Queridos amigos:
En enero se celebraron las elecciones presidenciales en Uganda, que estuvieron precedidas por semanas muy tensas. Tuvimos huelgas y manifestaciones durante la campaña electoral y, por desgracia, también decenas de muertos. El clima fue tenso hasta el día de la votación. Internet quedó bloqueado para asegurar un cierto control y prevenir posibles desórdenes, se recomendó a la gente que fuera a votar y volviera inmediatamente a casa para no tener más problemas.
Aquella mañana, después de estar esperando inútilmente a un amigo que se había propuesto acompañarme, me puse en marcha yo sola para llegar a la sección electoral donde tenía que votar. Mientras conducía, me encontré en medio de una multitud de militares advirtiéndonos de que fuéramos con calma y atención. Todos parecían tener miedo, así que yo también empecé a asustarme. Pero la presencia de soldados, que podría provocar cierta sensación de pánico, en cierto modo me tranquilizó. Pensaba: «Es mejor que estén, y no al contrario». Mientras tanto, me abrían paso formando un pasillo. Me sentí escoltada, como una reina, hasta mi destino. Cuando llegué a mi sección electoral, me topé con algo nuevo. Las mujeres del Meeting Point (ONG fundada por Rose dedicada a mujeres seropositivas y huérfanos, ndr) estaban todas allí: unas charlando tranquilamente, otras habían aprovechado la ocasión para improvisar un puesto de venta de fruta… Me recibieron como si fuera la presidenta. Me dejaron asombrada. Ellas no tenían miedo. No habían sido escoltadas por militares, pero vivían de una certeza que las hacía estar tranquilas.
Mientras estaba en la fila para votar, me di cuenta de que toda la organización de la sección corría a cargo de los chavales de la Luigi Giussani High School y de antiguos alumnos. Me quedé realmente conmovida porque mis ojos habían visto a estas mujeres y a sus hijos afrontar esta circunstancia con un inmenso grito de significado. Hay alguien que nos desafía en cada instante. Hay Alguien que desafía a mi corazón en cada instante. Me di cuenta de que lo que me asusta es no tener fe. Ellos, en cambio, estaban delante de mí con una inteligencia única, metiendo sus manos en la realidad sin miedo, y eso me hizo pensar en cuántas veces yo me mido y les mido a ellos según mi propio proyecto de éxito, con la consiguiente sensación de fracaso, cuando en cambio es mucho más liberador encomendarlos a Aquel que los está haciendo en este instante y que los salva constantemente.
Los veía a todos implicados en el servicio de orden, elegidos para esa tarea, valorados por esa tarea. En cambio, yo a veces los miro según mi proyecto, según mi idea de utilidad, y cuando veo que no la cumplen, siento que he fracasado. Los miro según mi propia imagen y medida, y no por el gran destino para el que Dios los ha hecho, un destino que cumple como y cuando Él quiere. Ciertamente, el Señor no deja de repetirme: «Mira lo bien que hago las cosas».
Nosotros miramos continuamente nuestras propias manos, intentando afirmar obstinadamente lo que somos capaces de hacer, en vez de mirar Sus manos en acción, que continuamente nos generan y nos crean.
En medio de la aparente extrañeza de la situación, percibí por un instante una familiaridad con la realidad que tenía ante mis ojos. Me sorprendí diciendo que merecía la pena ir hasta mi sección electoral solo para comprender que ya he vencido, antes incluso de votar y saber los resultados. Me sentía victoriosa porque Le había visto vencer. Él me dice: «Yo venzo siempre, incluso cuando tú, con tu mirada y tu medida, crees haber perdido». Realmente se vale de los pequeños y maltrechos, como nuestros chavales, para confundir a los ricos.
Rose Busingye, Kampala (Uganda)
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