Va al contenido

Huellas N., Mayo 1984

CULTURA

Newman y el movimiento de Oxford

Marina Lindon

"Hace exactamente 150 años, la Iglesia Anglicana tembló hasta los cimientos de­bido a un grupo de clérigos intelectuales de Oxford, que abogaban por una recupera­ción del sentido de la santidad, y por un retorno al culto tradicional de esta Igle­sia. Por una nueva reforma que corrigiera las desviaciones doctrinales que habían aumentado en la Iglesia desde el tiempo de los Tudores... "

John Henry Newman nació en 1801 en Londres. Su padre era banque­ro, y un sencillo, pero sincero hom­bre de Iglesia. Su madre, Jemina, era una descendiente de los hugono­tes franceses y una devota protestan­te. Ella enseñó a John, el mayor de seis hermanos, a tener un gran amor a la Biblia. A los siete años ingresó como interno en un colegio de Ealing, famoso por su exagerado amor a los deportes, cosa en la que John no sobresalía. Su fuerte eran, por el contrario, los estudios, destacando en griego y en latín. Era también muy aficionado al violín. Estuvo muy influido por uno de sus maestros, el reverendo Walter Mayers, que le proporcionaba libros religiosos, muchos de ellos con tendencia calvinista.
A los 15 años experimentó lo que él llamaría "una conversión interior", y decidió entregarse al servicio de Dios, asumiendo una vida de celibato. Algo después, en la Navi­dad de 1816, el Sr. Newman llevó a su hijo a Oxford, y le inscribió en el Trinity College, donde ingresó en junio. Oxford era muy distinto de lo que es ahora: todos los estudiantes tenían que ser anglicanos, y muchos eran ordenados posteriormente cléri­gos. A decir verdad, sin embargo, la vida religiosa en Oxford era bastante superficial, y la mayoría de los pro­fesores frecuentaban más la alta so­ciedad que la oración. No así Newman. Su preocupación intelectual y religio­sa era bien conocida de todos. Todo el mundo esperaba de él los máximos honores en los exámenes finales, pero la sobredosis de trabajo a la que se sometió le produjo una fatiga nervio­sa, y en vez de obtener el "Double First" presagiado, su licenciatura tu­vo que ser de Segunda Clase. El tenía esperanzas de asegurarse un puesto de profesor en la universidad, y para eso necesitaba una plaza como "Fe­llow" (miembro del claustro) en algu­no de los colegios universitarios de Oxford, algo muy difícil de conse­guir para una persona tan joven.
A pesar de sus malos resultados se pre­sentó para Oriel College. Se pre­sentaban muchos candidatos cualificados, y los exámenes serían muy duros. Newman lo consiguió, el 12 de abril de 1822. Aquella tarde se sentó al lado de John Keble, considerado como la primera inteligencia de Oxford en aquella época. Pronto se hicieron grandes amigos y, junto con otros colegas, empezaron a debatir sobre las grandes cuestiones del Cristia­nismo, y a buscar la verdad. En 1825 se ordenó sacerdote de la Iglesia Anglicana, continuando su trabajo co­mo tutor en Oriel Ccllege, y muy pronto había a su al rededor un grupo de estudiantes que devoraban literal­mente sus palabras. Las discusiones de aquel grupo de amigos, y el estu­dio constante de los orígenes de la Iglesia y de los Padres le llevaron poco a poco a rechazar sus ante­riores tendencias calvinistas.
En 1828 será nombrado vica­rio de la parroquia de St. Mary the Virgin, puesto que ocuparía quince años. Aquí es donde comenzó a ser conocido. Sus servicios atraían gran­des congregaciones, y sus sermones eran considerados la vanguardia del pensamiento anglicano. Pero eran más que eso. Su voz clara y honda penetra­ba los corazones más duros. Mientras tanto sus frecuentes discusiones con Keble y con Pusey, profesor de he­breo, los habían conducido a la idea de que sólo había una verdad, y un único rebaño: todas las iglesias cris­tianas formaban parte de él, y las diferencias entre ellas eran más bien externas, de una importancia menor... Los pioneros del Movimiento de Oxford se adelantaban así a ideas que flore­cerían un siglo después. Sus oponen­tes más firmes eran los intransigen­tes protestantes, que veían cualquier tipo de semejanza con Roma -ornamentos, velas, campanas-, como una here­jía.
