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Huellas N.3, Mayo 1985

LA IGLESIA CONDENA LA VIOLENCIA DEL PAÍS VASCO

La violencia ofende a Dios

Diego Echevarría

La situación actual del País Vasco, sus raíces y perspectivas de futuro, constituyen uno de los temas más candentes y difíciles de la vida española. Tema que requiere un deseo sincero de comprensión, al tiempo que un coraje y una libertad de espíritu pro­fundos para ser acometido más allá de los tópicos habituales.
Nueva Tierra quiere ofrecerse desde sus evidentes limitaciones, a esta tarea difícil pero necesaria, que por nuestra parte no ha hecho sino comenzar. Estaremos abiertos, además de mantener un seguimiento atento de las vicisitudes de esa querida tierra, a otras voces que desde ópticas y circunstancias distintas, se inspiren en el deseo de afrontar con valentía y veracidad la situación entera del País Vasco.
Sabemos que no puede haber una respuesta o interpretación única de ésta compleja realidad; pero confiamos en que el deseo de verdad y la luz del Evangelio pueden conducir a un esclarecimiento que es hoy día una urgencia acuciante.


LA IGLESIA CONDENA LA VIOLENCIA Y EXIGE EL RESPETO Y MEJORA DE LAS MINORIAS ETNICAS
Juan Pablo II, en la homilía pronuncia­da durante la misa que celebró en Loyola el 6-XI-82, manifestó -y sabía perfecta­mente dónde lo decía-:
«No puedo menos de pensar especial­mente en vuestros jóvenes. Tantos han vi­vido ideales grandes, y han realizado obras admirables en el pasado y en el presente. Son la gran mayoría (...). Pero hay tam­bién, desgraciadamente, quienes se dejan tentar por ideologías materialistas y de vio­lencia. Querría decirles con afecto y firme­za -y mi voz es la de quien ha sufrido personalmente la violencia- que reflexio­nen en su camino. (...) La violencia no es un medio de construcción. Ofende a Dios, a quien la sufre, y a quien la practica. Una vez más repito que el cristianismo com­prende y reconoce la noble y justa lucha por la justicia a todos los niveles, pero prohíbe buscar soluciones por caminos de odio y de muerte».
Es innegable que ETA buscó soluciones violentas. Pero, ¿de dónde procedía la ten­dencia a ese camino violento? Juan Pablo II lo dice implícitamente, cuando habla de «ideologías materialistas y de violencia».

PABLO VI CONDENO LA PRAXIS TOTALITARIA Y VIOLENTA
En su encíclica «Ecclesiam suam» (6-VIII-64), el Papa (Pablo VI) definió el marxismo como «un drama que intenta apagar la luz del Dios vivo», y reiteró que la Iglesia se siente urgida a «Condenar los sistemas ideológicos negadores de Dios y opresores de la Iglesia, ...». En 1971, en su Carta apostólica «Octogessima adveniens», después de haber aludido a las diversas formulaciones actuales del marxis­mo, advirtió que «sería ilusorio y peligroso llegar a olvidar la íntima unión que une esos aspectos, aceptando los elementos del análisis marxista, sin reconocer su relación con su ideología, o entrando en la praxis de la lucha de clases y de su interpretación marxista, con olvido del tipo de sociedad totalitario y violento al cual este proceso conduce».
Juan Pablo II, en su discurso, no hacía sino recoger el Magisterio permanente de la Iglesia sobre este punto. Por si hubiera alguna duda, la reciente Instrucción de la S.C. para la Doctrina de la Fe (6-VIII-84; nótese la coincidencia de fechas), sobre al­gunos aspectos de la teología de la libera­ción, indica:
«En la lógica del pensamiento marxista, «el análisis» no es separable de la praxis, y de la concepción de la historia a la cual es­tá unida esta praxis. El análisis es así un instrumento de la crítica, y la crítica no es más que un momento de combate revolu­cionario». Y más adelante: Para el marxis­mo, «la ley fundamental de la historia, que es la ley de la lucha de clases, implica que la sociedad está fundada sobre la violencia, (...). En esta perspectivas, pierde todo sentido la referencia a las exigencias éticas que ordenan reformas estructurales e insti­tucionales radicales y valerosas».

