Ofrecemos a continuación la segunda parte del artículo "La historia a la que pertenecemos", cuya primera parte fue publicada en el anterior número de nuestra revista. El trabajo de selección y síntesis del texto, así como su redacción a sido realizado por Enrique Arroyo.
A la hora de sacar un juicio de aquel gran momento se pone de manifiesto que en nuestro vivir C.L nos habíamos inclinado más en la liberación en sí (su aspecto de lucha) y nos habíamos olvidado de la comunión, que es la raíz verdadera de nuestra fuerza. Absorbidos en grandes iniciativas, no éramos capaces de reconocer y valorar algo mayor que los hechos concretos a realizar. En este sentido, las iniciativas y cualquier tipo de acción humana solo tienen el breve sabor de su duración.
Era, pues, preciso un gran paso, y concebir las cosas y todo cuento hacíamos en relación a algo más grande que las ordenase y diese sentido. Ese algo más grande es para nosotros el redescubrimiento del hecho objetivo de Cristo como presente en nuestra compañía. El valor de nuestra amistad no está, entonces, en la comunidad, sino en el misterio que nos mantiene juntos. Este misterio es una persona: Cristo, el inabarcable Dios que se hace uno de nosotros, visible, tangible, experimentable.
Esto que nos ha sucedido en los últimos años de nuestra gran historia se ha desarrollado a través da la lógica de los tres panfletos de Pascua*.
*En las Pascuas del '82, '83, y '84 se han hecho en Italia tres panfletos que han resultado importantísimos en la vida del movimiento. Por ello, y aprovechando que nuestro próximo número saldrá a imprenta, los publicaremos allí para reproducirlos con una mayor calidad gráfica.
Os emplazamos, pues, a ese próximo número.
El panfleto de la Pascua da 1982 nos introdujo en lo fundamental que hay entre nosotros y nos hizo darnos cuenta de qué era lo que nos había sucedido. Antes podíamos responder que lo que nos había sucedido era el encuentro con una compañía humana viva, atrayente, etc. Ahora, en cambio decimos que lo que nos he acontecido abarca la totalidad de nuestra propia vida, porque es el sentido de todo. Esto es algo muy singular porque, como dice el panfleto, el horizonte de todo, el principio explicativo de todo, se ha realizado en un particular en el cosmos, en la historia: Cristo es la compañía de Dios al hombre.
El segundo panfleto de Pascua nos introduce en la segunda gran cuestión y entronca directamente con lo ya señalado: Cristo, el único hombre que ha dicho ser el horizonte total, el destino de todo hombre y del cosmos, no es un hecho del pasado, sino que deviene en el tiempo, permanece en la historia, se hace contemporáneo a nosotros. El segundo panfleto señala, pues, el hecho de le resurrección. Este hecho es el que identifica a Cristo con la verdad y con la vida. Cristo venciendo la muerte indica que es el patrón del tiempo y del espacio (que son los símbolos que señalan la limitación humana).
Pero si Cristo deviene en el tiempo y en el espacio, ¿dónde está?. Del mismo modo que vence la muerte, Cristo nos abarca haciéndose presente hoy a través de la unidad de aquellos que le reconocen. No importa entonces la mezquindad de aquellos que forman tal unidad, ya que ellos encierran el Misterio de su presencia; lo que constituye la unidad es la afirmación de este hecho, independientemente de nuestros errores. Este es el mayor antimoraliamo. C.L. es una compañía en su nombre, y no en nombre de una idea propia o de un proyecto propio; es la amistad liberadora de gente qua ha dicho sí a este anuncio.
Pero hasta este punto podemos mantenernos a un nivel académico, teórico, de opinión. De ahí la importancia del tercer panfleto pascual. Este tercer panfleto te pone entre la espada y la pared porque si el segundo panfleto es el anuncio de Cristo presente hoy en la historia, éste indica una situación concreta. Jesús ante Marta, triste por la muerte de su hermano Lázaro, le dice: "Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees tu esto?". Ante un hecho como el de la muerte de Lázaro esta pregunta supone la abolición total del intelectualismo y de la opinión. ¿Creemos nosotros que Él es la respuesta a cada situación concreta que vivimos?. Esta pregunta lleva toda le trayectoria de los panfletos a su realización concreta. Todas las acciones concretas empiezan a participar en esta victoria definitiva. El declr sí a esta pregunta implica el céntuplo en esta vida, porque es en lo concreto donde realmente Cristo construye. ¿Creemos de verdad esto?. El lugar en donde aprendamos a responder sí a tal pregunta es nuestra compañía, porque no se adquiere la libertad para tal afirmación sin pertenecer a una historia.
Todo esto está determinando cada vez más nuestro modo da ser y nuestro actuar del tal modo que, como ha dicho uno da nosotros "ya no exista una unidad de intenciones, sino que hay una unidad de corazón". Es decir, estamos unidos por algo qua responde al fin último que todos buscamos. Ese algo es Cristo, presente en nuestra compañía. Por ello esta compañía no puede ser indiferente, ya que ataña al destino de nuestra vida.
Los efectos que la conciencia de esta presencia están provocando en nosotros son aún más impresionantes si miramos la dimensión internacional que ha adquirido nuestro movimiento. Ha nacido entre nosotros una época misionera, principalmente porque el reconocimiento de esta presencia no te deja quieto un instante y te llama continuamente a difundir el acontecimiento encontrado.
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