Cuando me propusieron expresar lo que había significado la experiencia de los ejercicios espirituales en Ávila, me sentí tentado, nada más llegar a casa, de comenzar a plasmar toda la energía que bullía en mi interior en aquel momento.
Hoy, a unos días vista pare estas líneas, y no se cuanto tiempo para tus ojos que repasan mis palabras, veo con más claridad la grandeza de aquellos momentos tan vitales.
Vitales como palabra bifacial: por un lado vitales por su importancia.
Al terminar lo que fue última conferencia, de la mano de Carras, comenté que "tal cúmulo de casualidades no podía ser casualidad", refiriéndome a la apasionante historia del movimiento en España. En mi caso, tampoco ha sido casualidad que me encontrase sumergido un primero de Noviembre en un colapsante encuentro con la palpable realidad de Cristo, por boca de Giussani, con toda le fuerza que él tiene al hablar de Cristo. Este es la otra cera de le palabra vital.
Era el viernes 2 por la tarde, cuando me dirigía por el pasillo hacia la capilla, con motivo de la misa, cuando vi a Giusseni a un par de deseos detrás de mí. Me retrasé un poco y le sonreí. Cuando me pasó su brazo por el hombro y me sonrió como si me conociese de toda la vida, noté como si en cada una de las arrugas que la experiencia marcaba en su rostro, cupiese yo perfectamente. En un momento toda su energía me engulló y el abrir la boca sólo pude decir: "Es maravilloso... todo"
¿Qué era maravilloso en aquel momento (y sigue siéndolo ahora mismo)? Para contestar esto tendría que remontarme a la tarde del Jueves, cuando él entró por la puerta, y a la noche del viernes cuando se marchó.
No voy a referirme a las conferencias, sino sólo a lo que yo iba experimentando a través de ellas, e incluso (y creo que tan importante o más) a través de toda la gente que estaba allí.
Cada palabra de "Gius", pese a la monótona traducción da Mauro, penetraba dentro da mí hasta dar con aquel preciso julio que yo tenía flotando impertérrito desde hacía años; y lo hacía saltar en mil pedazos. Al final de la primera conferencia estaba colapsado, completamente en cortocircuito. Pero me encontraba, contradictoriamente a lo que se pudiera pensar, mucho, mucho mejor.
La tanda de preguntas de la noche me dejó ver la gran capacidad de asimilación da la gente experimentada, madura en sus ideas. Asistí atónito a una auténtica demostración de análisis,
El viernes se presentaba fuerte. Para "desayunar" Giussani se "tragó" todo mi moralismo. En cada frase era como si metiera la mano en mí y me secase un trozo... ¡pero en todo momento acertó con los que estaban podridos! Estaba copado, ¡y eso que ya había comprendido, en lo que me era posible en aquel instante, la conferencia de la tarde anterior!
Las preguntas de la tarde fueron más a título personal. Eso fue un respiro, Pero ahí estaba él de nuevo tratando da la compañía y de la oración de una forma tal (como en el resto de las conferencias), que la presencia de Cristo casi se podía cortar con un cuchillo.
As! que cuando me sonrió camino de la cepilla... ¿qué podía decir? Tras le cena volví a anonadarme con la arrolladora alegría que tienen todos los que allí estaban, dando una despedida de lujo a "Gius" y a los que con él vinieron. De nuevo saqué el cuchillo para probar.
Giussani se fue y nosotros partimos tras sus palabras de amor. El Viernes había sido fuerte.
El Sábado fue el día del entendimiento. Me costó un buen montón de repasos a mis notas el poder comenzar a saborear el primer indicio de que las palabras de Giussani no eran algo qua me sobrepasara. Sin duda que sin la ayuda da Cristo y de todos los que me echaron una mano, todavía estaría mareando los apuntes con alguna idea incierta en el "coco". Esta es la grandeza de la compañía: la unidad. No es un compendio de bichos raros; no. Es un grupo de seres humanos "que se equivocan como los demás", pero que saben encontrar el camino justo porque saben cual es ese camino: Cristo. ¡Mereció la pena mojarse un poco!
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