Proponemos un amplio fragmento del encuentro de la comunidad de CL en Taiwán con Julián Carrón, el pasado 22 de noviembre de 2020 por videconexión
Padre Donato Contuzzi. Para preparar este encuentro, cada uno de nosotros ha mirado su propia experiencia y su encuentro con el movimiento. Me ha impresionado, porque a veces corremos el riesgo de acostumbrarnos a una belleza que en cambio es totalmente excepcional.
Zheng Zhong. Antes de 2008 no conocía a Dios. En 2000 empecé a trabajar en Taiwán para una compañía aérea y conocí a los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos en Taiwán. Cuando Paolo me invitó a dar una clase en la universidad me enteré de que también era profesor. Aquello me causó mucha curiosidad. Le pregunté por la doctrina de la Iglesia y me invitó a casa de un amigo para participar en la Escuela de comunidad. Aquel amigo se convertiría más tarde en mi padrino de Bautismo. De hecho, poco más de un año después de aquel encuentro, decidí bautizarme y hacerme cristiano. Ni siquiera yo sé de dónde saqué tanto valor, pues mi familia siempre ha sido tradicionalmente budista. El 22 de marzo de 2008 recibí el Bautismo. Ese año los curas me involucraron en la tarea de traducir El sentido religioso al chino. En 2010 viajé con ellos a Italia. Durante esos días experimenté profundamente el carisma del movimiento en aquel lugar tan lejano. En el mundo hay hermanos y hermanas del movimiento que se parecen a una familia que se quiere y donde cuidan los unos de los otros. Hoy asisto asiduamente a la Escuela de comunidad y me doy cuenta de que aprendo muchísimo del testimonio mutuo. Ahora, cuando leo la pregunta “¿Qué nos arranca de la nada?”, puedo responder con certeza: la fe. Durante mis primeros cincuenta años he sido un individualista, no conocía a Dios y llevaba una vida mundana. Para mis segundos cincuenta años he aprendido a gozar del carisma de otro, participando en la vida comunitaria. Experimento que el movimiento no es solo un movimiento de fe, sino mucho más, es poner en práctica el amor a Dios y a los hombres, hasta el ofrecimiento de uno mismo. Esta es mi misión.
Julián Carrón. Muchas gracias. Todos podemos sentir cercana tu historia porque es la historia de cada uno de nosotros. La mayoría de nosotros éramos creyentes, pero nos hemos quedado, igual que tú, asombrados por la belleza que introduce vivir el cristianismo como nos ha propuesto don Giussani. Escucharte nos confirma que lo que hemos encontrado, que también es tuyo, es para todos. Nos sorprende que Cristo pueda llenar así el corazón de un hombre al que antes no conocíamos y ahora sentimos como un amigo y hermano. Esto es lo que ha traído Cristo. Respondiendo a las exigencias fundamentales del corazón –verdad, belleza, justicia–, a toda la exigencia que tenemos de ser felices, nos hace amigos, hermanos agradecidos por el don que hemos recibido y que compartimos. Llevamos este tesoro que, como tú dices, es para todos. Es realmente sorprendente que Dios haya elegido esta forma tan humana y sencilla para comunicarnos este don: tú, sorprendido por ciertas personas, has deseado participar de la vida que vivían entre ellos. No importa la situación en que se encuentre cada uno –tú decías que estabas alejado de Dios– porque Cristo, cuando nos alcanza mediante una persona, nos pone delante una belleza tan grande que nos atrae hacia Él. Esto es lo que hace al cristianismo vencedor. Por eso decía el papa Benedicto, y repite el papa Francisco: «La Iglesia no crece por proselitismo sino “por atracción”» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 14). Cristo nos da una gracia para que pueda llegar a otros. Siempre es asombroso mirar el modo en que Dios nos ha elegido para salvar a los hombres. Sorprende siempre, porque nadie habría empezado a cambiar el mundo eligiendo a uno, Abrahán, y luego Moisés, y después enviando a su Hijo, y más tarde a los apóstoles, hasta llegar a Donato y los demás curas. Los eligió para llegar hasta ti. Gracias.
