Un congreso organizado por los estudiantes y el asombro de quien los mira. ¿Por qué pervive en ellos tanta creatividad y ganas de conocer?
El 28 de septiembre participé en un encuentro titulado “¿Qué es lo que mueve la historia? Estados, sociedades e individuos”, junto a Dario Fabbri, asesor científico y coordinador de la sección de América en la revista Limes. El encuentro, celebrado en el Aula Magna de la Universidad Estatal de Milán, estaba organizado por el grupo universitario Objetivo Estudiantes, en el marco de un ciclo de debates titulado “Universidad, encuentro y conocimiento”, donde también han participado la ministra de Universidades, Cristina Messa; el rector de la Università degli Studi de Milán, Elio Franzini; la ministra de Justicia, Marta Cartabia; o el exmagistrado del Tribunal Constitucional Francesco Viganò.
La discusión, en un aula llena de universitarios de diversas procedencias, fue muy interesante y estimulante. Fabbri explicó las líneas esenciales de la geopolítica que estudia la revista Limes, dedicada al análisis de «proyectos geopolíticos diversos e incluso opuestos… que conducen a conflictos de poder en el espacio terrestre, marítimo y aéreo». Varios ejemplos de tipo histórico –todas las naciones nacen de la violencia para darse un marco institucional, las Constituciones suelen estar dictadas por el marco de poder establecido a nivel internacional, el análisis marxista clásico resulta insuficiente porque lo reduce todo a efectos de la estructura económica– nos introdujeron en la situación actual, caracterizada por grandes levantamientos y conflictos internacionales como los que se dan entre China y Estados Unidos. Hasta aquí podría resumirse la intervención de Fabbri, ¿pero dónde radicaba la originalidad de este encuentro? No era fácil, para los universitarios que lo organizaron, superar el riesgo de quedar eclipsados por las posturas expuestas por los ponentes, cautivados e inhibidos por su preparación, o bien oponerse sin entrar a fondo en el contenido de sus afirmaciones.
Sin embargo, el enfoque del debate y las preguntas que surgieron marcaron la diferencia. Partiendo de su experiencia, plantearon esta cuestión: personas movidas por una pasión sincera por la verdad, cuando se juntan, ¿pueden llegar a modificar en sentido positivo fragmentos de la historia colectiva, nacional e internacional? A raíz de ahí surgió un encuentro vivo y no monopolizado exclusivamente por los ponentes, que continuó después en una cena apasionante. Resonaba en mi mente la pregunta del filósofo Charles Taylor en el Meeting de Rímini que citaba Julián Carrón en la Jornada de apertura de curso de CL: ¿por qué estos chicos siguen teniendo tanta creatividad y ganas de conocer? ¿Por qué no han perdido todo eso, como les suele pasar a tantos (basta con pensar en las campañas electorales)?
Prestando atención, saltaban a la vista ciertos rasgos de su personalidad. El primero, sin duda, la experiencia de unidad entre su vida personal, humana y de fe, y el estudio serio y apasionado que habían realizado durante su carrera universitaria. Tomar conciencia del valor de la libertad y del deseo en su vida cotidiana les permitió recordar en el debate que la caída del muro de Berlín en 1989 se produjo de manera pacífica gracias a la apelación a la conciencia por parte de Václav Havel en su libro El poder de los sin poder. Esa pasión por la verdad y el conocimiento les ayudó también a señalar que el nacimiento de la Comunidad Europea no solo se debió a una “conveniencia estratégica” sino también a la convergencia de ciertos políticos, en muchos casos cristianos, movidos por el deseo del “no más guerras”. La estima sincera hacia los que mostraban una posición cultural diferente pero seria y estimulante (como el propio Fabbri) permitió una lectura más equilibrada del nacimiento de la Constitución italiana, fruto no solo de alianzas internacionales sino también de la convergencia virtuosa de fuerzas populares muy diferentes entre sí. Con universitarios así se pueden poner sobre la mesa todo tipo de problemas sin caer en contraposiciones ideológicas, viejas y rancias, como señaló la ministra Messa al término de su encuentro.
Una afirmación parecida a la que resonó en muchos de los participantes en el Meeting de Rímini y en otros encuentros públicos durante estos últimos años, que ilumina la naturaleza de esta originalidad: la experiencia de un carisma que permite vivir, no solo a los adultos sino también a estos jóvenes, la vida como una comparación continua entre las exigencias del propio corazón y lo que les corresponde en la realidad, incluso hablando de política internacional, marco universitario, derechos individuales o colectivos. Entonces no sorprende que, como contaban estos chicos durante la cena, su satisfacción no nazca del resultado de estos encuentros sino de haber podido experimentar una vez más lo bonito que es partir de su experiencia elemental y de su fe para descubrir el significado de los acontecimientos que marcan la vida pública de la que tratan en estos encuentros.
La vida nueva renace y renueva en todos la esperanza, incluso en aquellos que, como yo, son mucho más viejos que ellos.
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