LOS CRITERIOS MARXISTAS, ASUMIDOS POR ETA, Y AJENOS AL NACIONALISMO VASCO (PNV)
Los fines de ETA -englobados en los puntos de la Alternativa KAS (cfr. 2.0 art. de esta serie)- siempre fueron comunes a los objetivos del Partido Nacionalista Vas­co (PNV). En definitiva, una Euzkadi autogobernada, en lo político y en lo eco­nómico, con sus 7 territorios históricos unificados (zazpiakbat: siete en uno), in­tegrada o no dentro de un Estado plurina­cional. Pero siempre les diferenció, al me­nos, dos cosas: una, el método (la violen­cia)!; y dos, aunque algunos autores dis­crepen, el sistema de convivencia final den­tro de ese pueblo unificado. Vayamos por partes.
Para probar el primer punto, basta ha­ber observado, durante años, los artículos de opinión del diario Deia, en los que una y otra vez se ha condenado la violencia de ETA y de quien sea (2).
En cuanto a lo segundo, decimos lo si­guiente: parece evidente que el PNV -oficial u oficiosamente, lo diga clara­mente o no-, siempre ha visto con cierta simpatía a sus «hermanos separados» (ETA), catalizadores simbólicos (y arma­dos) de la oposición vasca al «clima de la ocupación del País Vasco por las tropas franquistas»(3). Pero en los comunicados de los diversos entes del complejo ET A, se puede advertir otro factor distante del ideario tradicional del nacionalismo vasco: la referencia a la reunificación de un Esta­do euskaldún (vasco), sí, pero socialista-marxista (además de los medios violentos). Las relaciones de ETA con ideologías im­pregnadas de criterios de valoración y de actuación marxistas -como la lucha de clases, y la imposición violenta de un esta­do socialista-marxista no democrática, al menos no al estilo de las democracias occidentales-, provocaron un creciente dogmatismo en ETA. Se trataba de impo­ner a todos los ciudadanos de Euzkadi un sistema de autogobierno, pero sin régimen de libertades (¿aplastado?). Los sectores estrechamente vinculados con ETA siem­pre han hablado de la reunificación de un Estado socialista vasco, pero ya con el tér­mino «socialista» por delante del «vasco». Esto es inquietante y, desde luego, ajeno -así lo pensamos- al ideario del PNV(4).

MONS. LARREA (OBISPO DE BILBAO): «NO JUSTIFICAMOS A ETA»
Autorizadamente, el Obispo de Bilbao acaba de declarar a la opinión pública lo siguiente (cfr. YA, I I-Xl-84):
«Opino de ETA lo mismo que hemos di­cho en nuestros documentos durante tan­tos años. En la pastoral de cuaresma decía­mos los Obispos vascos que el radicalismo de ETA, nacido como una reacción contra la injusticia social, e impregnado de una ideología marxista totalitaria, azota a la sociedad vasca y a toda la sociedad espa­ñola con la plaga del terrorismo. Nosotros no justificamos a ETA, ni en su nacimien­to ni posteriormente, porque los métodos violentos son siempre inadmisibles para un cristiano en todo momento. Por eso, con­tra esos métodos violentos habló en su día Don José M.ª Cirarda, hace casi ya 15 años, y habló después Don Antonio Año­veros, y hemos seguido hablando nosotros en estos últimos cinco años. ( ... ), ahora; cuando hay una vía política que hace posi­ble la petición de determinadas reivindica­ciones que se consideran justas, entonces todavía es más grave el recurso a la violen­cia».
Y añade: «contra la tortura también he­mos hablado (...). La luz del Evangelio di­ce no al secuestro, no al asesinato, pero también no a la tortura, no a la violación de los derechos humanos».
Estas últimas palabras introducen bási­camente este trabajo en el tema de los de­rechos de las personas y, concretamente, de las minorías étnicas.