Xiao Rou. Conocí el movimiento en 2010. Ese año, Paolo y Emmanuele organizaron un viaje a Italia con un grupo de estudiantes. Yo entonces estudiaba italiano y un día vi las fotos de ese viaje en Facebook. Parecían muy felices, así que me dio cierta envidia, sobre todo por la amistad que mostraban. Busqué la web de CL y decidí ir a ver. La primera vez que participé en un encuentro me quedé muy asombrada. Hablaban de temas “serios”: ¿qué es la soledad?, ¿qué significado tiene el estudio?... Recuerdo que esperaba toda la semana que llegara el día de la Escuela de comunidad, igual que el Principito esperaba al zorro, y hasta esa espera era un tiempo de plenitud. Desde entonces han pasado diez años. Al graduarme, entré en la Fraternidad de CL y seguí participando en la vida de la comunidad. Para mí era como una amiga que me guiaba para estar más cerca de Dios. Después de la graduación, poco a poco, el trabajo fue ocupando la mayor parte de mi tiempo y eso influyó en mi participación en la Escuela de comunidad. Empecé a preguntarme: «¿Qué sentido tiene hablar de estas cosas tan “difíciles”?», y empecé a ir cada vez menos. Pero luego vi que mi corazón sentía una gran ausencia y que el trabajo no podía darme ni de lejos la plenitud que vivía compartiendo la vida con mis amigos durante la Escuela de comunidad. Ahora participo todo lo que puedo. Al principio “arrastraba” también a mi marido. Ahora ha empezado a ir incluso sin mí, y eso me conmueve mucho. Tengo una pregunta. Al trabajo le dedico mucho, y también al movimiento. Me gustaría ser como los Memores Domini, que durante su trabajo, en sus actividades, ayudan a Dios, a Jesús. A veces, incluso en las actividades del movimiento, me parece que soy simplemente alguien que ayuda pero que no participa realmente en lo que sucede, y me siento vacía. ¿Cómo puedo mejorar?
Carrón. Gracias. El cristianismo es sencillo. Bastan dos cosas: el corazón, tu corazón, que desea estar feliz, contento, y cruzarse con alguien en quien tú veas cumplido ese deseo. Es fácil distinguirlo entre la gente porque no todos los días se topa uno con personas tan alegres que te hagan sentir el deseo de participar de su amistad. Pero después de graduarte pensabas que podías alejarte porque te faltaba algo. El cristianismo no es una cárcel, la comunidad cristiana siempre es un lugar libre. Tus amigos respetaron tus tiempos porque Cristo quiere amigos, no esclavos, amigos y no siervos. Por eso uno puede marcharse, tomarse tiempo para entender por qué participar en un lugar como este. Y cuando te alejas, descubres que tu corazón siente una gran falta. Entonces entendemos quién es Cristo. Antes que cualquier lección de cristianismo, es una experiencia lo que te hace darte cuenta de a Quién has encontrado, por cómo lo echas en falta. Cristo nos atrae así, aceptando el riesgo de nuestra libertad. No necesita ninguna fuerza o regla, nos fascina y basta. Uno se adhiere a Cristo por lealtad a la experiencia de plenitud que vive. Y cuando uno empieza a participar de la comunidad cristiana y luego escucha el Evangelio, comprende que Jesús habla del cristianismo como de un tesoro por el que un hombre vende todo lo que tiene para comprar el campo donde está oculto ese tesoro. Estas palabras serían incomprensibles (¿qué sería ese tesoro?) sin haberlo experimentado mediante un encuentro. La experiencia que ha llegado hasta nosotros ha tenido un comienzo preciso en la historia, un inicio que se llama «Jesús». Y cuando uno se encuentra con Él –como te ha pasado a ti– desea que llene cada instante de la vida. Ese es el motivo por el cual, viendo a los que viven la vocación de los Memores Domini, se ha suscitado en ti el deseo de que tu vida esté llena de Su presencia, como lo está la suya. Este es el gran don que Dios nos hace a todos los que pertenecemos al movimiento: los Memores Domini. A través de su vocación, puedes ver a alguien como tú, que vive inmerso en el mundo igual que todos pero está determinado por la memoria de Cristo. Es muy significativo que hayas pensado en los Memores y no en los curas, porque necesitas ver a alguien que, en tus mismas circunstancias, viva de Cristo como tú deseas vivir de Él en cada instante. El Misterio nos ha dado a alguien en quien podemos ver cumplirse lo que nuestro corazón desea, a nosotros, que no sabemos qué hacer. ¿Cómo puede Cristo llenar cada vez más cada instante de tu vida, incluso en el trabajo? Si vives la relación con tus amigos buscando a Cristo con ellos. Estando con ellos, has visto nacer en ti el deseo de que se hiciera cada vez más presente en tu vida. Igual que lo has visto nacer, lo puedes ver desarrollarse siguiendo el mismo método: participando en este lugar con todos estos amigos en los que encuentras esta vida nueva que el Misterio te regala, con el tiempo verás que Cristo te resulta cada vez más familiar.
