- El hombre pinta para explicarse a sí mismo.
- El que lo consigue, se convierte en artista. El que no, no pasa de ser un mero revolucionario. Revolucionarios fueron, pues, los que aprovecharon su insatisfacción para engendrar las ideas y sentimientos que se afirmaron en la Revolución Francesa. Revolucionarios, los que consiguieron, que en los treinta años precedentes a 1848, aquellas ideas y sentimientos maduraran del todo:
- Por primera vez en la historia del arte, la carencia ya no va a ser colmada mediante la evasión, sino por la valiente aprehensión de la más pura realidad. Y es que la realidad merecía la pena.
- Una realidad lo suficientemente viva y atractiva como para no enredarse en divagaciones excesivas. El arte no puede ser ya, más que una representación objetiva: un «saber hallar la expresión más completa de la cosa viviente... Y, ¿qué es más lleno de vida que el pueblo mismo? Su presencia en la cultura se hace imprescindible.
Ha de crearse una sociedad de auténticos productores, de coherente acción social. «El arte por el arte», ya no satisface.
Nace un espíritu nuevo, deseoso de afrontar la realidad de la vida diaria, y de proyectarse al futuro: nace el REALISMO.
- Es natural, que un período como éste, de combustión revolucionaria, la realidad fuese el problema central en la producción estética, desde la poesía a las artes figurativas. En todos los campos, la realidad apremia, irrumpe y arrebata. Cualquier instancia política, cultural o social habrán de ser reales para ser aceptadas.
- En torno a 1848, pues, la historia vive una compacta unidad política, histórica, cultural, apoyada en las fuerzas burguesas populares.
- El arte moderno no nació por evolución del arte del siglo XIX, sino por la ruptura de esta unidad:
- el comienzo de la crisis se puede hacer coincidir con el fin de las revoluciones europeas (mediados del XIX), aunque los signos se desvelaran del todo, a la desmembración de la denominada «Comuna de París». Esta página histórica, tiene una importancia decisiva, porque representa una de las últimas ocasiones, en que un amplio sector de la sociedad intelectual y artística con jugaba sus fuerzas, y también, porque, precisamente por la derrota de la Comuna, las contradicciones existentes en el cuerpo de la sociedad nacida de las revoluciones burguesas, adquirieron en toda Europa, una violencia extrema, acelerando el desarrollo de la crisis en curso.
- Sin embargo, la crisis de la unidad espiritual, no pasará en absoluto desapercibida. Hacía falta un vivo sentido de lo social, para darse cuenta antes que los demás, de los fenómenos que se manifiestan en el mismo cuerpo de la sociedad.
- Justo el que tuvo un Van Gogh; quien vivió convencido de que los hombres son la raíz de todo, lo que provocó en él un continuo sentimiento de melancolía, por no estar en la verdadera vida, en el sentido de que «quisiera trabajar más en la carne que en el color», a quien consolaba el hecho de no saber correr siempre con los propios sentimientos y con las propias ideas, y poder colaborar y trabajar con un grupo.
- Justo, el que tuvo Ensor, quien sin la pasión de Van Gohg, que se rompía contra la realidad, sin ser predicador como él, moralizó hasta el ridículo el filisteísmo que le acompañaba, con exquisito gusto.
- O justo el que tuvo Munch, en el que cualquier contenido de terror o angustia, encerraba una actitud mucho más polémica, que la de lo acertado o no de la combinación de colores y formas.
- Para el que hasta una Virgen sacrílega («Madona» ), es más verdad que la de la tradicional iconografía clásica, de una sociedad sin moral.
- Tres hombres, tres síntomas de las crisis que muy pronto darían lugar a la crisis misma: a partir de ahora, el arte oficial habrá de ser el encargado de encalar lo que ya olía a podrido. A pesar de su apariencia realista, no pasaba de ser pseudorrealista, su función ya no será la expresión de la verdad, sino el ocultamiento de la misma.
Después de 1870, la expansión del producto oficial, se hace descarada. A esta abusiva manifestación del poder, se oponen los intelectuales y artistas, quienes en la disyuntiva de mejor solución, no tienen por menos, que protestar huyendo. Aún más, a falta de ideas generales, la evasión será toda una fuga individual:
- surgen los mitos del «salvaje», y lo «primitivo», como parte de una sincera búsqueda de la propia naturaleza de hombre, fuera de la hipocresía, los convencionalismos absurdos, y la corrupción.
- Hubo quien como Gaugin, buscó la manera de encontrar un mínimo de virginidad en su espíritu, desesperadamente; confundiéndose con la tierra en su ansia de alcanzar el máximo grado posible de espontaneidad, proyectando en el erotismo, el medio fundamental para llegar a tal perfecto contacto con el «estado natural».
- El estado se convirtió en el medio para alcanzar tal éxito -en su casa de Haití llegaría a escribir en nativo: «Te Faruru», aquí se hace el amor-. Los disputas con los nativos misioneros católicos, llegarían a su punto cúlmen, cuando esculpe tablillas obscenas, para rivalizar con éstos, en la educación nativa, o impidiendo la entrada a las escuelas a los niños maories, gritaba: «No necesitáis ninguna escuela, la escuela es la Naturaleza.»
- No era posible cambiar la vida huyendo de ella; la única solución estaba en la presencia activa dentro de ella.
- Hubo, también, quien en su búsqueda particular, engendraría paralelamente, «EL INFANTILISMO o EL NEGRISMO». En definitiva, el máximo anhelo de cualquiera de ellos, lo constituía hallar algo medianamente puro, lo más alejado posible de la burguesía.
- La insatisfacción que la burguesía producía a los artistas, acabó por engendrarles una profunda agresión. A partir de ahora, la máxima sería: «Escandalizar al burgués»: reír en los funerales, o llorar en las bodas, o también, ¿por qué no!, pintar infantiles cuadritos con materias fisiológicas, para venderlos a turistas (Jacob).
- Los síntomas aislados, comenzaron a agruparse. De su delimitación, surgirían los movimientos que darán vida a las vanguardias artísticas del siglo XX: EXPRESIONISMO; DADAISMO, SURREALISMO; CUBISMO: FUTURÍSMO Y ABSTRACCIONISMO.
La rebelión, estaba a punto.
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