JUAN XXIII: RESPETAR Y FAVORECER UNOS DERECHOS
Numerosos Romanos Pontífices de la Iglesia Católica, y organismos internacio­nales, han hablado y escrito sobre los dere­chos y deberes universales, inviolables e inalienables, como los llamó Juan XXIII, que brotan del principio de que todo ser humano es persona, es decir, una naturale­za dotada de inteligencia y voluntad libre. León XIII, el 15-X-1891, publicó la en­cíclica Renum Novarum, considerada co­mo la primera de las grandes encíclicas so­ciales. Además de Pío XI (Quadragessimo an­no) y Pablo VI (Populorum Progressio), otros dos Papas se han constituido en de­fensores de los derechos del hombre: Juan XXIII y Juan Pablo II. Este último, fun­damentalmente, y dejando aparte otros muchos textos, manifestó rotundamente su defensa de los derechos humanos en su Discurso a la XXXVI Asamblea General de la ONU (2-X-1979). Ambos Pontífices coinciden sustancialmente en señalar 18 derechos de la persona. El primero es el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona. Otro es el derecho a la nacionalidad, como ha señalado Hervada (5).
Juan XXIII, que ya en 1961 había ha­blado de los derechos humanos con pro­fundidad (Mater et Magistra), en su encí­clica Pacem in Terris (ll-IV-1963) traza las líneas maestras de los derechos de las mi­norías étnicas, y también de su actitud hacia otros pueblos.
En el n. 94 escribe que la presencia de minorías étnicas en un mismo Estado -porque no siempre pueden coincidir, por diversas causas, las comunidades políticas con las comunidades nacionales «presenta graves problemas».
¿Cuál es la norma de conducta que debe regir las relaciones entre ambas?.
«Ha de proclamarse con toda claridad -cfr. n. 95 de la misma encíclica-el principio de que toda política que tienda a contrariar la vitalidad y la expansión de las minorías constituye una grave falta contra la justicia, mucho más grave aún cuando tales intentos pretenden la destrucción mis­ma de la estirpe».
En el n. 96, el Papa Juan XXIII con­creta por la otra vertiente: mejorar y favo­recer: «por el contrario -añade-, lo más conforme a la justicia es que los Poderes públicos cooperen con la mayor eficacia para mejorar las condiciones de vida de las minorías étnicas, principalmente en lo que se refiere a su lengua, cultura, tradiciones, recursos y empresas económicas».
No sería justo concluir esta exposición sin hacer referencia a las ideas del n. 97, que complementan esos derechos -verdadera fuente doctrinal sobre las etnias-con un deber de amplitud de mi­ras: «estas minorías étnicas, bien por la si­tuación que tienen que soportar a disgusto, bien por la presión de los recuerdos his­tóricos, propenden, muchas veces, a exal­tar más de lo debido sus características raciales propias, hasta el punto de antepo­nerlas a los valores comunes de todos los hombres, como si el bien de la entera fami­lia humana, hubiera de subordinarse al bien de una estirpe».
Nos parece evidente que Juan XXIII es­taba pensando, entre otros grupos étnicos, en las consecuencias desastrosas que trajo para el mundo, y particularmente para Europa, el nacional-socialismo (nazismo) de Hitler.