Yi Han. Estoy en mi tercer año de universidad. Cuando me matriculé, empecé a ir con los de CL porque un amigo me invitó a la Escuela de comunidad. Este encuentro empieza con un par de canciones, normalmente una en chino y otra en italiano. Me gusta mucho esta manera de empezar porque creo que cantar ayuda a ponerse de manera más adecuada, a entrar en comunión con los demás.
Si alguien me preguntase qué hacemos en este encuentro, le diría que es un poco como un “caldo para el alma”. Contamos las preguntas que tenemos o los hechos que nos ha sucedido, cosas de las que normalmente no solemos hablar con los demás. No solo compartimos problemas sino también experiencias bonitas. Por este motivo, me parece que entre los amigos que participan en este encuentro existe un vínculo distinto al que existe con los demás. Hay como una fuerza misteriosa, un gran círculo de luz invisible que envuelve nuestro encuentro. Una vez le conté esta sensación que tenía al amigo que me había invitado y me respondió que eso se llama «amistad».
Participé con Paolo y otros estudiantes en un viaje a Italia. Lo que más me gustó fue que todas las noches nos sentábamos en círculo para compartir lo que había pasado durante el día. Normalmente vivimos de manera frenética y rara vez nos paramos a pensar en lo que ha pasado durante la jornada. Y así es como si todo lo que sucediera nunca hubiera pasado.
Recuerdo que el primer año que participé en este encuentro, estuve dos meses sin hablar. No me atrevía. Cada vez que Paolo me preguntaba: «¿Quieres decir algo?», yo sacudía la cabeza diciendo: «La próxima vez». Pero cuando empecé a conocer mejor a estos amigos, también yo comencé a compartir mis experiencias y muchas veces me conmovía hasta las lágrimas. Por eso, creo que CL y la experiencia vivida en Italia son mi “maestro” de vida. Este “maestro” me ayuda a vencer mi timidez y me hace más capaz de escuchar a los demás y compartir lo que siento. He sido muy afortunada al entrar en el Departamento de Italiano porque así he podido salir de mí misma y conocer a esta compañía.
