Rezar el Via Crucis
Poco antes de la Cuaresma, una de las mamás a las que ayudamos fallecía de Covid en el hospital. No hubo tiempo de despedirse, todo fue muy rápido. No sabía que la quería tanto y me he sorprendido llorando por ella y preguntándole a Dios qué quiere que hagamos con sus niños. Son hijos de distintos padres, sin pasaportes de la patria de sus abuelos, ni americanos por nacimiento, tampoco tienen pasaporte para el cielo pues su deseo de bautizarlos nunca se hizo realidad. Hay que rezar para que el sistema aquí no los separe, pues realmente son buenos niños. Gracias a Dios ya hemos encontrado a quien pague la renta un par de meses ya que el padre tiene mucho papeleo que hacer, pero lo que realmente nos gustaría es encontrar una casa en el campo que los acoja a los tres. También estamos preparando el bautizo de los niños, ¡pues Dios nunca los dejará huérfanos! También varios conocidos han dejado huérfanos a sus hijos en España, y por ellos también rezamos. ¡Qué bueno que la Cuaresma nos recuerde el rezo del Via Crucis y la oportunidad de ganar la indulgencia plenaria por un alma del Purgatorio!
Sr. María Cristina Sisters of life, Nueva York
El libro del mes
Anoche me dejaron impactada las imágenes de los disturbios sucedidos en Cataluña. Enseguida escribí a un amigo catalán interesándome por cómo estaba ante esos hechos. Cuando vi su mensaje al acabar la misa de miércoles de ceniza, me volví a sorprender por cómo me describía su ánimo cansado, pero con una humanidad preciosa. Los independentistas que se enfrentan a la sociedad y a las familias, el hastío general, la mentira de un falso ideal... Me impactó su cansancio, mientras vigilaba mi corazón que se sentía herido y preocupado por su negatividad. Cuando me metí en la cama, con mi libro de Ada Negri, me encontré con un poema maravilloso que describe un corazón que vuela más allá de las miserias ajenas que le rodean. Me sorprendí escribiendo a este amigo, y deseándole y empujándole a levantar la mirada. Ese poema volvió a despertar en mí el gran ideal al que aspiro, me hizo levantar la mirada a Cristo. Yo que venía de confesarme después de una misa de inicio de la Cuaresma, y que mil veces me detengo ante los males ajenos, gracias a ese poema podía retomar el vuelo. Leerlo me dio la paz que necesitaba. Un poema de las lecturas recomendadas me ha rescatado. Leer a los grandes, a Leopardi, Ada Negri, Dostoievski, Pèguy merece la pena. Hay que escucharles, dialogar con ellos a través de sus páginas.
Carta firmada
Un corazón que no se engaña
Me he desmoronado. Después de tanto tiempo me he desmoronado. Con solo escuchar la canción que dice: «e non riusciurono a fermarlo neanche i bilanci della vita… e mi dicevanno i tuoi occhi che ero giá stato perdonato». Esta canción describe lo más grande e importante que me ha pasado en la vida: el reconocimiento de que mi corazón lo llena el Señor a través de una mirada buena que me alcanza, no sé explicarlo mejor. Es así y punto. Hoy, después de mucho tiempo sin escuchar esta canción, empecé a llorar como una magdalena… a llorar muy fuerte. Era un llanto no de conmoción. A mí este confinamiento, supongo que como a todos, se me ha hecho muy difícil. Aparte de una situación muy angustiosa que he vivido, me sostenían las llamadas de mis amigos cuando me escapaba al supermercado a comprar. O las misas online. Se me acabó el trabajo, porque diseñaba stands para ferias y me quedé sin nada. Una casa nueva, un solo trabajo, cuatro niños: un horror. Gracias a Dios y providencialmente, encuentro un nuevo trabajo a 30 segundos de casa, es una tienda de una gran empresa que vende sofás y quiere abrir un nuevo departamento de decoración. Es un proyecto muy incipiente pero bonito. Y enseguida me vuelvo a ver preocupada por el dinero, por el éxito, de una manera que no me deja vivir tranquila. Yo sé que hay dos formas diferentes de vivir: o vives pensando que todo depende de ti, entonces es una continua batalla contra ti mismo, o te dejas hacer fiándote de que todo lo que pasa es bueno para ti, y entonces vives tranquilo. He conocido algunos proyectos online muy buenos, la verdad, pero que solo buscan la realización de uno mismo, el éxito y el dinero. Lo disfrazan un poco con que ayudan a la gente a ganar dinero, pero ya está. Y en un momento dado hasta pensé en sustituir esto por vivir mi vida en la fe. Pero no. No, no y no. Porque mi corazón no me engaña. Así doy gracias de nuevo por esta caridad que el movimiento y tú, Nacho, tenéis hacia nuestros corazones hambrientos de Algo en este mundo que nos sacie del todo.