ALGUNAS IDEAS PARA LA PAZ
A otra escala, algunos observadores han visto en ETA la radicalización violenta en la defensa de unos derechos, expresión de ese peligro que menciona Juan XXIII.
Unos derechos que han sido frecuentemen­te violados -salvo honrosas excepciones-, desde el siglo XIX. Si su­mamos esta violación; el peligro citado por Juan XXIII; y el componente de praxis violenta-revolucionaria marxista, que arrastró consigo a un sector del nacionalis­mo vasco, a la vista está el resultado. Un resultado que hemos intentado explicar con claridad. Si se quiere la paz, todas las fuerzas sociales deberían considerar deteni­damente estos factores. Mientras se persis­ta en contrariar «la vitalidad» del pueblo vasco (su hecho diferencial (6)), y haya quie­nes (como verdaderos sujetos de desestabi­lización) insuflen dinero y odio para conti­nuar arrastrando y «utilizando» personas para sus propios intereses (radicalmente distintos de los que vertebran el ideal nacionalista (7), nos tememos que el futuro seguirá oscuro.
Algunos medios de comunicación (alta­voces de personas), de difusión nacional, están haciendo un flaco servicio a la paz, con sus persistentes cegueras (8). Me niego a creer que el objetivo de estos medios sea conseguir que la inmensa mayoría de los que sienten en vasco apoye a ETA -sentimentalmente, o con medios más eficaces-. Sería una locura. Ahora mis­mo, la realidad va camino de ser muy otra.
El Papa Juan Pablo II proclamaba en Loyola que «el cristianismo comprende y reconoce la noble y justa lucha por la justi­cia a todos los niveles». Los vascos nacio­nalista (cfr. resultados de las elecciones autonómicas de 1984, en 2. º art. de esta serie) piden y exigen -en un terreno, el político-, lo que consideran justo, y soli­citan que el pueblo vasco sea respetado y pueda manifestar -si así lo desea mayoritariamente-su legítima postura ante los organismo internacionales, si fue­ra necesario. Y no se sienten menos católi­cos (los que no han dado cabida a la ideo­logía marxista, por ejemplo, el PNV como colectivo), que los católicos españoles (9).
Escuchemos, finalmente, la respuesta de Mons. Larrea, Obispo de Bilbao, a la si­guiente pregunta:
- ¿Cómo cree que se compatibiliza la universalidad de la Iglesia, con su papel concreto en un pueblo que lucha tanto por su independencia como el vasco?.
- «Todos los católicos nos sentimos miembros de la Iglesia católica, y nosotros aquí sentimos esta universalidad. De nues­tras diócesis han salido miles de misioneros actualmente trabajando en los cinco conti­nentes del mundo. Amar a la Iglesia uni­versal no es negar el amor al propio pue­blo. Los cristianos vascos son cristianos al margen de sus opciones políticas. Hay cris­tianos espléndidos con unas tendencias políticas o con otras (...), y ni a unos ni a otros les impide el catolicismo amar lo suyo (10)».

(1) Cfr. Deia, «Ocupar Euzkadi», J.R. Scheifler Amezaga, 28-X-1983.
(2) Cfr. Deia, ibid. y editorial durante el secuestro de A. Martin, 14-X-83.
(3) Cfr. Deia, ibid.
(4) Cfr. Deia, En torno a HB, de J. Bilbao, y Sabino Arana: patriotismo y unidad, del Euzkadi Buru Batzar (EAJ/PNV), 24-X/-84. Al día siguiente, 25-X-84, se cumplía el 81 aniversario del falleci­miento de Sabino de Arana, fundador del PNV.
(5) Hervada, Javier, Principios de doctrina social de a Iglesia, Mundo Cristiano, Madrid, 1984.
(6) Afirmaciones como las que hace X. Domingo (Cambio 16, 21-X-83): «el hecho diferencial vasco es un hecho español» consiguen que desde págs. nacionalistas (Deia, 28-X-83) se escriba: «El hecho diferencial vasco proseguirá, con España o sin Es­paña, o fuera de España». Lo que dice X. Domin­go es, al menos, una simpleza.
(7) Es «preciso que quienes nos rodean, sean o no simpatizantes, sigan viendo al partido como colec­tivo humano, formado por gentes de bien, hones­tas, volcadas en su trabajo, en su patria, y capaces de concebir toda la actividad, pública o privada, como un servicio a los demás, como aportación para conseguir una Euzkadi libre y en paz». (Cfr. Deia, 24-Xl-84, EAJ/PNV, art. citado).
(8) Insisten una y otra vez en calificar como «separa­tismo» el amor al propio pueblo, a la propia tie­rra. No nos extenderemos.
(9) Algunos católicos españoles parece que hacen de la unidad de la patria española un artículo de la fe cristiana y católica. Es cierto -señalan diversos autores- que es un derecho y un deber el amor a la patria, incluido en el cuarto precepto del Decá­logo, pero ... ¿qué patria es la que considera cada ciudadano como suya?. Indudablemente, también en este aspecto sería de desear -afirma la doctrina-un mayor esfuerzo de comprensión en­tre unos católicos y otros que, al fin y al cabo, es­tán unidos por la fe cristiana.
(10) Cfr. YA, 11-XI-84

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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