"Los profetas nos ofrecen esperanzas, pero solo el hombre-dios es capaz de reconciliar la paradoja, haciéndola tolerable, y, por eso, la venida de Jesús constituye un acontecimiento salvador y curativo.
Porque nos sobrepasa. Librados a nuestros medios, habríamos sido incapaces de crearlo.
Y precisamente porque es signo de contradicción, es verdaderamente signo de paz. Su carrera no es sino un breve y trágico fracaso.
Muere deshonrado, pero entonces, extrañamente, vive. El no es solo ayer; es también hoy y mañana."
El Papa Gregorio XVII recuerda estas palabras que había pronunciado un profesor suyo del seminario, Carl Mendelius. Unas palabras que quedan grabadas en su mente, hasta al punto de qua las recuerda muchos años después, y las recuerda en difíciles circunstancias: las tensiones políticas, económicas y sociales se han ido acrecentando,
Todo hace presagiar que el botón de la guerra está dispuesto para ser apretado en cualquier momento. Una guerra qua sería la última; que haría saltar al mundo hecho añicos.
Por otra parte, el Papa Gregorio XVII debe comunicar al mundo la venida de Cristo, el tiempo de la Parusía. La prudencia, el miedo a la equivocación, obligan a la Iglesia a hacerle abdicar. Y así, Gregorio XVII ahora no es más que Jean Maria Barette. Pero un Jean Marie Barette que no puede pasar por alto o permanecer indiferente ante la revelación que le ha sido hecha. Y siente el peso de la Humanidad cargado a sus espaldas.
Os invitamos a leer el libro que luego comentaremos.
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