Laura
Una nueva mudanza
Este ha sido un año muy difícil para mí, lleno de pruebas, incluso más allá de la pandemia. A mi esposo y a mí nos han requerido varios esfuerzos y mucha paciencia; los miembros de mi familia en Italia se han visto afectados por fracturas y enfermedades, que han puesto a prueba la convivencia, por lo que me ha pesado aún más no poder ni siquiera visitarlos. El último reto fue mudarme del Ticino a Basilea, por el trabajo de mi esposo: él es médico y su trabajo le requiere mucha dedicación, también en términos de horas. Así que me encontré nuevamente pasando mucho tiempo sola en casa, con todas mis preguntas sobre mi nueva vida y el camino que el Señor nos está haciendo tomar. Lo que más me ha sorprendido es darme cuenta de cómo mi fragilidad ha sido la rendija por la que he vuelto a florecer, aunque de forma diferente a como pensaba que tenían que ir las cosas, porque todas mis preguntas de sentido y mi necesidad de respuestas a los retos con los que me enfrento me han llevado a pedir y a no querer perder el tiempo. Lo noté los primeros días en Basilea, cuando comencé a buscar enseguida a las personas de la comunidad de CL. Verme actuar así está lejos de ser obvio porque, debido a mi timidez, es mucho más fácil esperar a que otros se acerquen. Esto, por un lado, me hizo respirar a pesar de las dificultades, porque empezar a hablar de ellas ha sido el primer paso para mirarlas sin asfixiarme: no había duda ni situación que no pudiera comentar con ciertos amigos. Por otro lado, me di cuenta de que no solo era bueno para mí, sino también para ellos, porque el deseo de vivir esa amistad era mutuo. He retomado relaciones que habían quedado inactivas y empezado otras nuevas que, jugándome con total libertad, han madurado rápidamente, justo cuando ni siquiera podíamos vernos. De hecho, el problema no es vernos para pasar la velada, sino tener caras con las que es posible tematizar todo lo que urge en la vida, sin descuentos, con las que poder experimentar que pese a todas las dificultades hay Uno que me quiere tal como soy, aquí y ahora. No es que yo quiera tener pruebas que afrontar o una pandemia para vivir así las relaciones. Es un poco como dice Chesterton: «Solo cuando realmente has naufragado encuentras de verdad lo que necesitas». No puedo negar que las pruebas de este año, gota a gota, me han hecho tan necesitada que ya no puedo pensar que me basto a mí misma o que puedo salvarme yo sola. Esto ha supuesto una maduración y un deseo de no perder el tiempo en mi vida y en las relaciones, aunque esto signifique simplemente cuidar de mi casa, llenar cajas para la mudanza y luego vaciarlas.
Stefania, Basilea (Suiza)
Aquella carta en Huellas
Un año después de la carta en la que les contaba la experiencia en el hospital con nuestra hija Constanza (cf. Huellas, enero 2020), por la redacción de la revista nos enteramos de que una pareja, después de leerla, quería conocernos. A los tres segundos de reflexionar, dije: «¡Sí, claro!», con la esperanza y probablemente la presunción de que se tratara de una pareja que, como nosotros, vivía la experiencia de un hijo en el hospital. Comenzamos una correspondencia por correo electrónico y enseguida su experiencia me golpeó con un fuerte dolor: habían perdido a su hija de tres años unos meses antes. Tras un momento inicial de desconcierto, les pregunté por qué querían contactarnos, me sentía absolutamente inadecuada. La madre me escribió: «Recibí la revista de una madre cuyo hijo había recibido el alta, que me la dejó para que la leyera en el hospital. Tu carta fue lo primero que leí. Recuerdo que me impresionó: a través de esa carta el Señor quería decirme algo. Dos meses después, nuestra hija murió. Tenía muchas ganas de daros las gracias, porque sin saberlo habéis sido mensajeros de Otro». Seguimos escribiéndonos. Hace un tiempo, llegó este correo electrónico: «Aquí está el regalo más precioso», con la foto de la portada de Huellas de enero de 2021. Exactamente un año después, sus tíos que pertenecen al movimiento les habían regalado la suscripción, y ese mismo día nos había llegado la revista también a nosotros. Empezábamos a mirar lo mismo, en todos los sentidos. La mayor sorpresa, sin embargo, fue cuando, un miércoles por la noche, recibí este correo electrónico: «¡Hola Sara! ¡Estoy presente! Y me introduzco en esta nueva realidad», con la foto adjunta de su pantalla abierta en la web de la Escuela de comunidad por videoconexión. Solo puedo asombrarme de cómo el Señor se vale de nosotros para tocar otros corazones, para hacerlos florecer de una manera inimaginable.
