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Huellas N.08, Septiembre 2021

RUTAS

Un día en el Meeting

Stefano Maria Paci

Encuentros, exposiciones, voluntarios y «una inmensidad de actos preciosos que no saldrán en las páginas de los periódicos, el Meeting más auténtico». Después de tantas ediciones, sigue siendo nuevo. El impacto de una jornada en Rímini

La chica de la oficina de prensa ríe alegremente: «El Meeting acaba de empezar y ya hemos batido un récord», dice divertida, «creo que en 42 años nunca hemos visto que el autor de un evento no logre entrar en la sala». Tras cruzar las puertas del recinto ferial de Rímini, mostrando el pasaporte de vacunación, subo directamente a la oficina de prensa para preguntar si podía sacar entradas para asistir esa noche a la proyección de la entrevista que hice a Edith Bruck, dentro de una serie de conversaciones promovidas por Tracce. Las otras dos eran con el escritor español Jesús Carrasco y Elisa Fuksas, escritora y cineasta. Una iniciativa pensada para conocer y salir al encuentro de personalidades significativas, siguiendo una de las características que siempre ha distinguido al Meeting.
Como cualquier periodista, he hecho muchas entrevistas, pero esta fue más que eso: un encuentro. Verdadero y conmovedor. Estuve hablando con ella durante horas en su casa del centro de Roma, hasta lloramos juntos. Pero, a pesar de los esfuerzos de la oficina de prensa, no quedaban entradas, llevaban agotadas una semana. Paciencia, me digo, la seguiré en directo por la aplicación del Meeting, o después en YouTube.
Bruck, finalista del Premio Strega de este año con su libro Il pane perduto (El pan perdido, ndt.) y ganadora del Strega juvenil, me habló de cuando llegó a Auschwitz con 13 años y de su intensa y complicada vida después de su liberación. Me quedé impactado por su pureza y su total incapacidad para odiar, y descubrí en ella, sin ser religiosa, un profundísimo y sobrecogedor deseo de Dios. Bailarina, poetisa, cineasta, guionista, nunca tranquila ni en calma, ni siquiera ahora, con 90 años, siempre buscando el sentido de la existencia. «Busco continuamente mi yo más profundo», me decía. «No creo en Dios, pero no ha habido ni una noche en mi vida que me haya dormido sin dirigirme a Él».
Al final conseguiré ir a la proyección, pero mientras tanto tengo por delante casi media jornada que está a punto de empezar. En el salón principal, el acto inaugural, y vaya acto. El presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, y el Papa juntos. El primero en directo, el segundo mediante un larguísimo mensaje. En la gran pantalla, el rostro del presidente escucha con atención a Bernhard Scholz, presidente del Meeting, que lee las palabras de Bergoglio. El Papa habla del Meeting, comenta el lema («¿De dónde puede venir entonces el coraje de decir yo? Sucede gracias a ese fenómeno que se llama encuentro»), cita a don Giussani y afronta el tema de la pandemia. Mattarella recuerda un diálogo que nunca ha interrumpido con el Meeting. Hace cinco años, cuando comenzaba su mandato, acudió a Rímini y en aquella ocasión habló precisamente del yo, casi anticipando el lema de este año, diciendo que no es solo cuestión identidad sino también de dignidad y libertad. El salón está lleno, todos con mascarilla y guardando las distancias. Mucha gente, muchísimos jóvenes, se encuentran por los pasillos y en los pabellones. Es increíble que hayan podido organizar un Meeting presencial en este momento. Hay casi dos mil voluntarios.

Pienso en el camino recorrido desde el primer Meeting, en 1980, cuando recorría mi pueblo con mis amigos colgando carteles para anunciarlo, creo que ya aparecía el perfil de una paloma en el logo, y me pasaba las noches de verano en Rímini para construirlo físicamente. En vez de salir de discoteca, me dedicaba a cepillar tableros y pintar paneles.
Al salir del encuentro inaugural, me encuentro en el teléfono un mensaje de Ricardo, un joven portugués que conocí en Roma y luego vi en Lisboa. «Hola, ¿estás en Rímini? Te he visto en el directo de YouTube», escribe, y me dice que él también está colaborando en un pequeño Meeting desde Alverca. Lo inaugura el obispo de Madeira y retransmiten varios actos en directo con traducción, además de celebrar algunos actos propios. Son pequeños Meeting que van creciendo.
Mientras camino por los pasillos, repaso en la App los eventos que he reservado. Pero hay demasiados encuentros, demasiadas personas, demasiadas exposiciones interesantes, demasiadas cosas que no consigo ver, pero por suerte este año todas las conferencias están disponibles en la web, así como gran parte de las exposiciones.

