Nació en Bonn, y desde muy temprana edad estuvo ligado al mundo musical. Su abuelo Lodewyk fue maestro de capilla y su padre tenor y violinista. De él recibió sus primeras lecciones el pequeño Luis, después, del oboísta PFEIFFER y del organista Neefe. A la edad de trece años fue nombrado cimbalista del príncipe elector, y comenzó a asombrar por su facilidad para la improvisación.
Al igual que le pasara a Mozart, su padre vio en él un nuevo niño prodigio, por lo que su educación fue bastante descuidada. Los contactos con la cultivada familia Von Breuning, corrigieron esta debilidad.
En 1787 marchó a Viena donde tocó para Mozart, pero la muerte de su madre forzó su vuelta a Bonn.
Animado por el conde Waldstein volvió a Viena para estudiar con Haynd (1792). No obtuvo los frutos que esperaba y fue a clase con Salieri.
Poco a poco su reputación como pianista fue en aumento, al igual que su carácter extravagante, debido en gran manera a su progresiva sordera. Como anécdota diremos que la sordera de Beethoven fue producida por una pequeña infección que debido al tratamiento al que fue sometido (entre otras cosas le mandaban echarse agua helada en los oídos) fue en aumento hasta su total pérdida del oído. Cuando Beethoven fue solicitado por el rey de Westfalia, Jerónimo, en 1808, se le asignó una pensión de por vida. Su raro carácter inestable, tímido, apasionado y en ocasiones colérico, hizo que su vida amorosa fuese una constante desilusión. Por otro lado, otra de sus pesadillas, era su sobrino Karl que estaba bajo su tutela y que lo único que le dio fueron constantes disgustos.
En septiembre de 1826 cayó enfermo, y el 26 de marzo de 1827 falleció. Inhumado en un principio en el Wahringer Friedhof ( 29-3-1827), .su cuerpo fue trasladado en 1883 al Zentral Friedhel donde reposa cerca de Schubert.
DATOS DE SU OBRA
La obra de Beethoven es una de las mayores joyas de la humanidad. En ella se pueden diferenciar claramente dos etapas. La primera hasta el 1800 aproximadamente, en la que está bajo la influencia de Haynd y Mozart. Pasa a un carácter más personal y a partir de ese año empieza a ser él mismo. Por la potencia de sus ideas, ensanchó el cuadro de las formas tradicionales, empujando las exigencias de orden instrumental y vocal hasta los límites de lo posible (por ejemplo el coro final de la 9ª Sinfonía).
Su forma de trabajo era lenta y penosa. Perfilaba una y otra vez sus obras, y hasta dar por terminada alguna, muchísimos bocetos eran desechados.
Su dominio de la música y sus recursos, le hacen ser el maestro indiscutido de toda la historia.
Su obra es apasionante. Oberturas (Coriolano, Egmont, etc.), 9 sinfonías, 5 conciertos para piano y orquesta, uno para violín, su ópera Fidelio, 32 sonatas para piano, cuartetos, tríos, un sexteto, el famoso septimino, un octeto, numerosas danzas, etc.
Preguntado Enrique García Asensio sobre qué obras salvaría de una destrucción, dijo que los cuartetos de Beethoven, ya que cada uno de ellos es una verdadera catedral.
¿QUE OBRA ELEGIMOS PRIMERO?
¿Una obra para empezar a escuchar a Beethoven e incrementar nuestra discoteca? Imposible. Lo único que os podemos decir es que empecéis oyendo sus sinfonías. La 5, la 3, la 9, la 8, todas son maravillosas. Sus sonatas para piano, cualquiera, es una preciosidad. Su triple concierto para violín, piano y violonchelo es fantástico. Por cierto una versión insuperable es la que hacen David Oistrakh, Rostropovich, Richter, Karajan y la filarmónica de Berlín en discos de "La Voz de su amo".
Wilhelm Kempff, en Deutsche Grammophon, tiene todas las sonatas para piano y los conciertos con orquesta. Los conciertos están grabaos ontológicamente por el "Cuarteto Amadeus".
Pero aquel que quiera tener la mejor versión de la 9 Sinfonía, que además es una de las mayores joyas grabadas en la historia del disco, es la que ofreció el Coro y Orquesta del Festival de Bagreuth en la reinauguración de dicho festival, en Agosto de 1951, dirigida por Wilhem Furtwangler.
Si siguiéramos no tendríamos espacio en Nueva Tierra, así que os animamos a que poco a poco os adentréis en Beethoven y no os quedéis, como mucha gente lo ha hecho, en la horterada que hizo Miguel Ríos en "su" Himno a la Alegría.
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