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Huellas N.06, Junio 2021

RUTAS

África. Pertenecer a pueblo

Davide Perillo

«Es algo inexplicable. Te dan ganas de saltar de la silla y gritar a todos que la vida tiene sentido, que no acaba en lo que sucede. Tiene un sentido y está ahí, ¡es alguien presente! Y entonces ya no tienes miedo a nada». Lo dice con una sonrisa en los ojos Rose Busingye, mientras cuenta el impacto que le han causado los Ejercicios. Para ella y sus amigos de Uganda han sido una gran novedad, en muchos sentidos.
Sobre todo, porque ellos también estaban allí, en directo. Nada de grabaciones, nada de voice over para escucharlo después. «Pedimos la conexión en vivo porque queríamos vivirlo al mismo tiempo que sucedía. Que nos pasara a nosotros lo mismo que estaba sucediendo a otros». Se juntaron 42 personas en el Centro de los Combonianos de Kampala, cumpliendo todas las prescripciones indicadas («gracias a Dios, el Covid aquí está siendo menos duro»). Todos juntos, online. «Todos hemos agradecido esa contemporaneidad que nos hace sentirnos parte de un pueblo. Es algo de lo que estás hecho, como tu piel, tu naturaleza». Rose añade otra palabra: «Ceder. Antes nos preocupaban las cuestiones prácticas: los ocho euros, la conexión, la traducción… Pero solo se trata de ceder, de acoger un acontecimiento que está sucediendo en este instante. Al ceder, dices: “Sí, vamos”. Y allí estábamos, atentos, mirando a ese hombre que hablaba. A través de él, nos hablaba Jesús».

Así tocó el corazón de Ketty, una de las mujeres del Meeting Point. «Me preguntó: ¿pero cómo puede conocerme tanto Carrón? Conoce mi historia, mis pecados… ¿Es que le has hablado de mí?». O el de Hanifa, musulmana, que le dijo: «Quiero volver siempre a esa mirada. Me hace vivir mejor hasta el Ramadán». «Le preguntamos cómo podía estar aquí todo el día sin comer y nos dijo: “Esta es mi casa”. Tiró de sus ahorros para pagar la inscripción».
Rose también dice que se sentía como «en casa, en paz. Ante un hecho así, solo puedes decir: ¿pero qué puedo temer? Lo tengo todo. Es como si toda mi nada, mi pecado, fueran abrazados. No hay nada de mi vida que se quede fuera. Lo que me salva está ahí, presente. Me habla». El mayor impacto lo tuvo al oír hablar del «Misterio como razón y afecto. Dios no es algo intelectual: es un afecto que te precede. Tú estás pensando en otras cosas, y Él ya te ha abrazado. Para mí, mirar a Dios así es de otro mundo. Tiene que ver conmigo, con mi manera de vivir, de comer… Coincide con mi propia carne. Se te pone la piel de gallina cuando te das cuenta de que Dios se hace carne de tu carne. Y que su amor es eterno, no tiene límites. Me deja con una gran pregunta: ¿pero quién es el hombre? ¿Quién soy yo para que me cuides? De otro mundo».
Su eco es sencillo y radical. «Te encuentras bien. Cuando Jesús está, te llena. Solo tienes ganas de estar ahí, con Él. Hubo un momento en que Carrón hablaba y yo pensaba: yo quiero ver a este Dios. Normalmente tengo miedo a la muerte, pero veía allí tal grandeza…». ¿Nunca te había pasado? «Una vez, con don Giussani. Mirando cómo me miraba, yo pensaba: “Pero cómo será Dios… Si este hombre me mira así, con esta ternura, cómo me mirará Dios”. Entonces sentí el deseo de verlo, y me ha vuelto a pasar. Saltaba de la silla: “¡Quiero verlo!”».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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