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Huellas N.03, Marzo 2021

BREVES

La historia. Los dos de primero C

«Ana, lo siento, pero ahora tienes que sustituir a un profesor en primero C». El bedel la espera en lo alto de la escalera, con una media sonrisa alentadora. «Betty, tengo que corregir dos tacos de deberes y ellos tendrán que estudiar. Les propondré un pacto de no beligerancia». Ana avanza decidida y entra en clase con determinación. Pero unos minutos después del sonido de la campana, ya debe pedirles que guarden silencio. Luego otra vez zumbidos, risitas, teléfonos móviles encendidos. Levanta la voz. Siguen indiferentes a sus llamadas. Especialmente dos, al fondo de la clase, que están particularmente agitados. Están preparando bolas de papel para jugar un partido. «¿Cómo os llamáis vosotros dos?». «Mirko». «Pietro». «Venid aquí delante. Os voy a examinar de los verbos irregulares. Le pasaré la evaluación a vuestro profesor de inglés». El clima se congela. Ella se despacha con un aluvión de preguntas imposibles. Después de darles un buen repaso, los envía de vuelta a sus pupitres. «Por mí tenéis un cuatro», dice seráfica, mientras abre el registro electrónico. «Ahora será mejor que empecéis a repasar, de lo contrario llamaré a dos más».
La amenaza funciona. El aula es una explanada de cabezas inclinadas sobre los libros. Ana se pone a corregir exámenes. Pero en el silencio se encuentra incómoda. Le asalta cierto remordimiento por cómo los ha tratado, por cómo se ha impuesto. «Has conseguido lo que querías y no estás satisfecha...», piensa. Deja su bolígrafo y guarda los exámenes. Se levanta y se da una vuelta por los pupitres. Tímidamente hace algunas preguntas: «¿Por qué has elegido esta escuela?». «¿Qué asignatura te cuesta más?». Empiezan a contar sus historias, alguien le habla de su familia y le enseña fotos y videos de hermanos, vacaciones, perros y gatos.
Ana llega al final de la clase. Se incomoda ante los ojos de Pietro y Mirko. «¿Y qué deportes hacéis vosotros dos?». «Yo rugby y él fútbol, pero llevamos meses estancados por el Covid». «Lo entiendo, os falta un poco de desahogo físico. Mirad, chicos, todavía no he apuntado ninguna nota, hablaré primero con mi compañero». Detrás de sus mascarillas, le sonríen. Ella les guiña un ojo y se va.
Mirko levanta la mano: «¿Puedo hacerle una pregunta?». «Sí, dime». «¿Usted cree en Dios?». Ana se queda atónita, por un momento teme que quiera burlarse de ella. Pero luego cede: «Sí, creo en Dios». «¿Pero en el Dios de los cristianos? ¿Por qué cree precisamente en él?». «Porque es el único Dios que se hizo hombre, uno de nosotros, alguien con quien poder estar, charlar, comer». La clase se convierte en una hoguera de preguntas. Suena el timbre y siguen charlando.
La semana siguiente, mientras avanza por los pasillos, Ana oye que alguien la llama. Mira atentamente, pero no los reconoce. «Profe, somos los dos de primero C». «¡Ah, sí, los de la pregunta! ¿Pero por qué me la hicisteis?». «Profe, porque nos miró a la cara. Debe volver, porque tenemos más».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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