Carrón. Si te hubiera escuchado don Giussani, habría saltado de la silla, porque has captado la razón por la que él proponía que se cantara al principio de cada gesto: para ponerse de la manera más adecuada para escuchar y ver lo que iba a suceder. En vez de gastar un montón de palabras en prepararnos y llamar nuestra atención, nos proponía cantar juntos. Que tú lo hayas entendido sin que nadie te lo explicara, muestra la sensibilidad y capacidad de Giussani para interceptar las fibras más íntimas del corazón humano, que con su genialidad educativa se transformaba después en un gesto. Ese es el método cristiano: Dios hace suceder algo para que podamos entender. Para hacernos comprender qué es el amor, hace que nos enamoremos; para hacernos entender qué es la amistad, nos hace amigos. Lo hace suceder para que podamos entender realmente de qué estamos hablando cuando utilizamos la palabra «amistad». Cuando has visto una amistad verdadera, enseguida la has comparado con otros tipos de amistad. Has notado que entre los amigos que participaban en la Escuela de comunidad había un vínculo diferente. Porque aquí «no solo compartimos problemas sino también experiencias bonitas», es decir, todo. Así empezamos a experimentar que esta amistad es totalizante, tiene que ver con todo en la vida. Lo interesante es que, antes incluso de usar la palabra «Cristo», tú ya Lo estás experimentando gracias a la diferencia que has captado en tus nuevos amigos. Es lo mismo que les pasó a los discípulos. Igual que tú, se vieron atraídos por un cierto tipo de amistad, la que nació entre ellos en torno a Jesús, y así, estando con Él, empezaron a preguntarse: «¿pero quién es este?». Este es el maestro al que te refieres. ¿Quién genera una amistad así? «Me ayuda a vencer mi timidez», es decir, exalta toda tu humanidad, despierta todo tu yo y te hace disponible, «más capaz de escuchar a los demás y compartir lo que siento». Se estrecha cada vez más una amistad que llega a todo. El resultado lo has expresado en una palabra: has sido «afortunada». Eso es lo que somos los cristianos: unos afortunados que han encontrado esta experiencia distinta para vivir la vida de todos. Por eso deseamos que predomine cada vez más desde que nos levantamos por la mañana. Imagina que, cuando te levantas ya preocupada por todo lo que tienes que hacer, te dejaras invadir por la conciencia de lo afortunada que eres, ¡qué distinto sería el día entero! Por eso crece cada vez más el afecto a Cristo y a este lugar donde Él nos genera constantemente. Demos gracias a don Giussani, ese maestro que generó este lugar con la gracia que Dios le dio para todos nosotros.
Xiao Ping. Mi padre estaba enfermo y estuvo en cama quince años antes de morir. Durante esos años estuvo en una residencia, cerca de una iglesia, y un grupo de fieles iba periódicamente a visitarlo. Yo lo agradecía mucho, aunque no los conocía, porque así mi padre no quedaba abandonado a la oscuridad de su enfermedad. Yo me decía que, en el futuro, también me gustaría ayudar a los que lo necesitaran. Hasta que, en los Ejercicios espirituales, oí hablar de la caritativa con ancianos y quise ir. Junto a otros amigos, empecé a ir a esta escuela donde se aprende a amar y a ser amados. Ahora, debido a mi enfermedad, ya no puedo asistir. Le dije al padre: «Aunque no pueda ir con vosotros, no estoy triste, sino contenta». Porque cada día voy a fisioterapia y estoy con muchos enfermos. He empezado a estar con ellos y han pasado muchas cosas… (su testimonio está publicado en Huellas de enero y en clonline.org).
Carrón. Gracias. El método siempre es el mismo. Ella se topó con la experiencia cristiana viendo a alguien que iba a visitar a su padre, percibió como una gracia el ver que él no estaba abandonado. Sin saberlo, esta experiencia era la síntesis de por qué Dios envió a su Hijo al mundo: para no dejarnos abandonados. Pero primero lo hizo suceder ante tus ojos con tu padre, y solo más tarde llegaste a saber que aquel gesto –la caritativa– había empezado en una parroquia cercana donde se vivía la memoria de Cristo presente. ¿Quién iba a decir que el Misterio te estaba preparando para cuando estuvieras enferma? Para que no te sintieras abandonada y pudieras testimoniar a todos los que estaban contigo en la fisioterapia que no estabas triste, sino contenta. Así has podido entender para qué hemos sido elegidos: para llevar a todos los que se sienten abandonados la presencia de Cristo. Cristo nos ha llamado justamente para eso, para podérselo mostrar a todos los que tienen el mismo problema que nosotros: el miedo a ser abandonados. Esto me impactó tanto –cuando el verano pasado escuché a Donato hablar de ti– que en la Jornada de apertura de curso repetí a todos lo que te había pasado. Lo que tú has entendido es para todos nosotros, y ese es el mejor regalo que nos podías hacer: nos has hecho conscientes de por qué se nos ha donado esta gracia. Por eso te has convertido en el «corazón palpitante» no solo de la comunidad de Taipéi –como decía Donato– sino de todo el movimiento. Este don lo llevaremos siempre en nuestros ojos e irá ligado a tu nombre, Xiao Ping. Gracias.
