Comenzamos a publicar en este número, con motivo de que en este año celebramos el 30 aniversario del nacimiento de nuestro movimiento, una conferencia que Don Luigi Giussani pronunció durante las Vacaciones Internacionales que celebramos en Corvara (Italia) sobre la historia de Comunión y Liberación
No hay nada más atrayente para el hombre que la promesa de una realidad nueva. Pero esta mismo hipótesis es absurda si es entendida fuera de la perspectiva de la entrada en la historia de algo que está más allá de ella. Solo la entrada de lo divino en la historia produce un cambio radical y profundo en la vida del hombre. En este sentido lo que nos ha acontecido a nosotros coincide con lo que dice un pasaje bíblico: "En Cristo hemos llegado a ser una cosa nueva".
Nuestra historia no nace de la proyección entusiasta al principio y fatigosa después, de un análisis de nuestro modo de concebir el hombre y la vida. Nace de la sorpresa y de la comunicación del acontecimiento de Cristo.
Cuando era estudiante en el seminario y el profesor explicaba una página del evangelio de San Juan, "viene a los suyos pero no la reconocen", para mi fue decisivo comprender que el verbo se ha encarnado entre nosotros y ofrece a quien le reconoce la posibilidad de que en su vida se produzca un cambio. Ha sido esta intuición la que después, en mis años de profesor, ofreció un eco al interés de los jóvenes por un ideal que llenase de alegría y felicidad sus vidas; un eco, que como la experiencia demuestra, nunca acabase. Comencé, pues, a dar clase para comunicar la que para mí había determinado un cambio en mi vida: la conciencia de que Cristo lo es todo en la vida. Porque si Dios se ha encarnado en Cristo, este hombre tiene que ser el sentido de todo, la consistencia de todo. Esto quiere decir que la pasión curiosa del sabor, la lectura, la emoción dramática de las relaciones afectivas, la familia y todo lo que nos circunda, pertenecen a la realidad de Cristo, en Él es donde encuentran punto de aclaración. Llegamos pues, a la misma conclusión a la que después Juan Pablo II formulará en su pontificado, la afirmación certera de que Cristo es el centro del cosmos y de la historia. Esta frase contenía una promesa tan cierta y total que solo expresarla en clase despertaba, a la vez, gran simpatía y gran hostilidad. Por eso comenzamos a reunirnos, para comprobar qué significaba esta frase en su relación con lo cotidiano de nuestras vidas. De tres cosas nos dimos cuenta rápidamente: a) si Cristo me había hecho hombre no podía dejar las cosas como antes. Por eso es necesario que Él sea el criterio con el que afrontar todo lo que nos interesa. Es una verificación a hacer por el hecho de haber oído hablar de Él, el único hombre que ha osado decir: "Yo soy el camino, la verdad, y la vida". b) Esto estaba implicando, sin darse cuenta, una unidad entre nosotros. El camino para realizar la aventura era estar en compañía. Lo que al principio era discusión trajo como consecuencia unas relaciones nuevas, generaron un afecto entre nosotros y una pasión por comunicar. Esta necesidad de estar juntos nacía inevitablemente de tomar a Cristo como centro de interés. c) Todo esto no podía manos que contrastar con el ambiente circundante. Comprendimos que tomar a Cristo en serio implicaba una incidencia en la realidad político-social. En aquellos tiempos el tema de la lucha era la libertad ( de asociación, de expresión, de conciencia). La adhesión a Cristo no pasa desapercibida en la historia, porque como dice San Pablo: "en Cristo todo se recapitula".
Otro aspecto determinante de los primeros años del movimiento ha sido la comprensión de la frase del evangelio "quien me sigue tendrá la vida eterna y el ciento por uno en esta vida". La certeza de que con Cristo la vida es más plena, llenó de contenido el desafío con el cual nos presentábamos a los jóvenes: venid y ved. Cristo es un hecho inevitable, es una propuesta inextirpable de la historia. Si uno es indiferente a esta propuesta no es hombre, porque Dios es el ideal del hombre; cuanto más le sigues más hombre te sientes. Como dice Tertuliano: "Cuando ha descubierto a Cristo ha descubierto lo que quiere decir ser hombre".
En los años de la contestación universitaria parecía que el cambio que todos querían podía venir a través de un análisis científico de la sociedad. Esta creencia dominante dejaba a un lado a un cristianismo considerado como salvaguardia de lo eterno y provocó, dentro del movimiento, una crisis por la que muchos se fueron. Ahora, volviendo la vista atrás, y cuando ya no queda nada de ese fervor, es posible apreciar el error de la contestación. El deseo de cambio que aquellos jóvenes tenían era algo justo, y nosotros lo teníamos también, pero su error fue olvidar la realidad del pecado original. El hombre en su raíz ve y desea el bien, pero en su actuación es incapaz de ser puro y hace el mal; en su intento de crear justicia comete los mayores injusticias, en nombre de la paz es capaz de destruir. El hombre para poder cambiar teoriza su propio punto de vista, afirma un particular como salvación de todo, ese en el delito ideológico. Como dice Alexis Carrel: "Nuestra época es la época del dominio de prejuicio". En el mismo sentido Elliot dice: "Los hombres tratan de huir del aburrimiento exterior e interior inventando sistemas perfectos que eviten al hombre tener que ser bueno".
Nosotros participábamos de ese deseo de liberación, pero para nosotros este venía por medio de la dilatación de las realidades en las cuales Dios ha entrado. Nosotros ya teníamos experiencia de lo que es cambiar, del perdón, del compartir. Así, en la pequeñez de lo que éramos, podíamos decir venir y ved. Este fenómeno de humanidad en el que el pecado es inicialmente contestado se llama comunión. Entonces pusimos como fórmula anticontestataria Comunión y Liberación, esto es, vivir un nivel supremo de unidad que no nace de la simpatía ni de la reacción ante lo exterior, sino del hecho de que Cristo se ha hecho hombre y está entre nosotros. El genio del cristianismo es la unidad; este es el cambio que necesita el mundo, que se dilata la comunión cristiana.
A partir de 1973 nuestro crecimiento fue grande, ganábamos las elecciones universitarias, comenzaron a funcionar diversas cooperativas y otra serie de obras de gran relevancia social. Éramos piedra de toque incluso para las fuerzas políticas; solo nosotros éramos los sostenedores de campañas en contra del divorcio, del aborto, a favor de la libertad de enseñanza y de conciencia, etc. Tanto es así que en muchas ocasiones fuimos agredidos, golpeados, atacaron nuestras sedes. *
*Continuará en el próximo número
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