Los días de preparación, y de estancia en Madrid de la "Peregrinación a las raíces de la paz" han sido para mi, momentos de verificación, sacrificio, ocasión de encuentro y sobre todo de un mayor crecimiento como persona.
La actividad de esos días, los obstáculos, la ilusión, se salieron fuera de lo corriente. Desde empapelar la universidad con carteles en un día de lluvia, repartir panfletos a las salidas de las facultades e iglesias, comunicados de prensa, acompañar a los 200 integrantes italianos y suizos de la Peregrinación a las Cortes, y al Ayuntamiento, donde tuvimos un encuentro con Peces Barba y con Tierno Galván respectivamente, hasta visitar el Museo del Prado, donde quedaron deslumbrados ante tata maravilla junta, y donde yo quede maravillado de su sensibilidad y humanidad distinta frente a aquello que veían y oían. No obstante, para mi, el momento más importante fue la cena que tuvimos con los componentes de dicha Peregrinación de la que hablaré más adelante.
Pero quizá alguien pueda sugerir que esto lo podía haber hecho dentro de un partido político, o dentro de cualquier otro tipo de asociación, cuyas bases no sean el descubrimiento de que la fe sirve para la vida y que el acontecimiento de Cristo en la historia se hace presente hoy en la Iglesia y dentro de la comunidad cristiana, donde sin lugar a duda yo he experimentado un cambio increíble y donde he empezado a verificar lo del ciento por uno. Mi experiencia personal es que, sin esto, todo lo que he dicho antes quedaría reducido a unos momentos de gran actividad e ilusión y punto, o sea puro sentimentalismo, es decir nada de nada.
Creo que las diferencias son dos: primero; la Meta que tenemos prometida y segundo la Esperanza que tenemos en Él. La meta que se nos ofrece es infinitamente mejor que cualquier otra, no solo allí, en el más allá, sino también aquí, en el más acá, donde mi experiencia de cristiano de a pie así me lo demuestro, pues al igual que A. Prossard titulo uno de sus libros "Dios existe, yo me lo encontré", yo puedo decir con igual seguridad, como dije antes: El ciento por uno en la tierra existe, tengo experiencia de ello. También quiero añadir que la esperanza con la que vivo esos días, al igual que con la que vivo a diario, traté de basarlas no es mis propias fuerzas, pobre de mí, sino en el OTRO, pues unas veces se tiene éxito y otras no tanto, de todas formas no creo en el fracaso como tal, pues de las cosas que salen con menos éxito, también se saco provecho y experiencia para no volver a caer.
Cuando en los primeros actos que organizábamos en la Asociación Cultural Miguel Mañara, repartíamos panfletos y no nos los cogían, o incluso nos los tiraban delante de nuestra propia cara, o cuando pegábamos un cartel y no lo leían, a veces me decepcionaba, pero con el tiempo estoy aprendiendo a ser libre del éxito y del fracaso, y a comprender que no se trata de convencer en la vida, ni mucho menos que la gente venga a las conferencias, hombre si vienen mucho mejor, sino de ofrecer en ese panfleto repartido, al igual que en las demás acciones que hago durante el día, una Verdad llena de afectividad y gratuidad, que a mí me ha cambiado, que me ha hecho ser otro distinto del que era, que me ha permitido desarrollar más mis capacidades como persona.
La guinda del pastel, como ya dije antes, fue la cena con los 200 italianos y suizos, con los que existía no se qué exactamente, pero algo que nos unía e identificaba plenamente, en Alguien mis grande que los que allí estábamos reunidos, eliminando cualquier tipo de barreras humanas, como el lenguaje, la simpatía, la antipatía, etc.
En ellos veía una humanidad distinta, a la hora de mirar los cuadros en el Museo del Prado, a la hora de preguntar sobre la situación española, sobre la situación de nuestro movimiento en España, sobre nuestros gustos y preocupaciones. Observé en ellos algo distinto, que me llenaba y atraía, incluso cuando llamaban al camarero lo hacían con uno humanidad distinta.
Para muchas quizás esto pueda ser para sugestión, y si así fuera, que vivan las sugestiones como estas que me enseñan a vivir una vida más humana, con mis padres, mis amigos, mi carrera es decir frente a todo y todos los que me rodean. No obstante sé con toda seguridad que no, que de sugestión no tiene nada, pues toda la gente que allí estábamos cenando teníamos experiencia de un Encuentro con Cristo, cada uno en un momento y en un lugar determinados que nos hacía estar como si nos conociésemos de toda la vida, que nos había cambiado, que nos había hecho, en una palabra, ser más hombres.
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