Construyendo EM: el coraje de decir yo
Cuando en mayo de este año conocí el lema del EncuentroMadrid, “Mas allá del optimismo, la esperanza”, al leer el último párrafo que decía «queremos buscar y encontrarnos con personas que esperen, despierten y alimenten nuestra esperanza», surgió dentro de mí la posibilidad de contribuir a la construcción del EM proponiendo un encuentro con el director general de mi empresa en Madrid, que durante las semanas más duras de la pandemia nos enviaba cada viernes correos electrónicos, a los 15.000 empleados de la compañía en España, en los que nos alentaba a mantener la esperanza.
Se trataba de mensajes muy provocadores; algunos de ellos llevaban por título “El hombre en busca de un sentido”, “¿Qué soy yo?”…. Nos hablaba de su experiencia, y comentaba también lo que dicen distintos autores sobre este tema. Me resultaban tan provocadores que tuve el coraje de responder al tercero de sus correos, donde hablaba del libro Los Miserables destacando la generosidad responsable del obispo de Digne, en ese acto de amor incondicional hacia Jean Valjean que le provoca un cambio. Le hablé sobre mi experiencia y qué es lo que sostenía en mí la esperanza en aquellas semanas tan duras. Le hablé del libro de Julián Carrón que me estaba acompañando en aquel momento, El despertar de lo humano. Reflexiones de un tiempo vertiginoso, y de la presentación que hizo Pilar Rahola. Existía una relación tan estrecha entre lo que él nos trataba de transmitir y lo que desde otros ambientes también estaban contribuyendo a mantener una esperanza cierta, que no pude dejar de compartirlo con él.
Este humilde gesto teniendo el coraje de responder y compartir toda mi humanidad, de la misma forma que él la había compartido con toda la compañía, dio lugar a una relación que me ha permitido este año invitarle a ser ponente en la mesa redonda sobre “El trabajo en el centro del paradigma de la sostenibilidad”, contribuyendo a la misma desde el punto de vista de la empresa. Accedió encantado y entusiasmado. Tras la ponencia expresó su asombro por tantas personas que se habían parado a preguntarle. En la cena previa que tuvimos con todos los ponentes de la mesa redonda, y después en el concierto de jazz, a los que acudió acompañado con su mujer, surgieron encuentros y relaciones que son el inicio de una amistad con muchos, de donde ya han nacido las ganas de un reencuentro.
Estar delante de la realidad con todo lo que uno es, dejarse provocar y tener el coraje de decir yo, tiene una potencia que va infinitamente más allá de lo que uno pueda calcular.
Almudena, Madrid
La sorpresa de una amistad
El otro día me felicitó una amiga porque le había gustado mucho EncuentroMadrid este año. Le contesté que EncuentroMadrid solo son las migajas que concedemos al resto de nuestros amigos los que trabajamos para llevarlo adelante, porque lo realmente grande es la amistad que vive este grupo. Era una broma, claro. Pero no tanto…
Cuando me invitaron hace tres años a participar en el trabajo continuado de organización de EM fue una enorme sorpresa encontrarme formando parte de un grupo de amigos, muchos de los cuales hasta entonces conocía poco más que de vista, volcados en un trabajo exigente, dando su tiempo libre con alegría, por una obra que no era suya. Para mí fue un primer despertar de un cierto amodorramiento.
Con el paso de estos años, que han requerido un incremento del esfuerzo y el cansancio en la parte del trabajo que a mí me corresponde, sin ahorrarme el encontronazo con los límites de los amigos con que he tratado, esta amistad ha empezado a entrar en mi vida, tímidamente, más allá del espacio dedicado concretamente a trabajar para EM. Mirar amigos que viven una fatiga mayor con más paz, que son más libres del éxito y terminan más contentos que yo (que lo estoy), te hace preguntarte por qué sucede esto. Comprender que no es porque sean más capaces o más voluntariosos, sino porque son más sencillos y más dóciles en reconocer que su vida es de Otro y EM es para Él, es una provocación y una esperanza que espero que me acompañe y corrija, como decía, más allá de EM. Es una amistad que recomiendo (hay puestos vacantes).
Javier, Madrid
Tocada y herida
Llevo semanas impresionada por lo sucedido en La Palma, que ha atrapado casi por entero mi corazón, y delante del texto de la Escuela de comunidad todo viene a explicar y responder a lo que me sucede. Julián Carrón comienza diciendo: «Pidamos al Espíritu que agrande la grieta de nuestro corazón para que la luz de Su presencia entre en nosotros».