Tras un viaje de seis meses por el sur de Europa que acentuó la evolución de Newman, regresa a Oxford en julio de 1833. Pocos días más tarde, Newman invita a Keble a pronun­ciar en St. Mary un sermón de circunstancias, ante una asamblea solemne de jueces. El tema escogido fue "La apostasía nacional", una detallada condenación del creciente ateísmo en Inglaterra, y una apasionada llamada a la honestidad y la santidad en la Iglesia. Y es que a la Iglesia anglicana se la veía en aquel momento como aliada de los poderosos, lo que contribuía a la confusión del momen­to: trabajadores sin derecho a votar, procedimientos ilegales en las elec­ciones, apropiaciones indebidas por parte de la Iglesia... Inglaterra vi­vía los síntomas revolucionarios en los años que siguieron a Waterloo, y la corrupción de la Iglesia influía grandemente en el alejamiento progre­sivo del pueblo de todo lo religioso.
Muy poco después de este sermón, Newman y su grupo empezaron a publicar folletos ( "Tracts") reli­giosos exponiendo sus puntos de vis­ta, apelando al clero y a los laicos a un retorno a la fe y a las tradicio­nes de la Iglesia. Los folletos se distribuían a caballo por las parro­quias cercanas a Oxford, y fueron adquiriendo una audiencia cada vez más extensa, hasta que el mensaje se extendió por todo el país, y terminó dividiendo a los hombres de Iglesia: la mayor parte de los obispos se puso en contra de aquel grupo de jóvenes clérigos, a los que se llamaba despectivamente "los panfleta­rios" ( "the Tractarians").
A finales de 1833 Newman, ya decano de Oriel, podía afirmar que dos mil clérigos estaban dispues­tos a firmar el manifiesto del movi­miento de Oxford, dirigido al arzobis­po de Canterbury, en el que se decla­raba su adhesión a la disciplina y a la doctrina apostólica de la Iglesia, lo cual era revolucionario en el con­texto de una Iglesia anglicana cada vez más afín a las posiciones protes­tantes. Acusaciones de que estaba a­puntando hacia Roma obligaron a New­man a publicar una defensa del "Anglo­catolicismo" en 1837. En 1841 publicó su famoso "Tract 90", en el que afir­maba que los 39 artículos en los que se asentaba la Iglesia anglicana no estaban en contradicción con la doc­trina católica. La ola de críticas que se levantó le obligó a dejar de publicar los "Tracts".
Más tarde es­cribiría en la Apología pro Vita Sua: "Desde finales de 1841 estaba agoni­zando como miembro de la Iglesia an­glicana, aunque por entonces sólo po­co a poco me fui dando cuenta de ello".
En la primavera siguiente se retira con sus seguidores a la Iglesia de Littlemore, un pueblecito a las afueras de Oxford, viviendo en un desván dedicado a la oración, a la atención de los pobres de la zona, y a sus aficiones intelectuales. Era inevitable: en 1845, el padre Domini­co Barbieri recibía a los componentes de la comunidad de Littlemore como miembros de la Iglesia católica. Tan­to los políticos como los jerarcas ingleses se quedaron pasmados ante la noticia. Muchísimos fueron los que siguieren a Newman; otros, entre e­llos Keble y Pusey, se quedaron a­trás, "prefiriendo continuar su cruza­da desde dentro de la Iglesia anglica­na". Un año más tarde, Newman iría a Roma para estudiar en orden a hacerse sacerdote católico. Se ordenará en mayo de 1847. Hondamente influenciado por la congregación religiosa para sacerdotes conocida con el nombre de "El Oratorio", que había fundado S. Felipe Neri, vuelve a Inglaterra, con el permiso del Papa para establecer un Oratorio en su país.
No hace falta mencionar lo que se encontró allí: todos los con­vertidos eran tenidos por espías y traidores. Gradualmente, el furor de­clinó y Newman empezaría la segunda carrera de su vida: fundó "oratorios" en Birmingham y en Londres; sus predi­caciones volvían a calar hondo y a crearle enemigos, tanto anglicanos co­mo católicos; en 1853 crea la uni­versidad de Dublín, para hacer posi­ble una educación laica y coherentemente católica a la vez.
Una disputa pública con el novelista Charles Kingsley le obligó a escribir su Apo­logía, una historia de su vida que se convirtió en un best-seller de la época victoriana.
En 1877, Trinity College le nombra miembro de honor, y vuelve a Oxford después de 32 años. Un año más tarde es hecho cardenal. Al abra­zar a León XIII, Newman lloraba... El Papa le dejó retirarse a su queri­do "Oratorio" de Birmingham, donde pasó los últimos años de su vida.
Se habla hoy de que una unión completa con los anglicanos pu­diera ser realidad para finales de siglo. En las dos Iglesias a las que Newman sirvió incansablemente durante noventa años, millones de cristianos desean esa unidad ardientemente. Quie­nes conocen el "Movimiento de Ox­ford", saben que esa unidad se realizó, dolorosamente, hace más de un siglo... en el santo corazón del Car­denal John Henry Newman.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página