Qi Fang. Durante dos o tres años he tenido que estar cuidando a mi marido, mi abuela y mi madre, que luego han fallecido. Durante ese tiempo pedía al Señor que fuera un apoyo real para mí. La gente que me rodea pensaba que era fuerte, pero en realidad sé que soy muy débil y que tengo que confiar totalmente en el Señor. El vínculo con la presencia de Jesús en mi vida es una experiencia de acompañamiento muy misteriosa. Luego, cuando todo acabó, sentí un vacío porque libre y conscientemente decidí alejarme un poco del Señor, no ser tan amiga suya, no tener tanta intimidad con Dios. Mi actitud, lo que sentía, quedó definida por la nada. De ahí mi pregunta. Todas las personas que amo se han ido al Cielo y ahora no sé cómo vivir. ¿Cuál es el objetivo de mi vida, aparte de comer y todo eso? ¿Cuál es la fuerza de mi vida? ¿Cómo puede ser el deseo una medicina contra la nada?
Carrón. Es una pregunta preciosa. Como has visto, cuando la vida nos aprieta, nos pone en tensión. Durante el tiempo de la enfermedad de tus familiares, la vida urgía y no te dejaba decaer, percibías toda tu necesidad, y eso te mantenía agarrada a Cristo. Aunque la gente pensara que eras fuerte, tú sabías que eras débil y que Él te acompañaba misteriosamente. Tras la muerte de tus seres queridos, has visto cómo esa tensión decaía, y entonces te preguntas cuál es el objetivo de tu vida ahora. Debes darte tiempo para captar los signos mediante los cuales el Misterio te indicará cuál es ese objetivo, porque en todo caso tú ya tienes un objetivo, como dice Xiao Ping: compartir con los demás lo que has recibido para poder vivir y afrontar la enfermedad de tus familiares. Tú has añadido una pieza al drama de la vida: cuando mueren nuestros seres queridos, es como si nuestro deseo decayera. Es preciosa la conexión que haces: la falta de deseo es lo que nos acerca a la nada, impidiéndonos ser nosotros mismos. Por eso te preguntas qué, quién vuelve a despertar ese deseo.
Muchas veces me encuentro con personas que pasan por momentos de estrés como la enfermedad de un ser querido, pero luego, cuando la situación cambia, decae esa tensión. Entonces piensan casi con nostalgia en aquellos momentos, porque se sentían vivos, despiertos, en tensión. Pero, como ves, no basta pensarlo para mantener vivo el deseo permanentemente. Entonces, ¿quién nos libera de la nada? Es aquí donde vuelve a aparecer Cristo. Cristo es quien puede despertar constantemente nuestro deseo. No necesitamos que las cosas vayan mal para poder vivir esta tensión. Cristo ha venido para que nunca nos sintamos abandonados en nuestro decaer. Esa es la fascinación de una presencia tan atractiva que despierta continuamente todo nuestro deseo. ¿Qué sería la vida sin Cristo? Somos verdaderamente afortunados porque Cristo ha venido para no dejarnos tragar por la nada, y eso nos da la esperanza de que tus seres queridos ya estén ante Aquel que despierta continuamente el deseo, y tal vez te están indicando cuál es tu objetivo ahora que ya no están. ¿Qué hay más interesante que hacer en la vida que gritar a los cuatro vientos que solo Cristo despierta el deseo, impidiéndonos acabar en la nada? El único objetivo real de la vida, para lo que hemos nacido, para lo que Cristo ha salido a nuestro encuentro, es gritar a todos lo que rezamos en el salmo: «Tu gracia vale más que la vida». ¡Quién sabe cómo te sorprenderá Cristo volviéndote a llenar de Su presencia para todos nosotros!
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