Llevo semanas realmente absorbida escuchando muchas horas al día a las personas afectadas, fuerzas de seguridad, políticos, militares, científicos... escuchar, escuchar y escuchar el grito, uno detrás de otro, de tantas personas. Un guardia civil que lloraba como un niño: «¿Quién está preparado para esto?». Nuestro corazón no está hecho para sufrir.
Dice la Escuela de comunidad que «una fe que no se pueda encontrar en la experiencia, que no tenga que ver con la vida, que no sea capaz de responder a sus exigencias, que no potencie lo humano, no puede cautivarnos, no puede atraer al hombre real». Si yo tengo que describir por qué estoy aquí hoy, por qué sigo en la Iglesia, por qué el carisma me ha cautivado, es precisamente por una mirada. Yo descubro mi mirada cambiada por cómo he sido abrazada yo.
Este cambio de mi mirada no deja de sorprenderme porque en mi familia no he sido educada así. Delante del sufrimiento ajeno, yo pasaría de largo. En cambio, Cristo y el movimiento han potenciado esta humanidad en mí. Cada día soy menos impermeable al sufrimiento ajeno, porque si dejo que la realidad me afecte, me toque, me golpee, sacuda, cada necesidad humana, tendré los ojos más abiertos para reconocer quién y qué puede responder a mi necesidad y la de cualquiera.
La semana pasada, entre tanto dolor, no hacía sino escuchar miles de iniciativas de solidaridad, en todas las islas y fuera: de particulares, comerciantes, empresas, políticos, entidades públicas, privadas, equipos de fútbol, artistas, actores... y busqué imágenes de lo que llaman el “pabellón de la solidaridad” y me quedé impresionada. ¿Quién es capaz de mover el corazón de tanta gente, personas distintas? Hasta políticos de todos los colores se han puesto de acuerdo en el Parlamento canario.
He podido ver y comprender que toda esa solidaridad, todos esos gestos de humanidad, describen y desvelan la humanidad de Cristo y sus obras de misericordia. «El carisma suscita afinidad», y yo esta afinidad la veo en mí hacia todo lo humano, venga de donde venga, de un guardia civil que se conmueve por el sufrimiento humano o de cualquier iniciativa de solidaridad del mundo entero. Todos estos hechos y testimonios que he escuchado, al mirarlos con ojos nuevos, con los ojos de la fe, me hacían comprender que ahí acontece la esperanza para mí, primero para mí y por ende, para todos, porque si puedo comunicar esperanza es por un impacto que he recibido, por un hecho que me ha cautivado. Por eso sigo aquí, porque mi herida es cada vez mayor, pero también la luz que entra, que me cambia la mirada.
Raquel, Tenerife
La flor de la esperanza
Al principio de la pandemia empecé a preguntarme: ¿no será hora de pedir mi jubilación? Tengo 38 años de antigüedad como funcionaria en el ministerio, me faltan aún dos años, pero con el Covid, el pánico hizo que pareciera que la solución fuera encerrarse. Pero este año he empezado a trabajar en un proyecto que asiste a los productores más humildes del país y me pidieron viajar al campo, algo a lo que me resistía en parte por el miedo a exponerme al Covid, pero tal vez también por comodidad. Pero insistieron y al fin cedí a esa nueva experiencia, muy enriquecedora por cierto para mi vida.
Allá, en lo más recóndito del país, una experiencia laboral nueva nacía con gente muy humilde que con sencillez manifestaba su agradecimiento y contento por nuestra visita. Me preguntaba al volver al hotel: ¿por qué estoy aquí? No fue algo que proyecté, era una realidad que se imponía. La certeza de Su presencia me acompañaba todo el día con signos evidentes que me ayudaban a crecer.
Estando allí sentí la necesidad, a pesar del cansancio, de conectarme a la Escuela de comunidad. Sentí un gran estupor al descubrir que Dios siempre me llama del modo más inesperado: en el lugar y con la gente que elige para mí. A través de la compañía, siguiendo a pesar de mis limitaciones, poniendo siempre preguntas, me sacude para que no me quede quieta y salga a buscar el oro en el barro, ese tesoro que tiene guardado para mí.
Apostar mi libertad por desafiar con fe cada momento de las circunstancias me exige tener esa mirada al otro, mirando su necesidad, que es la misma que la mía. Contemplando allí la naturaleza, la tierra fértil que Dios nos dona; se siembra la semilla y da abundante fruto que cosechar. Y la comparo con mi vida. Debo trabajar para que mi “yo” crezca en la fe, caminando y verificando que el otro es un bien para mi vida. Sin dar nada por descontado. Mi mayor misión es esa mirada cargada de esperanza. Como decía don Giussani, «al final la diferencia está entre quien ha hecho un trabajo estable y quien no lo ha hecho».
Antonia, Asunción (Paraguay)
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