El mokambi (en plural, bakambi) es una creación del cardenal Malula, arzobispo de Kinshasa (Zaire). Son seglares casados que, ante las enormes necesidades espirituales de sus comunidades dirigen una parroquia con todas las prerrogativas del párroco. Sin embargo no se llaman "cura", término reservado al sacerdote. Hay, pues, parroquias dirigidas por curas y otras por bakambi. En la parroquia confiada a un cura todos los poderes y ministerios están como recapitulados en su persona, en tanto que al lado de mokambi hay un sacerdote animador designado por el obispo que ejerce en la parroquia el ministerio específicamente sacerdotal como un primer colaborador del mokambi. No reside en el territorio de la parroquia y desempeña en otro sitio otra función.
Pero más que ponernos a hablar sobre las funciones, una tras otra, que ejercen los bakambi, escuchemos el testimonio sencillo y conmovedor de una mujer africana, madre de 6 hijos y mujer de uno de estos bakambi que ejerce su ministerio en la parroquia de San Cipriano de Kinshasa donde el 60% de sus 35.000 habitantes son católicos.
En 1975 el cardenal Malula hizo el primer nombramiento oficial de ocho bakambi en la diócesis. Entre ellos estaba mi marido, que el 2 de marzo de 1975 fue designado oficialmente como mokambi para la parroquia de San Cipriano, nombrado oficialmente por el obispo y reconocido por la diócesis. Aún recuerdo las palabras del obispo. "Muchas de las cosas que ahora hace el sacerdote desde ahora las hará el mokambi de vuestra parroquia. Se hará cargo del bautismo de los niños, preparará para el matrimonio y os ayudará a educar a vuestros hijos en la doctrina de Cristo. Os animará y os ayudará a vivir en el amor y conforme a la ley de Cristo. Es vuestro jefe en nombre del obispo. El sacerdote estará a su lado para ayudarlo y animarlo y os administrará los sacramentos mediante los cuales Cristo opera en vuestras almas."
Al oír estas palabras, el temor se apoderó de mí y me faltó poco para llorar. Pero luego mi corazón se llenó de alegría. Había comprendido una cosa fundamental: "Aquí se realiza la obra de Dios". Un antiguo proverbio de nuestra tierra dice: "Dios nunca duerme." El piensa en todo.
El día que mi marido fue instalado como mokambi de la parroquia yo tenía miedo y me decía: "¿Cómo es posible esto? Nos confían a nosotros solos una parroquia enorme en la que un sacerdote sin obligaciones familiares tendría trabajo para todo el día. Y mi marido tiene además que ser maestro... " Luego he comprobado que no estamos solos. Muchos cristianos han asumido voluntaria y seriamente sus responsabilidades y ayudan a mi marido en sus diversas tareas. Toda la población está demostrando su solidaridad y acepta la nueva situación. Hubo un tiempo en que la colecta se reducía a diez o veinte zaires al mes (en la época primera, un zaire = 120 pesetas); en cambio, ahora los cristianos dan más de cien zaires al mes, con lo cual se puede llevar adelante todas las obras de la parroquia. También yo he hecho la misma experiencia en mi trabajo de madre-catequísta.
La tarea nueva que realizamos en la Iglesia es para mí una fuente de gozo. Por iniciativa propia vienen a verme muchas mujeres y jóvenes y me cuentan las dificultades que encuentran en sus casas y en su vida. Me siento más madre que nunca, y no sólo de los seis hijos que Dios me ha dado, sino de muchos más que acuden a mí, con los cuales tenemos relaciones muy cordiales. La confianza que me demuestran es un estímulo para mi vida cristiana personal. Tengo que hacerme digna de esta nueva vocación. Tanto para mí como para mi marido esta tarea nueva ha sido el comienzo de una vida más hermosa, más rica de amor cristiano. Toda nuestra familia se ha enriquecido espiritualmente.
"Dios nunca duerme", dice nuestro proverbio. A menudo me acuerdo de él cuando veo que nuestra parroquia, a pesar de las dificultades del principio, tiene ahora gran vitalidad, y cuando pienso que nuestra familia ha sido realmente bendecida porque ha podido enriquecerse espiritualmente, con este nuevo servicio a la Iglesia.
MUNDO NEGRO
Enero, 1983
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