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Huellas N., Mayo 1984

IGLESIA

Pedro Poveda, un hombre, una idea, una vida, para las demás.

Enfrentarse con la figura de Pedro Poveda es caer definiti­vamente del lado de los que siguen a Jesús. Es vivir la propia vida con la convicción de que alguien irrumpe en ella tomando posesión. La sensación de ser llevado sin saber dónde, ni a qué, ni cómo.
Los cristianos sabemos que la Iglesia de Jesús es una comu­nidad profética, que el espíritu de Dios y su palabra se siguen derra­mando en todos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres. "¿Es que cre­éis que vuestros profetas van a durar eternamente?", decían los judíos a Zacarías. Sí, la vida de un seguidor incondicional de Jesús es la profecía que dura. Pedro Poveda sacerdote, educador del catoli­cismo social y de la importancia de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, testigo de Jesús en su vida y en su muerte nos lo dice hoy.


Poveda nació en Linares (Ja­én), en 1874. Linares no se presta a descripciones literarias, vive de su plomo y a principios de este siglo ¡hasta tenía tranvía! En Linares nace y crece en plenos aires de Restaura­ción alfonsina cuando la economía de pan, vino y aceite deja descontentos a muchos campesinos que ganan -cuando hay trabajo- menos de dos pesetas de jornal al día.
Los treinta primeros años de Poveda son para su tierra andalu­za. Allí, en Baeza, hizo sus estudios de bachillerato y en Sevilla, la Teo­logía. Allí, en Guadix, comenzó a saber de hombres con cara de hambre que ni para morir tenían vida bastan­te. Porque Guadix en 1902 es conocida por su novelista, Pedro Antonio de Alarcón, y también porque tiene más de un centenar de cuevas excavadas en las colinas de barro que forman sus barrios Cerralbo y Santiago. Pove­da, desea identificarse con los brace­ros de las cuevas, quiere compartir con ellos lo que tiene, mejor, lo que es. Le duelen los hombres que no tienen pan, ni cariño, ni cultura. Que no saben del real interés que Dios tiene por su vida, que no imaginan a Dios preocupado por sus penas, su hambre, su marginación. Nadie les ha mostrado todavía que Dios en ver­dad no es distancia, no es despreocu­pación; que Dios en verdad sabe el nombre propio de cada uno y recoge cada una de nuestras lágrimas.

EDUCADOR DE EDUCADORES
El compromiso social de Po­veda en Guadix chocó con mucha gente. Su postura era arriesgada: auxilio social, comedor, escuelas, suscripcio­nes para obtener dinero, viajes de propaganda... El Padre Poveda soñaba con una fraternidad verdaderamente e­vangélica. La fraternidad nueva que es el modo de amar que tienen los hijos de Dios. Aquellos que buscan amar como Dios les ama a ellos, con la vida y con la muerte.
Poveda es un chiflado de la fraternidad, de la "hermandad", como él la llama, y nos alienta a empezar de un modo muy sencillo: "A­mad la hermandad. Estad unidos para el bien, para vuestro aprovecha­miento, para auxiliaros. En este amor mutuo encontraréis seguridades, lu­ces, facilidades, consuelo. El ejem­plo de los primeros cristianos que "tenían un solo corazón y una sola alma" debe ser la norma a la que ajustéis vuestra conducta". Poveda no insultaba a los poderosos, pero tampo­co les halagaba y ellos no entendie­ron esa fraternidad nunca.
Acabó saliendo de Guadix después de muchos sufrimientos.
En 1906, llega a Covadonga. Es un tiempo en el que se dedica a escribir y reflexionar a fondo sobre la importancia de la educación. Esta­ba convencido de que la educación y la cultura tienen que servir para hacer mejor al hombre. Sabía que lo más importante en la vida es ser persona y quería responder de verdad, a fondo, a la vocación que Dios le había dado de ayudar a otros a ser personas. No quería la educación para figurar, para dominar a los demás, para saber muchas cosas y así tener más poder sino para acompañar al hom­bre en búsqueda de Dios.
Desde Covadonga escribe, proyecta, se empeña, no en ofrecer nuevas teorías educativas, sino en descubrir la pieza esencial de cual­quier teoría o método: el educador. Busca crear en la escuela un ambiente nuevo dotándola de métodos nuevos: paseos escolares, canto, dibujo, música, teatro... actividades que busca­ban la integración de la cultura con la vida. Y, todo ello, a base de participación activa de los alumnos en la organización del centro, "el Padre pasa la mañana en la Academia (lugar donde convivían los futuros educadores) y, como no puede estar ocioso, se le ocurre que las alumnas deben tener intervención en la organización y el régimen de la Academia. Forma un Consejo, integrado por tres alumnas", escribe en el Diario del centro Mª Josefa Segovia, su princi­pal colaboradora en la tarea.

