El presente es lo único que tenemos. Resulta paradójico, precisamente porque lo tenemos, que sintamos dentro esta inagotable tensión por vivirlo, por estar presentes en el presente. Como si nunca lograra colmarse. Si se absolutiza, perdemos el aliento; y para recuperar el respiro, caemos en una continua huida hacia adelante.
¿Aprenderemos algo? Esta es la pregunta de fondo de la pandemia. Hemos atravesado meses en los que el virus ha vuelto a ponernos delante de lo que es esencial en la vida, ¿pero qué hemos ganado que nos ayude a afrontarla? El virus se comporta igual que tantas otras cosas: sucede, nos impacta, casi nos obliga a abrir los ojos ante el hecho de que la existencia no nos pertenece y nos hace descubrir la grandeza de ser puro don. Luego pasa. Y a menudo pasa también la novedad que cambió nuestra mirada. Sucede igual con los momentos de alegría o de shock por una tragedia que rasga el velo de la apariencia cuando volvemos a la normalidad.
¿Qué queda de lo que hemos vivido? La respuesta se desvela en el presente. En este número hemos seguido la provocación de Rosa Montero, escritora y periodista que en su columna de El País, ante los festejos por el fin del estado de alarma, afirma que es inevitable volver eternamente a empezar de cero, recaer en el descontento. «La pandemia», escribe, «debería habernos enseñado algo respecto a la vibrante y única verdad del presente, de este instante exacto en que vivimos». Pero, en su opinión, no aprendemos nada, siempre posponemos para otro momento la ocasión para tomar conciencia del vivir. «Como si el presente solo fuera una estación de paso» y nosotros pasajeros hacia una meta, la felicidad, a la que jamás se llega: solo el hoy existe, el aquí y el ahora.
¿Pero qué nos dice el hoy, el aquí y el ahora de nuestra vida? ¿Por qué es razonable afirmar que este preciso instante en que vivimos tiene consistencia, es comienzo y no fin? El diálogo está abierto y por eso proponemos lo que ha sucedido en una asamblea con Julián Carrón y las comunidades del movimiento en Europa del este. El encuentro con Cristo abre la razón de par en par, nos hace ver lo más profundo de la realidad y de nuestra existencia. Sabemos que crecemos humanamente cuando sorprendemos nuestro ser, empieza otra manera de vivir el presente, sin huir, sin renunciar a la promesa de cumplimiento. ¿Es posible no posponer la felicidad? La necesidad de «aprender a aprender», la necesidad de plantearse preguntas vitales y no recetas, la búsqueda de respuestas dignas de nuestra humanidad. Ese es el hilo transversal de las entrevistas y experiencias de este Primer Plano, como contribución al lema del próximo Meeting de Rímini (20 a 25 de agosto), “El coraje de decir yo”. ¿Qué es este coraje, que implica decir yo? Afrontando estas preguntas que resuenan de manera implacable, se abre un espacio para responder.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón