La situación actual del País Vasco, sus raíces y perspectivas de futuro, constituyen uno de los temas más candentes y difíciles de la vida española. Tema que requiere un deseo sincero de comprensión, al tiempo que un coraje y una libertad de espíritu profundos para ser acometido más allá de los tópicos habituales.
Nueva Tierra quiere ofrecerse desde sus evidentes limitaciones, a esta tarea difícil pero necesaria, que por nuestra parte no ha hecho sino comenzar. Estaremos abiertos, además de mantener un seguimiento atento de las vicisitudes de esa querida tierra, a otras voces que desde ópticas y circunstancias distintas, se inspiren en el deseo de afrontar con valentía y veracidad la situación entera del País Vasco.
Sabemos que no puede haber una respuesta o interpretación única de ésta compleja realidad; pero confiamos en que el deseo de verdad y la luz del Evangelio pueden conducir a un esclarecimiento que es hoy día una urgencia acuciante.
LA IGLESIA CONDENA LA VIOLENCIA Y EXIGE EL RESPETO Y MEJORA DE LAS MINORIAS ETNICAS
Juan Pablo II, en la homilía pronunciada durante la misa que celebró en Loyola el 6-XI-82, manifestó -y sabía perfectamente dónde lo decía-:
«No puedo menos de pensar especialmente en vuestros jóvenes. Tantos han vivido ideales grandes, y han realizado obras admirables en el pasado y en el presente. Son la gran mayoría (...). Pero hay también, desgraciadamente, quienes se dejan tentar por ideologías materialistas y de violencia. Querría decirles con afecto y firmeza -y mi voz es la de quien ha sufrido personalmente la violencia- que reflexionen en su camino. (...) La violencia no es un medio de construcción. Ofende a Dios, a quien la sufre, y a quien la practica. Una vez más repito que el cristianismo comprende y reconoce la noble y justa lucha por la justicia a todos los niveles, pero prohíbe buscar soluciones por caminos de odio y de muerte».
Es innegable que ETA buscó soluciones violentas. Pero, ¿de dónde procedía la tendencia a ese camino violento? Juan Pablo II lo dice implícitamente, cuando habla de «ideologías materialistas y de violencia».
PABLO VI CONDENO LA PRAXIS TOTALITARIA Y VIOLENTA
En su encíclica «Ecclesiam suam» (6-VIII-64), el Papa (Pablo VI) definió el marxismo como «un drama que intenta apagar la luz del Dios vivo», y reiteró que la Iglesia se siente urgida a «Condenar los sistemas ideológicos negadores de Dios y opresores de la Iglesia, ...». En 1971, en su Carta apostólica «Octogessima adveniens», después de haber aludido a las diversas formulaciones actuales del marxismo, advirtió que «sería ilusorio y peligroso llegar a olvidar la íntima unión que une esos aspectos, aceptando los elementos del análisis marxista, sin reconocer su relación con su ideología, o entrando en la praxis de la lucha de clases y de su interpretación marxista, con olvido del tipo de sociedad totalitario y violento al cual este proceso conduce».
Juan Pablo II, en su discurso, no hacía sino recoger el Magisterio permanente de la Iglesia sobre este punto. Por si hubiera alguna duda, la reciente Instrucción de la S.C. para la Doctrina de la Fe (6-VIII-84; nótese la coincidencia de fechas), sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, indica:
«En la lógica del pensamiento marxista, «el análisis» no es separable de la praxis, y de la concepción de la historia a la cual está unida esta praxis. El análisis es así un instrumento de la crítica, y la crítica no es más que un momento de combate revolucionario». Y más adelante: Para el marxismo, «la ley fundamental de la historia, que es la ley de la lucha de clases, implica que la sociedad está fundada sobre la violencia, (...). En esta perspectivas, pierde todo sentido la referencia a las exigencias éticas que ordenan reformas estructurales e institucionales radicales y valerosas».
LOS CRITERIOS MARXISTAS, ASUMIDOS POR ETA, Y AJENOS AL NACIONALISMO VASCO (PNV)
Los fines de ETA -englobados en los puntos de la Alternativa KAS (cfr. 2.0 art. de esta serie)- siempre fueron comunes a los objetivos del Partido Nacionalista Vasco (PNV). En definitiva, una Euzkadi autogobernada, en lo político y en lo económico, con sus 7 territorios históricos unificados (zazpiakbat: siete en uno), integrada o no dentro de un Estado plurinacional. Pero siempre les diferenció, al menos, dos cosas: una, el método (la violencia)!; y dos, aunque algunos autores discrepen, el sistema de convivencia final dentro de ese pueblo unificado. Vayamos por partes.
Para probar el primer punto, basta haber observado, durante años, los artículos de opinión del diario Deia, en los que una y otra vez se ha condenado la violencia de ETA y de quien sea (2).
En cuanto a lo segundo, decimos lo siguiente: parece evidente que el PNV -oficial u oficiosamente, lo diga claramente o no-, siempre ha visto con cierta simpatía a sus «hermanos separados» (ETA), catalizadores simbólicos (y armados) de la oposición vasca al «clima de la ocupación del País Vasco por las tropas franquistas»(3). Pero en los comunicados de los diversos entes del complejo ET A, se puede advertir otro factor distante del ideario tradicional del nacionalismo vasco: la referencia a la reunificación de un Estado euskaldún (vasco), sí, pero socialista-marxista (además de los medios violentos). Las relaciones de ETA con ideologías impregnadas de criterios de valoración y de actuación marxistas -como la lucha de clases, y la imposición violenta de un estado socialista-marxista no democrática, al menos no al estilo de las democracias occidentales-, provocaron un creciente dogmatismo en ETA. Se trataba de imponer a todos los ciudadanos de Euzkadi un sistema de autogobierno, pero sin régimen de libertades (¿aplastado?). Los sectores estrechamente vinculados con ETA siempre han hablado de la reunificación de un Estado socialista vasco, pero ya con el término «socialista» por delante del «vasco». Esto es inquietante y, desde luego, ajeno -así lo pensamos- al ideario del PNV(4).
MONS. LARREA (OBISPO DE BILBAO): «NO JUSTIFICAMOS A ETA»
Autorizadamente, el Obispo de Bilbao acaba de declarar a la opinión pública lo siguiente (cfr. YA, I I-Xl-84):
«Opino de ETA lo mismo que hemos dicho en nuestros documentos durante tantos años. En la pastoral de cuaresma decíamos los Obispos vascos que el radicalismo de ETA, nacido como una reacción contra la injusticia social, e impregnado de una ideología marxista totalitaria, azota a la sociedad vasca y a toda la sociedad española con la plaga del terrorismo. Nosotros no justificamos a ETA, ni en su nacimiento ni posteriormente, porque los métodos violentos son siempre inadmisibles para un cristiano en todo momento. Por eso, contra esos métodos violentos habló en su día Don José M.ª Cirarda, hace casi ya 15 años, y habló después Don Antonio Añoveros, y hemos seguido hablando nosotros en estos últimos cinco años. ( ... ), ahora; cuando hay una vía política que hace posible la petición de determinadas reivindicaciones que se consideran justas, entonces todavía es más grave el recurso a la violencia».
Y añade: «contra la tortura también hemos hablado (...). La luz del Evangelio dice no al secuestro, no al asesinato, pero también no a la tortura, no a la violación de los derechos humanos».
Estas últimas palabras introducen básicamente este trabajo en el tema de los derechos de las personas y, concretamente, de las minorías étnicas.
JUAN XXIII: RESPETAR Y FAVORECER UNOS DERECHOS
Numerosos Romanos Pontífices de la Iglesia Católica, y organismos internacionales, han hablado y escrito sobre los derechos y deberes universales, inviolables e inalienables, como los llamó Juan XXIII, que brotan del principio de que todo ser humano es persona, es decir, una naturaleza dotada de inteligencia y voluntad libre. León XIII, el 15-X-1891, publicó la encíclica Renum Novarum, considerada como la primera de las grandes encíclicas sociales. Además de Pío XI (Quadragessimo anno) y Pablo VI (Populorum Progressio), otros dos Papas se han constituido en defensores de los derechos del hombre: Juan XXIII y Juan Pablo II. Este último, fundamentalmente, y dejando aparte otros muchos textos, manifestó rotundamente su defensa de los derechos humanos en su Discurso a la XXXVI Asamblea General de la ONU (2-X-1979). Ambos Pontífices coinciden sustancialmente en señalar 18 derechos de la persona. El primero es el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona. Otro es el derecho a la nacionalidad, como ha señalado Hervada (5).
Juan XXIII, que ya en 1961 había hablado de los derechos humanos con profundidad (Mater et Magistra), en su encíclica Pacem in Terris (ll-IV-1963) traza las líneas maestras de los derechos de las minorías étnicas, y también de su actitud hacia otros pueblos.
En el n. 94 escribe que la presencia de minorías étnicas en un mismo Estado -porque no siempre pueden coincidir, por diversas causas, las comunidades políticas con las comunidades nacionales «presenta graves problemas».
¿Cuál es la norma de conducta que debe regir las relaciones entre ambas?.
«Ha de proclamarse con toda claridad -cfr. n. 95 de la misma encíclica-el principio de que toda política que tienda a contrariar la vitalidad y la expansión de las minorías constituye una grave falta contra la justicia, mucho más grave aún cuando tales intentos pretenden la destrucción misma de la estirpe».
En el n. 96, el Papa Juan XXIII concreta por la otra vertiente: mejorar y favorecer: «por el contrario -añade-, lo más conforme a la justicia es que los Poderes públicos cooperen con la mayor eficacia para mejorar las condiciones de vida de las minorías étnicas, principalmente en lo que se refiere a su lengua, cultura, tradiciones, recursos y empresas económicas».
No sería justo concluir esta exposición sin hacer referencia a las ideas del n. 97, que complementan esos derechos -verdadera fuente doctrinal sobre las etnias-con un deber de amplitud de miras: «estas minorías étnicas, bien por la situación que tienen que soportar a disgusto, bien por la presión de los recuerdos históricos, propenden, muchas veces, a exaltar más de lo debido sus características raciales propias, hasta el punto de anteponerlas a los valores comunes de todos los hombres, como si el bien de la entera familia humana, hubiera de subordinarse al bien de una estirpe».
Nos parece evidente que Juan XXIII estaba pensando, entre otros grupos étnicos, en las consecuencias desastrosas que trajo para el mundo, y particularmente para Europa, el nacional-socialismo (nazismo) de Hitler.
ALGUNAS IDEAS PARA LA PAZ
A otra escala, algunos observadores han visto en ETA la radicalización violenta en la defensa de unos derechos, expresión de ese peligro que menciona Juan XXIII.
Unos derechos que han sido frecuentemente violados -salvo honrosas excepciones-, desde el siglo XIX. Si sumamos esta violación; el peligro citado por Juan XXIII; y el componente de praxis violenta-revolucionaria marxista, que arrastró consigo a un sector del nacionalismo vasco, a la vista está el resultado. Un resultado que hemos intentado explicar con claridad. Si se quiere la paz, todas las fuerzas sociales deberían considerar detenidamente estos factores. Mientras se persista en contrariar «la vitalidad» del pueblo vasco (su hecho diferencial (6)), y haya quienes (como verdaderos sujetos de desestabilización) insuflen dinero y odio para continuar arrastrando y «utilizando» personas para sus propios intereses (radicalmente distintos de los que vertebran el ideal nacionalista (7), nos tememos que el futuro seguirá oscuro.
