Eternamente está entre nosotros igual que el primer día
JEANNETTE - Oh, Dios mío, si viéramos siquiera el inicio de vuestro reinado. Transcurrieron los años, tantos años que no sé su número; y lo que reina sobre la tierra no es nada más que la perdición. Si estuvierais aquí, Dios mío, todo esto no ocurriría en absoluto así. Esto no hubiera pasado nunca así.
MADAME GERVAISE - Él está aquí.
Está como el primer día.
Está entre nosotros como el día de su muerte.
Eternamente está entre nosotros igual que el primer día. Eternamente todos los días.
Está aquí entre nosotros durante todos los días de su eternidad. Su cuerpo, su mismo cuerpo; pende de la misma cruz;
Sus ojos, sus mismos ojos, tiemblan con las mismas lágrimas;
Su sangre, su misma sangre, sangra por las mismas llagas;
Su corazón, su mismo corazón, sangra con el mismo amor.
El mismo sacrificio hace correr la misma sangre.
Una parroquia brilló con una luz eterna. Pero todas las parroquias brillan eternamente, porque en todas las parroquias está el cuerpo de Jesucristo.
Es la misma historia, exactamente la misma, eternamente la misma, la que tuvo lugar en aquel tiempo y en aquel país y la que sucede todos los días en todos los lugares por toda la eternidad.
(...) Israel, Israel, no conocéis vuestra dicha; pero tampoco vosotros, cristianos, tampoco vosotros conocéis vuestra felicidad; vuestra dicha actual, que es idéntica dicha.
Israel, Israel, no tenéis idea de vuestra grandeza; pero tampoco vosotros, cristianos, tampoco vosotros conocéis vuestra grandeza; vuestra grandeza actual, que es idéntica grandeza, Vuestra grandeza eterna.
(de "El misterio de la caridad de Juana de Arco", Ch. Péguy)
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