Ya no se vende exclusivamente "subliteratura" en el kiosko callejero. De eso no cabe la menor duda.
En estos años 80 los viandantes exigen que el lugar donde compran la prensa no sea sólo el recinto amurallado de géneros menores: novelas rosas, del oeste o de contraespionaje, sino que han convertido al kioskero en un auténtico profesional; casi, casi un filólogo urbano que esté a la altura de las circunstancias culturales de nuestros días.
El "paperback" o libro de tapas blandas tan tradicional en el mundo editorial anglosajón se puso de moda en España hacia los años 50-60.
Bruguera, Salvat, Plaza y Janés, etc... comprendieron que el fascículo y el libro de bolsillo tendrían una aceptación considerable en el mercado español cuando el españolito de a pie comenzara a gozar de cierto desahogo económico.
Probaron suerte con las colecciones básicas de literatura (unos 100 libros aproximadamente, que implicaban 2 años de lanzamiento semanal).
Raul Rispa -delegado de Salvat en Madrid- cuenta cómo esta editorial en colaboración con Alianza (en lo referente a cesión de derechos y títulos) y con el apoyo de la T.V., editó la primera biblioteca básica de que se tenga memoria.
En cualquiera de nuestras casas seguramente tendremos el primer título de la misma: La tía Tula, de Unamuno, que se colocó en un millón de ejemplares.
El modelo económico desarrollista de los años 60 -que como sabemos intentaba conseguir un crecimiento elevado del producto nacional- tuvo su parcela de traducción en libros y en cultura asequible. Esto por la gran gama temática y la humilde y popular maquetación.
Se puede decir que el kiosko ha sufrido una maravillosa transformación elegante y ha contribuido a poner "la cultura de moda" de tal forma que llega con facilidad hasta el ciudadano que jamás quiso ni supo enfrentarse con los clásicos o con las grandes Ciencias.
Surgen numerosas preguntas acerca de este tema, como por ejemplo si actualmente no se corre el peligro de saturar el mercado con cientos de colecciones, hasta el punto de que la oferta sea muy superior a la demanda. Según las encuestas recientes parece ser que se da el suficiente número de compradores para cada tipo de modelo lanzado al mercado; lo único que ocurre es que cada colección goza de una rentabilidad diferente en función de la mayor o menor aceptación que tenga.
Aunque algunos piensan que todo puede estallar de un momento a otro, otros se sienten muy satisfechos de encontrar "El elogio de la locura" o "El Príncipe" de Maquiavelo a un precio francamente módico.
Otra posible pregunta sería si estas colecciones que gozan del apoyo popular, de hecho perjudican a las ediciones normales de librería.
Los editores no lo creen así, sino todo lo contrario, según un portavoz de Editorial Forum del grupo Planeta "la población española que lee se amplia de manera permanente por lo que estas ediciones responden a una clara vocación de servicio a quienes desean poseer libros de calidad a precios populares".
Se produce un fenómeno curioso: el de la creación de lectores, que a corto plazo acuden a las librerías especializadas para ampliar sus intereses a temas y a autores concretos de los que ya tienen sobradas referencias. El kiosko es, por tanto, algo más que el chiringuito de novelas evanescentes o de cajetilla de tabaco.
Gracias a él y a sus profesionales la salud cultural del país va en aumento, cosa que muchos nunca soñaron.
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