Algunos medios de comunicación (altavoces de personas), de difusión nacional, están haciendo un flaco servicio a la paz, con sus persistentes cegueras (8). Me niego a creer que el objetivo de estos medios sea conseguir que la inmensa mayoría de los que sienten en vasco apoye a ETA -sentimentalmente, o con medios más eficaces-. Sería una locura. Ahora mismo, la realidad va camino de ser muy otra.
El Papa Juan Pablo II proclamaba en Loyola que «el cristianismo comprende y reconoce la noble y justa lucha por la justicia a todos los niveles». Los vascos nacionalista (cfr. resultados de las elecciones autonómicas de 1984, en 2. º art. de esta serie) piden y exigen -en un terreno, el político-, lo que consideran justo, y solicitan que el pueblo vasco sea respetado y pueda manifestar -si así lo desea mayoritariamente-su legítima postura ante los organismo internacionales, si fuera necesario. Y no se sienten menos católicos (los que no han dado cabida a la ideología marxista, por ejemplo, el PNV como colectivo), que los católicos españoles (9).
Escuchemos, finalmente, la respuesta de Mons. Larrea, Obispo de Bilbao, a la siguiente pregunta:
- ¿Cómo cree que se compatibiliza la universalidad de la Iglesia, con su papel concreto en un pueblo que lucha tanto por su independencia como el vasco?.
- «Todos los católicos nos sentimos miembros de la Iglesia católica, y nosotros aquí sentimos esta universalidad. De nuestras diócesis han salido miles de misioneros actualmente trabajando en los cinco continentes del mundo. Amar a la Iglesia universal no es negar el amor al propio pueblo. Los cristianos vascos son cristianos al margen de sus opciones políticas. Hay cristianos espléndidos con unas tendencias políticas o con otras (...), y ni a unos ni a otros les impide el catolicismo amar lo suyo (10)».
(1) Cfr. Deia, «Ocupar Euzkadi», J.R. Scheifler Amezaga, 28-X-1983.
(2) Cfr. Deia, ibid. y editorial durante el secuestro de A. Martin, 14-X-83.
(3) Cfr. Deia, ibid.
(4) Cfr. Deia, En torno a HB, de J. Bilbao, y Sabino Arana: patriotismo y unidad, del Euzkadi Buru Batzar (EAJ/PNV), 24-X/-84. Al día siguiente, 25-X-84, se cumplía el 81 aniversario del fallecimiento de Sabino de Arana, fundador del PNV.
(5) Hervada, Javier, Principios de doctrina social de a Iglesia, Mundo Cristiano, Madrid, 1984.
(6) Afirmaciones como las que hace X. Domingo (Cambio 16, 21-X-83): «el hecho diferencial vasco es un hecho español» consiguen que desde págs. nacionalistas (Deia, 28-X-83) se escriba: «El hecho diferencial vasco proseguirá, con España o sin España, o fuera de España». Lo que dice X. Domingo es, al menos, una simpleza.
(7) Es «preciso que quienes nos rodean, sean o no simpatizantes, sigan viendo al partido como colectivo humano, formado por gentes de bien, honestas, volcadas en su trabajo, en su patria, y capaces de concebir toda la actividad, pública o privada, como un servicio a los demás, como aportación para conseguir una Euzkadi libre y en paz». (Cfr. Deia, 24-Xl-84, EAJ/PNV, art. citado).
(8) Insisten una y otra vez en calificar como «separatismo» el amor al propio pueblo, a la propia tierra. No nos extenderemos.
(9) Algunos católicos españoles parece que hacen de la unidad de la patria española un artículo de la fe cristiana y católica. Es cierto -señalan diversos autores- que es un derecho y un deber el amor a la patria, incluido en el cuarto precepto del Decálogo, pero ... ¿qué patria es la que considera cada ciudadano como suya?. Indudablemente, también en este aspecto sería de desear -afirma la doctrina-un mayor esfuerzo de comprensión entre unos católicos y otros que, al fin y al cabo, están unidos por la fe cristiana.
(10) Cfr. YA, 11-XI-84
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