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Huellas N.9-10, Junio 1985

DISCOTECA

J.S. Bach: Una presencia viva. El Barroco como marco musical

Cristina Gallego

Tras la música compuesta durante la Edad Media y el Renacimiento, surge en el siglo XVII, como una nueva expresión musical, el Barroco, desarrollán­dose hasta la primera mitad del siglo XVIII. Se em­pieza a profundizar en lo real, naciendo un mayor gus­to por lo inmediato y cotidiano que va unido en los países católicos a un mayor acercamiento y sensibili­dad de los fieles a lo religioso, y en los países protes­tantes, a un mayor interés por los aspectos sensibles de la realidad circundante. Otro aspecto de la expre­sión artística es el interés por lo monumental, lo gran­dioso y deslumbrante como reflejo de la autoridad y el poder. El Barroco se define como el arte del movi­miento, de la tensión dramática en donde la realidad y la apariencia se presentan como aspectos contradic­torios y en cierto modo pesimistas.
La música barroca surge de una necesidad de ex­presión y comunicación de los sentimientos; no de un modo trágico y apasionado -como ocurrirá más tar­de en el Romanticismo- sino con serenidad, una sere­nidad que será capaz de conmover al oyente.
Al igual que en las demás artes, la música no se nos presenta sencilla sino con complejidades contrapuntísticas y grandes líneas melódicas que se resuelven al final de la obra, diferenciándose de la música anterior.
Con la música barroca surgen las formas instrumen­tales puras, desde las más sencillas (suites y sonatas) hasta las más complejas (concierto y sinfonía). Nace la ópera; simultáneamente, la música religiosa se enriquece, aunque en cierto modo se hace más profana. El órgano, instrumento religioso por excelencia, alcan­za en esta época su punto álgido. Así como en Italia se inician los grandes movimientos musicales exten­diéndose más tarde por Europa, es en la Alemania lu­terana donde alcanzará su culmen con su máximo ex­ponente: J.S. Bach.
Nace el 21 de marzo de 1685 cuando el barroco ya llevaba más de medio siglo expresándose. Su inte­rés por la música viene dado tanto por la tradición mu­sical de su familia como por un texto social, en el que la música es la base de la educación del pueblo. Se nos presenta siempre como un hombre íntegro en todas sus funciones y con una enorme religiosidad; tanto es así que concebía la música como una forma de oración hacia Dios, por haberle dotado de tal ge­nialidad. A lo largo de su vida estuvo al servicio de varias iglesias (Leipzig, Weimar) en donde compuso innumerables obras para órgano, cantatas, pasiones... a la vez que avanzaba en la música instrumental (un ejemplo de ello son sus seis conciertos de Brandem­burgo).
De este hombre que rayaba la perfección, cabe des­tacar dos aspectos importantes. Nos referimos a una música que refleja la vida de una persona con un gran sentimiento religioso, una vida que pertenece a Dios; esto hace que Bach, en todo momento, tenga fuerzas para dar una mayor manifestación de sí mismo, (su­perando incluso esa nostalgia de la muerte que poca gente había conocido de una manera tan profunda, así como nadie jamás ha sabido traducir a música de una manera tan conmovedora). Nunca dudó de que su trabajo era válido y verdadero ante la mirada de la sociedad y del Eterno. Esto le hacía, en muchas oca­siones, prescindir de las disciplinas musicales cuando comprobaba que le condicionaban en su función de «creador». Resulta admirable su sentido de la compo­sición; poder comprobar en su música lo que un gran compositor italiano -Pippo Molino- nos dice al res­pecto: «las razones del sentimiento, del gusto, de la comunicación; no son hechos extraños al mundo del arte; es más, constituyen un elemento más allá de las estructuras compositivas...» Por esto puede ser que Bach no fuera admirado en su tiempo y sí ahora; no fuera valorado entonces y en nuestros días sea un ele­mento importante en el aprendizaje musical. Porque tanto musical como técnicamente tiene mucho que transmitir, ya que en Bach se resume y se enaltece la grandeza de los músicos que vivieron antes que él y de Bach se nutren todos los que le suceden hasta la época actual.
La obra de J.S. Bach es capaz de trasmitir vida por­que es vida, de transformar porque como dice Giuli­ni: «El misterio habla con los sonidos».
Es por esta genialidad obligado, aunque insuficien­te, decir que Bach está considerado, no únicamente un hombre músico sino un músico del hombre, es de­cir, el padre de la música.

La Pasión según San Mateo
En esta obra compuesta en 1729, Bach nos relata la pasión según el Evangelio, interrumpida por versí­culos de corales combinados de una manera perfecta gracias a una selección de las más bellas y apropiadas escenas. A diferencia de la pasión según San Juan, en este no se habla del Gólgota, para centrarse en una intensa reflexión sobre la muerte de Jesús.
Así, en el comienzo, se nos describe a una multi­tud poseída por el terror y la angustia ante el paso del Señor bajo el peso de la cruz, que avanza por las ca­lles de Jerusalén.
Las melodías se percibirán entrelazadas sobresalien­do de un bajo muy agitado. Es aquí donde se refleja con gran expresión los gritos y comentarios de la gen­te que se encuentra en torno al Señor.
Resulta admirable cómo con unos acordes nos tras­mite momentos de angustia como por ejemplo en el final de la primera parte, cuando nos describe la terri­ble noche en que prendieron a Jesús; o cómo con una pequeña cadencia nos realza la palabra «orar», así co­mo la orquesta nos describe y hace sentir el andar de Cristo resucitado.
En la obra hay una interna impregnación de ter­nura, de misticismo; en donde el colorido de las dife­rentes descripciones no se debilita en ningún momento.
Pero incluso haciendo de esta pasión los más ricos estudios y bellos comentarios, nos quedaríamos en pe­queños detalles, ya que ésta posee una riqueza que de­safía cualquier análisis posible, una grandeza que nos lleva a definir la pasión como la música de la ópera cristiana.

NOTA: A primeros de julio realizaremos una audición de la Pasión según San Mateo en nuestra sede de Ayala. Quedáis todos invitados.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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