A nadie debe sorprender ya que nuestros obispos aborden y juzguen con interés y rigor cuantos problemas de la vida nacional puedan afectar a los valores morales o a la justicia individual y social, aún cuando los destinatarios de sus reflexiones no sean siempre quienes viven en una clave de fe. El contenido profundamente humano de una interpretación cristiana de la realidad, el compromiso del evangelio con el Hombre, en especial con el más pobre, y el libre derecho de participación exigible para todo grupo social en un régimen democrático, justifican ampliamente esta actitud, que es además un deber.
Esta vez la comisión episcopal hace un llamamiento a la obligación de todos, sin olvidar las instituciones, de asumir en la conciencia y en la acción la gravedad creciente de la crisis económica, y con este objeto ha hecho público el documento «Crisis económica y responsabilidad moral».
«La verdad desnuda es que España, hoy, es más pobre que hace diez años en una proporción aproximada al 20 por 100. La verdad es que, al igual que en otros países, en España las diferencias entre ricos y pobres son ahora mayores que entonces. La verdad es que a un Estado como el nuestro cuya Constitución establece que: "los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social v económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa"; tiene la obligación moral de elevar el nivel y la calidad de vida de los más pobres.»
Con párrafos tan claros como éste, el texto analiza esquemáticamente los datos del empleo, la capacidad económica y la disminución del poder adquisitivo de la población española, augurando, sin dramatismos, un empeoramiento de la situación a corto plazo.
«Hemos de asumir también las consecuencias dolorosas que se deriven de las medidas que el Gobierno, en justicia y solidaridad, se vea obligado a adoptar. Por eso resulta una postura demasiado fácil y cómoda seguir echando sobre los demás la responsabilidad de las presentes injusticias... » Habría sido sencillo hacer una crítica general de los diversos problemas y unas vagas recomendaciones generales a los fieles cristianos, pero el compromiso propuesto alcanza la exigencia de una planificación global previsora por park del Estado, la participación concreta de las fuerzas sociales, el llamamiento a una conversión personal, soluciones concretas a aportar por los ciudadanos, los empresas y la administración.
- Creación de empleo (recuérdese el comentario aparecido recientemente en NUEVA TIERRA sobre el congreso diocesano de lucha contra el paro).
- La obligación moral de invertir, junto con el deber del Gobierno de crear circunstancias favorables a la seguridad de tales inversiones.
- Redistribución más justa del trabajo.
- Redistribución más justa de la renta nacional entre ocupados y parados. (Subsidios, pago de los impuestos y reparto equitativo de las cargas fiscales.)
- Reparto de todos los costos sociales.
- La solidaridad efectiva con los parados y pensionistas.
- La desvinculación de los sindicatos y comités de partidos políticos y de la lucha por el poder...
Se califican como pecados graves d insolidaridad comportamientos como estos: La evasión de capitales, el notable incremento de la economía sumergida, el mantenimiento ilegal del pluriempleo y horas extraordinarias, la defensa egoísta de las propias rentas salariales, el exceso de los gastos superfluos, los ingresos inmoderados de algunas profesiones liberales, el nepotismo en la concesión de empleo, etcétera...
A lo largo del documento se hace también un llamamiento al Gobierno y la oposición para que se eludan las promesas fáciles y ficticias, así como el falso optimismo de propaganda electoral.
Los mismos obispos se comprometen a una serie de actuaciones en su misión pastoral, tras un llamamiento particular al discernimiento que concierne a todo cristiano.
No puede intentar suplir un artículo como este la riqueza de tratamiento de esta manifestación de la conferencia episcopal; baste lo dicho como una invitación a su lectura y reflexión, a la luz de la que transcribo de la misma conclusión del documento:
«Si los cristianos queremos vivir de acuerdo con el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo, debemos estar presentes allí donde lo exige la degradación de los hombres sin trabajo o sin unas pensiones y atenciones sanitarias dignas que la sociedad tiene obligación de garantizar a todos sin excepción.
Nadie debe aventajarnos en la defensa de la justicia, en la solidaridad con los que sufren y en el desarrollo de unas actitudes de fraternidad verdadera y eficaz, que van más allá de cualquier ideología y de los mejores modelos científicos.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón