Durante los días 13 y 14 de abril de este año se celebró en el seminario de Madrid un encuentro de laicos bajo el tema: «Los laicos en la Iglesia a 20 años del Concilio». Fue un encuentro promovido por diferentes movimientos eclesiales en el que participaron más de 400 personas a lo largo de los dos días de duración. Fue una experiencia positiva en la medida en que sirvió para el acercamiento y el reconocimiento de cristianos de diferentes movimientos y para la profundización de lazos entre ellos. Sin embargo, en las conversaciones entre los participantes se reconocía una cierta carencia de fuerza cultural, de clara identidad católica entre los cristianos hoy, así como una cierta falta de poder de convocatoria entre las generaciones más jóvenes, ya que, excepto en los movimientos convocantes, la presencia de jóvenes en el encuentro era escasa.
El encuentro contó con la presencia como ponente de Guzmán Carriquiri, del Pontificio Consejo de Laicos, quien a lo largo de tres intervenciones desarrolló la situación actual de los laicos a la luz del Concilio Vaticano II. En su primera ponencia, resumió la trayectoria de la Iglesia en estos veinte años de postconcilio. El Concilio Vaticano II supuso un relanzamiento y potenciación de la Iglesia, que la coloca al frente del progreso. Esto provocó en un principio grandes convulsiones en el seno de la Iglesia. Al criticar la estructura de la Iglesia se deja a los cristianos anónimos y sin identidad en medio de una sociedad secularizada. La apertura al mundo llevó consigo la entrada de las tensiones mundanas en el seno de la Iglesia. Hacia el año 75 parece que las aguas se serenan, se resume el Concilio, y se da una visión más general. Además de la apertura al mundo, se enfatiza la propia identidad. La Iglesia va hacia el mundo, pero desde lo más propio de sí.
En la segunda ponencia, el doctor Carriquiri desarrolló la vocación propia de los laicos en la vida de la Iglesia. La tarea fundamental y propia del laico es la de impregnar el orden temporal de una presencia cristiana. Llevar a todos los ámbitos de la vida a Cristo como verdad auténtica del hombre. Se tiende a desplazar a la Iglesia a un lugar privado, desencarnándolo. La tarea del laico por el contrario es el trabajo político, social, cultural, pero hecho desde la fe, de manera que la Iglesia sea una presencia viva en el mundo.
Por fin, en la tercera exposición, el ponente aludió a los tejidos asociativos de los laicos. Durante mucho tiempo han existido tres lugares tradicionales de formación religiosa, de catequesis, que han sido la familia, la escuela y la parroquia. Es necesario revitalizar estos ámbitos, pero las necesidades de la vida moderna han afectado y desplazado en cierta medida estos ámbitos. Cuando una persona crece, se le abren unos horizontes, se le plantean unas necesidades respecto de las cuales la familia, la escuela, y la parroquia quedan un poco lejanas. La parroquia está ligada a un concepto de territorio, mientras que es necesario una evangelización en los lugares allá donde el hombre vive, donde trabaja y se divierte, etc. Debe ser prioritaria la pastoral social, del trabajo de la universidad, de la cultura, lugares donde se «juega» la vida moderna. Surgen entonces movimientos, agrupaciones de laicos alrededor de un carisma. No son un trozo de iglesia, sino la iglesia entera, un reflejo de la iglesia total. Son fragmentos de iglesia pero que viven el todo en el fragmento. Por otra parte, los movimientos están amenazados por el sectarismo si se autoabastecen completamente y están alejados de la comunión eclesial. El criterio para discernir esto es si el movimiento está en comunión con el obispo; con el magisterio eclesial, si existe una cierta coordinación. Los movimientos trascienden el orden episcopal, perteneciendo a un orden universal, de la Iglesia entera; tienen un carisma universal, aunque en la medida de sus posibilidades deben tener una coordinación con cada obispo, con los demás cristianos de cada diócesis.
Al término del primer día se celebró una Eucaristía, presidida por el nuevo obispo auxiliar de Madrid, don Javier Martínez, a quien desde aquí enviamos nuestra más cordial felicitación, con nuestros deseos de que desde su nuevo puesto sirva a la Iglesia fructíferamente.
Al finalizar el segundo día, el arzobispo de Madrid don Angel Suquía celebró una eucaristía clausurando el encuentro. Desde aquí también nos congratulamos de su reciente promoción al cardenalato.
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