Durante años, viví el Meeting como periodista, cubriendo para el informativo los encuentros y personas que intervenían, este año lo disfruto sin afán profesional y descubro una inmensidad de actos preciosos que no saldrán en las páginas de los periódicos ni en la televisión. Ese es el Meeting más auténtico. Porque el Meeting no es solo uno. Cada año hay tantos Meeting como personas que participan, cada uno vive el suyo, y se lleva sus propias sensaciones, experiencias y recuerdos.
Visito una exposición que tiene especial significado para mí. La protagonista es Rose, una mujer ugandesa que conocí en la época del Sínodo de África en 1994. Fui a Kampala para entrevistar al padre Tiboni, ella era una joven que estaba fascinada con él y con la experiencia de AVSI. Los de AVSI me recibieron con palas en posición de ataque. Por suerte, no era a mí a quien esperaban así sino a una larga pitón que se había colado en el barracón donde me iba a alojar. Hablé mucho con muchos de ellos y con Rose, que me contó su experiencia en CL, su trabajo como enfermera en un país doblegado por el Sida y su voluntariado en la cárcel. Al final me dijo: «Mañana por la mañana acompaño a un sacerdote que va a bautizar a un hechicero en el bosque, ¿quieres venir?». Estupefacto, seguí a esa chavala. Yo pensaba que los hechiceros solo existían en los libros de cuentos. Tras un largo y ajetreado camino en jeep con las ramas rozándonos la cara, llegamos donde estaba aquel hombre, que la había conocido y se había convertido, y vi cómo el cura lo bautizaba. Al día siguiente, mientras iba con Rose sorteando canales por los que fluía agua con residuos orgánicos, nos encontramos con una mujer que estaba en los huesos y tenía el rostro hundido. Tras un breve saludo, Rose me dijo: «Esta mujer era una bruja, abandonada por todos en su cabaña y enferma de Sida. Yo le traía medicinas y charlaba con ella. Se convirtió, pero la primera vez que entró en la iglesia las demás mujeres huían de ella y la insultaban. Entonces yo les dije: si el Señor os perdona y os ama, ¿de verdad pensáis que no va a perdonarla a ella?». Sé que es reductivo, pero al visitar la exposición no podía dejar de recordarla como aquella joven que convertía a brujas y hechiceros.
La muestra del Meeting es muy intensa, llena de entrevistas y relatos, donde Rose es el centro de innumerables actividades que implican a muchísima gente. Se hace evidente, palpable por su sencillez, que un yo en acción puede cambiar el mundo, que la alegría de la fe puede construir grandes obras en cualquier parte del planeta y en cualquier situación que uno tenga que vivir. Hago una reserva en varias exposiciones y tengo que saltarme tanto el encuentro con los deportistas como el de dos protagonistas de la escena eclesial, como son el dominico Adrien Candiard y el jesuita Orobator (luego me dirán que ha sido estupendo y lo veré en YouTube) para visitar la muestra “Vivir sin miedo en la edad de la incerteza”, con testimonios en video mezclados con imágenes de actualidad y palabras de Julián Carrón, Rowan Williams, exarzobispo de Canterbury, y el filósofo canadiense Charles Taylor. ¡Qué sorpresa! Muy buena, con entrevistas intensas que responden a las dudas que plantea la actualidad. Las palabras de los tres se mezclan con imágenes de sucesos, fragmentos de películas y entrevistas a los cantantes preferidos de los jóvenes. Un intento de responder a las preguntas más molestas y a la habitual sensación de incertidumbre que reina en nuestro tiempo. De nuevo aquí, la naturaleza del yo es el hilo conductor, con su inextirpable sed de verdad, justicia y belleza. Debe haber supuesto un duro trabajo, igual que la exposición que visito justo después, “Una pregunta que quema”, dedicada de manera asombrosa a las series televisivas más famosas, de las que reproducen amplios fragmentos. Me llama la atención una frase de Neil Landau, famoso guionista de series americanas. A la pregunta «¿por qué nos gustan tanto los héroes frágiles?», responde: «porque necesitamos que nos perdonen».
Ese día no consigo entrar en la exposición dedicada a Pasolini, así que lo dejo para más adelante. En la entrada, una gran frase tomada de la biografía de Giussani escrita por Alberto Savorana desvela que el fundador de CL tenía en su escritorio una carta que quería enviar a Pasolini para pedirle un encuentro, justo el día en que se conoció la noticia de su asesinato.
Esta noche es el concierto de inauguración con el gran violinista Uto Ughi. Gratuito, en la plaza central de Rímini. Tampoco quiero perderme el espectáculo con Paolo Cevoli, al que conozco desde el instituto. Luego me dirijo a la sala donde se va a proyectar la entrevista con Bruck y pienso: solo es el primer día…

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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