Sara, Conegliano (Treviso)
Abrahán y el chico del ordenador
En Chiavari, algunos que ya no somos demasiado jóvenes, la mayoría alrededor de los setenta años, trabajamos con tecnología de la información, que hemos aprendido a usar, para ayudar a los chavales de secundaria en sus estudios. Ninguno de nosotros objeta: «No puedo hacerlo». En definitiva, somos mayorcitos que no se rinden. Me solicita un chaval de segundo de bachillerato tecnológico para el estudio de Los novios y de Historia. Cada lección está siempre llena de preguntas y objeciones sobre lo que abordamos, nunca nos detenemos en el mero contenido, sino que llegamos a involucrarnos personalmente. Un domingo por la noche –las solicitudes siempre llegan en los momentos más inesperados–, me pide que le ayude a estudiar Historia, concretamente el Concilio de Nicea: nuestro Credo. A lo que el chico se ríe y me pregunta: «Pero quién dice que hay un solo Dios, tal vez hay dos, tres... ¿Qué sabemos nosotros?». Como un relámpago, recuerdo los Ejercicios de la Fraternidad de hace muchos años con don Giussani, cuando nos hizo recorrer el camino de Abrahán y de la revelación de Dios. Así que aquí estoy, atrás en el tiempo, sentado allí escuchando a Giussani, empapándome de esas palabras que se me han grabado en la memoria tanto que se me aparecen ahora, aquí, mientras estoy frente al ordenador, conversando con este chaval y explicándole cómo Dios eligió a uno, a un hombre, para revelarle Su existencia y ser Su compañero de camino. Me llené de gratitud hacia el Espíritu Santo y don Giussani, conmovida frente a los ojos de ese chaval, pegado a la pantalla escuchándome. Y entonces comencé a decirle: «Debes saber que un tal señor Abrahán un día...». Y al final añadí: «Ves, Él se reveló a Abrahán, y a una generación tras otra, hasta llegar a ti». Poder de la pertenencia a lo largo del tiempo, poder del ser testigos de un camino de fe, poder de restaurar moradas destruidas. Unos días más tarde, me pidió de nuevo ayuda, esta vez para el análisis lógico, y también invitó a un amigo suyo que, curioso, se conectó.
Marina, Chiavari (Génova)
La redacción de Nicole
Nicole, mi hija de 10 años, está en quinto de primaria. Un día vuelve del colegio y me enseña una nota laudatoria del director por una tarea de redacción. Es una alumna brillante, así que no le di mucha importancia y me limité a felicitarla. Dos días después, fui a buscarla al colegio y una antigua maestra suya me dijo: «Nicole ha escrito una hermosa pieza que el director leyó en la asamblea escolar». Todo este entusiasmo despertó mi curiosidad. Así que le pregunté a Nicole si me dejaría leerlo, pero había dejado el cuaderno en clase. A la mañana siguiente, recibo el boletín de la escuela por correo electrónico, y lo encuentro publicado allí: «Mientras caminaba por los campos podía escuchar el silbido de los pájaros, como si me estuvieran diciendo algo. El eco de los profesores explicando la lección acariciaba mi oído, una ligera brisa tocó mi piel, el hermoso aroma de las flores me hizo cosquillas en la nariz. Mientras caminaba por el polvoriento patio de recreo, algo me llamó la atención y me llenó de alegría: ver a los niños pequeños jugando. Podía sentir el sol ardiente calentar mi frágil piel. La hierba mojada hizo que los zapatos nuevos que uso para ir al colegio resbalaran. En algún momento me detuve. Solo quería abrazar el mundo y agradecer a Dios por todo esto. Miré hacia el cielo y vi a los pájaros volar como si fueran uno con el mundo. De camino a clase, casi pude saborear mis dulces y deliciosos pancakes. Mirando el cielo me di cuenta de que era tan hermoso como el atardecer y que vivo en un mundo maravilloso». Me sentí incrédulo y al mismo tiempo conmovido, porque es bueno ver que esto sucede. Inmediatamente pensé en el encuentro sobre educación con Julián Carrón del 30 de enero, que seguí desde Kampala, pero sobre todo me di cuenta de que esta es, con la sencillez de una niña de diez años, la experiencia que describe Giussani en el capítulo X de El sentido religioso, cuando habla del «asombro por una presencia», de la experiencia original de lo «otro» y de lo «dado», que en Nicole es el inicio de un camino de autoconciencia. «El asombro, la maravilla de esta realidad que se me impone, de esta presencia –escribe Giussani– está en el origen del despertar de la conciencia humana». Tiendo a perderme fácilmente en la mezquindad y en mis ideas, me falta mucha sencillez para reconocer que «yo soy Tú que me haces». Y en este hecho me he visto siendo educado por mi hija.
Sasà, Kampala (Uganda)
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