SOMOS UNO Y SOMOS MUCHOS
En 1913, Pedro Poveda vuel­ve a Jaén para continuar perfilando el rodaje de las Academias y en 1921, se traslada a Madrid para impulsar mejor su obra educativa y evangeliza­dora. Ha asimilado por entonces dos experiencias fundamentales unidas a dos ámbitos geográficos -Andalucía y Asturias-, el hambre de pan y cultu­ra, y la crisis intelectual de su tiempo que en España es especialmente conflictiva porque disociaba radical­mente el progreso humanista y cientí­fico del Evangelio.
Buscando pistas de solución Poveda crea la Institución Teresiana* formada por hombres y mujeres que desde su trabajo en la educación y la cultura, desde su profesión, céli­bes o casados, insertos en medio de los hombres como servidores de todos y dando preferencia a los pobres, como hizo Jesús, colaboran en la cons­trucción del Reino en la Historia.
Para 1930, el movimiento de Poveda es una realidad que se ha extendido por toda España y ha inicia­do su salida a América del Sur. Actualmente un amplio movimiento de edu­cadores, matrimonios y jóvenes en los distintos países (Europa, América, Asia y África) se inspiran en su modo de vivir el Evangelio, en su talante pacificador y pacifista.
"Siempre que oigo decir que un procedimiento duro, agrio, es lo mejor, el más seguro, digo para mí: esto es contrario a las enseñanzas de Jesús y en orden a la salvación no tiene eficacia alguna".
Una juventud a la que brindaba un pequeño programa: "Hay que dar y no pedir; hay que hacerse para todos, a fin de ganarlos para Cristo".
Una juventud, en fin, entusiasta en el pensar y seria en el hacer; no egoísta ni amadora de sí misma; una juventud alegre.
Pedro Poveda ha sido llamado "educador sin fronteras'' y propues­to por la UNESCO en 1974 por su tarea como "pedagogo y humanista". Porque ha embarcado en esta aventura educativa a muchos educadores, a mu­chos matrimonios. Desde las Escuelas Sampesinas de Argentina hasta el tra­bajo en varias bibliotecas de Israel; desde la radio en plena selva de la Amazonia brasileña hasta la Univer­sidad japonesa, la medicina o la asis­tencia social; dando en todo caso gran importancia a la familia como ámbito insustituible de educación y agente decisivo en el desarrollo per­sonal y social.
Hoy, a la hora de abordar la radicalidad de un cristianismo que debe ser noticia de Jesús, que debe tener "palabras en los labios, fuego en el corazón y profecía en la mira­da", la figura de Poveda nos resulta familiar, inmediatamente cercana.

*Si deseas conocer la Institución Teresiana, puedes hacerlo a través de su asociación juvenil ACIT Joven, que tiene su domicilio en Madrid en Gral. Oráa, 17. Madrid 6. Tf. 4.11.54.36 y 4.11.54.35. Puedes dirigirte a Carmen García Quitana.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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