me entraron ganas de no aceptar, pero no podía, era una hipótesis que tenía que verificar, porque ella aclaró que el camino era largo y difícil, pero que hasta en ese caminar comenzaría mi paz y el sentido de mi vida.
Efectivamente tenía razón, llevo poco más de un año. En los primeros momentos todo me sonaba mal, nada entendía, pero su autoridad me había seguir y seguir. Y así fui, poco a poco, con mis conjeturas, con mis dudas, ya que yo quería reglas, signos para ese caminar, pero no las hay, porque se consigue algo tan grande que esto no tiene normas; sólo referencias muy importantes: El acontecimiento histórico de Cristo, y la sencillez de corazón de aceptar esa dependencia nuestra de El.
He comenzado a caminar con ellos, he conocido a gente que lleva el camino más avanzado y son ellos, su reflejo, los que me ayudan a seguir, porque intuyo que "Algo muy grande" hay para mí en este andar. A veces, el drama existe, esta aceptación con esa sencillez de niños en adultos es horrible, es como si tuvieses dos imágenes superponibles, pero este es el drama de la libertad del hombre; podemos elegir uno u otro camino, pero la Verdad sólo está en uno de ellos. Sin embargo, hasta en esa búsqueda, en ese caminar, esas luchas internas, he comenzado a sentir la paz; al menos mi espalda parece menos pesada, y la vida comienza a parecerme algo diferente. Incluso miro a los demás y al mundo como algo muy distinto. Creo que este es el verdadero sentido de la vida: estamos hechos por Él, tenemos que caminar con Él, y creo que CL lo vive con tal fuerza que aquí la fe -que no es fácil obtenerla- te convierte, desde muy adentro. Es cambiar de ser nada a algo, muy diferente.
Y este drama existe en mucha gente, a primera vista nos parecen normales, que no tienen problemas... Además, imaginamos que no tienen motivos para ello; pero la tragedia esta ahí, minando lentamente nuestra vida, destruyéndonos poco a poco, pero profundamente. ¿Os imagináis esto? Sin encontrar esa verdad, ¿qué futuro crearemos?
Marga
Vacaciones: Un sol que no muere en verano
Muchas veces me he preguntado qué impresión es la que se lleva la gente al vernos pasar. La mezcla de españoles, italianos y suizos; bachilleres y gente universitaria unidos para pasar unas vacaciones no es algo realmente muy corriente. Me imagino que este poutpurri de edades, idiomas y culturas, a pesar del atractivo que en un principio puede tener, será visto por los «razonables» como un verdadero obstáculo más que como un motivo de unión. Tengo que confesar que mi mentalidad por aquellas épocas seguía una línea muy parecida. No dudaba que las vacaciones fuesen a marchar, pero sí iba con la idea de hacer turismo casero, conocer a gente extranjera, sus costumbres, hablar un poco con unos y con otros, y pasar juntos unos días agradables. La verdad es que todo eso lo encontré, pero también encontré otras muchas cosas que ni siquiera había buscado. Mi turismo barato se convirtió en algo mucho más sincero y a la vez sencillo. Aquellas personas no fueron en ningún momento gente extraña para mí. No sabría explicar muy bien por qué pero fuese en un autobús, o en una comida, o en cualquier sitio en que se te sentaba alguien al lado, fuese o no cara conocida, sentías de verdad que ese alguien te importaba; que aunque fuese menor que tú o muy distinto a ti, había algo común en su vida y la tuya que te hacía sentirte cercana a ella. Cada persona era un mundo distinto al tuyo; en cada cosa aprendías y descubrías cosas nuevas; pero en todas encontrabas un mismo motivo, un mismo ideal por el que vivir y por el que compartir juntos esas vacaciones.
No sé cómo fue, pero me encontré de pronto unida a esas personas como nunca hasta ahora lo había estado. Lo que no había logrado en el colegio durante muchos años se había hecho realidad allí en unos días. Realmente ese Algo que nos unía te hacía ver a las personas de una forma nueva, aceptarlas tal como eran con sus fallos y manías. Sin darte cuenta superabas la barrera de la simpatía o la indiferencia inicial que puedes sentir hacia una persona. Éramos todos uno y sin embargo no me sentí despersonalizada o anulada por el grupo sino que por primera vez me sentí valorada tal, y a pesar, de como era.
En esas dos semanas aprendí, viviendo, muchas cosas que hoy siguen presentes en mi vida. Poco a poco descubría el valor de cada momento del día, de cada una de las cosas que hacía por pequeñas que fuesen. Todas cobraban su importancia, todas tenían su razón de ser y había en todas ellas una continuidad.
Fueron unos días fantásticos, y aunque encontré en ellos algún que otro momento difícil, esos disgustos no lograron romper la belleza de aquellas vacaciones; más aún, fue en ellos donde descubrí que lo que estaba viviendo no era una alegría o entusiasmo pasajero, sino algo más fuerte y sólido de lo que pensaba, y nacía de la seguridad de que lo que allí había encontrado era auténtico y daba, pues, sentido a buenos y malos momentos.
Por eso, esos días no murieron en la playa. Las vacaciones fueron un paso más dentro de esta historia nuestra. Hoy, otras vacaciones se avecinan, y por medio ha habido todo un año de trabajo, estudio y exámenes. Pero un año también en el que este encuentro inicial se ha ido fortaleciendo y dando sentido no sólo a aquellos días de verano sino a mi vida diaria. Con el paso del tiempo, otras cosas como mi estudio, la familia, el tiempo libre, han ido cobrando un significado nuevo y más auténtico. Ese Acontecimiento que allí se me hizo más palpable que nunca, ha ido de tal forma englobando mi vida, que cuando ahora miro hacia el futuro siento dentro de mí una esperanza y un deseo enorme de seguir profundizando en este encuentro que un día realicé y que hoy ha cambiado por completo mi vida.
Magdalena Lapuerta
INVIT ACIÓN A LAS VACACIONES
En la segunda quincena de julio, como es habitual desde hace 5 años, nos iremos todos juntos de vacaciones probablemente a Cangas de Onís, (concretamente entre los días 18 y 28). Es un paso más en nuestra experiencia a la que estáis todos invitados. Os podéis poner en contacto con la secretaría, llamando los jueves de 8 a 10 h.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón