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Huellas N.10, Noviembre 2021

PRIMER PLANO

Italia. ¿Por qué permanezco?

Giacomo Ciani

Un joven juzga su experiencia a la luz de la Jornada de apertura de curso de CL

En la Jornada de apertura de curso me impresionaron las palabras de Julián Carrón, sobre todo por su insistencia en no dar por descontado nuestra permanencia al movimiento y a la Iglesia, y en que la única manera de explicar este fenómeno es que vuelva a suceder continuamente un encuentro a la altura de nuestro deseo.
Esa noche salí con unos amigos a tomar una cerveza. Mientras algunos comentaban la jornada, me sorprendí recordando en silencio lo que Carrón había dicho, que no debemos dar por descontado ese encuentro tan “pertinente con la vida” que nos hace permanecer en el movimiento y vuelve razonable nuestra fe. Pensaba: todos los comentarios y consideraciones están bien, pero lo único que de verdad me interesa, lo único que me hace seguir aquí con estos amigos es que deseo estar tan contento como ellos. Cada día deseo volver a vivir esa experiencia de plenitud, tan excepcional y diferente a lo que vivo con otros amigos. Eso es lo que hace razonable plantear la cuestión de la fe.
Estas últimas dos cosas las aprendí este verano. Todo comenzó un día que estaba estudiando con un amigo. A última hora de la tarde, nos conectamos por Zoom para seguir un encuentro con la comunidad de la Universidad Estatal de Milán. Enseguida intervino Alessandro, contando el diálogo que había tenido con una persona. Más o menos, le había dicho: «Yo estoy con vosotros porque me caéis simpáticos, pero no entiendo que eso implique la fe y lo divino. De hecho, también me caen simpáticas otras personas». Después hablaron otros y veíamos que el camino de la fe pasa por la sinceridad de juzgar como algo excepcional, y por tanto radicalmente distinto, la experiencia que se vive con ciertas personas. Oír esto me provocó inmediatamente. De hecho, durante mi experiencia en Bachilleres y estos años de universidad, he vivido muchísimos momentos que inmediatamente he juzgado como algo extraordinario, hasta decir muchas veces: «Esto es todo lo que necesito, es lo que deseo de verdad». Pero siempre me ha pasado que, al cabo de un tiempo, ese juicio de estima va decayendo, hasta resultarme totalmente indiferente estar con unas personas o con otras. Me he dado cuenta de que siempre he tenido la tendencia a reducir el alcance de lo que me pasaba, y por primera vez ese día me pregunté el porqué. Todo el verano me ha acompañado esta pregunta: «¿Qué hace que yo reduzca siempre esta experiencia, aunque antes (incluso solo un día antes) la haya juzgado como algo inequívocamente excepcional?».

Un mes después, se repitió la misma dinámica. Decidí ir a las vacaciones de la comunidad a La Thuile y estaba entusiasmado porque unos días antes había estado de vacaciones en Salento y volví muy contento, sobre todo por cómo me habían mirado y preferido algunos. Estaba deseando volver a ver a estos amigos. Sin embargo, los dos primeros días sentí una gran frustración, pues veía muy poco a las personas que me interesaban porque estaban implicadas en la organización de las vacaciones. Ya no me sentía preferido. Desilusionado, enseguida vi crecer en mí la tentación de reducir el carácter excepcional que les había atribuido. «Al final, no son tan distintos de los demás, a veces me quieren, a veces no, depende de la circunstancia», pensaba. Pero luego tuve que recapacitar, pues los días siguientes pude vivir la misma experiencia de correspondencia con personas de las que, a priori, no esperaba nada. Una noche, tomando una cerveza con dos chavales más jóvenes, que me estuvieron escuchando durante dos horas, tomándome muy en serio. Otro encuentro sorprendente fue con las personas con las que compartía mesa en el comedor, pues debido al Covid cada uno tenía un sitio fijo, una “burbuja”. Nunca los habría elegido, pero a la hora de comer y cenar estábamos juntos con la misma intensidad que en las otras vacaciones. Al final, la experiencia me “obligaba” a reconocer que había algo en común. Los amigos que tanto me habían fascinado eran así porque eran generados por la misma vida que generaba a estas personas con las que había compartido los momentos más bonitos de La Thuile.
Reconocer este dato es liberador porque te hace entender que la función del juicio y de la comprensión, que yo siempre había identificado con llegar a ser más autosuficiente, en realidad consistía en tomar conciencia de que todos dependemos de la experiencia que nos ha fascinado y que continuamente deseamos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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