«El I Congreso Internacional Hispánico-Africano de Cultura consiguió su objetivo de definir nítidamente la identidad del pueblo ecuatoguineano: tiene un entronque bantú y es, a la vez, hispánico».
PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN
El 12 de octubre de 1968 se izaba por primera vez en Malabo (antigua Santa Isabel) la bandera cuatricolor -verde, blanca, y roja con un triángulo azul- de la república independiente de Guinea Ecuatorial. La ceremonia se realizaba en presencia del representante del jefe de Estado español, Manuel Fraga Iribarne y del primer presidente de la nueva república, Francisco Macías Nguema.
Terminaba así un período de 190 años de colonización española que, en aquellos días de fervor y entusiasmo, era considerada por muchos como ejemplar, a pesar de los errores inherentes a toda colonización. El entonces secretario general de la OUA (Organización de la Unidad Africana), el prestigioso político Diallo Telli llegó a declarar: «es la primera vez en todos los años de mi gestión que tengo que felicitar pública y privadamente a una antigua potencia administradora».
La presencia española en Bioco (antiguo Fernando Póo) y Río Muni data de 1778. La colonización tardó en hacerse efectiva, pero poco a poco en Guinea se desarrolló una floreciente economía, basada, sobre todo, en el cacao, el café y la madera. En 1959 Fernando Póo y Río Muni fueron declaradas provincias españolas. Se pretendía entonces que Guinea era simplemente España como lo eran Canarias, Las Islas Baleares o Soria.
Pero ya en 1963 el «viento de la independencia» que en palabra del primer ministro británico McMillan corría entonces por toda la geografía africana llegó también a las «provincias españolas». En aquel año se le da el nombre actual de Guinea Ecuatorial y se establece un gobierno autónomo, presidido por Bonifacio Ondó Edú. Este gobierno autónomo, considerado por todos como una etapa brillante, fue el primer paso hacia la independencia.
Los siguientes pasos fueron las dos conferencias constitucionales de Madrid (diciembre de 1967 y abril de 1968) en las que representantes de los diversos partidos guineanos y del gobierno español redactaron la constitución de Guinea Ecuatorial que, en contradicción con las ideas políticas vigentes en la metrópoli, establecía un sistema democrático con libertad de partidos políticos y elecciones generales.
El principal escollo para la descolonización de Guinea y la redacción de una constitución aceptada por todos era el deseo de los bubis (principales habitantes de Bioco) de seguir unidos a España o, por lo menos, mantener una cierta autonomía dentro del nuevo estado. Al final se decidió crear una república unitaria. Todavía hoy muchos bubis se sienten marginados y descontentos.
UN OPRESOR EN EL PODER
El 11 de agosto de 1968 se votó la nueva constitución y el 29 de septiembre salió elegido primer presidente de Guinea Ecuatorial Francisco Macias Nguema, natural de Mongomo, en la frontera de Gabón. Esta elección se revelaría como un hecho trágico para la entonces joven y próspera república hispana de África. Macías se manifestó pronto como un violento antiespañolista y prosoviético, y, sobre todo, convirtió a su país en un campo de concentración.
Un fallido golpe de estado, protagonizado en marzo de 1969 por Anastasio Ndongo, dio pie a Macías para abolir los partidos políticos, adueñarse del poder absoluto y comenzar a destruir todo lo que sabía a herencia de la colonia.
En once años de gobierno, Macías fue acabando con todas las estructuras del país: escuelas, hospitales, carreteras, etc. Los mejores cuadros -médicos, abogados, maestros, políticos, etc.- fueron asesinados o se exiliaron. También los obispos de Malabo y Bata, el español Mons. Gómez Marijuán y el guineano Mons. Nze Abuy, tuvieron que abandonar el país. El primero fue expulsado y el segundo hubo de exiliarse ante las constantes amenazas. Muchos sacerdotes sufrieron presecución, cárcel y tortura. Entre ellos los actuales obispos de Bata y Ebibiyin, que conservan en sus carnes las «porciones de palo» con que desayunaban todos los días.
EL «GOLPE DE LA LIBERTAD»
Un nuevo golpe de estado, patrocinado esta vez con éxito por el coronel Teodoro Obiang Nguema, puso fin al terror de Macías el 3 de agosto de 1979. El llamado «golpe de la libertad» hizo renacer muchas esperanzas, aunque algunos guineanos no se encuentran todavía a gusto con el nuevo régimen.
Naturalmente el presidente Obiang está ahora en la búsqueda de la identidad cultural de Guinea Ecuatorial, que había quedado cercenada por 11 años de oscurantismo Macista.
El gobierno de Malabo no puede ya encerrarse en sí mismo. El presidente Obiang ha apostado por el futuro, al tender una vez más la mano a todos los intelectuales (ya lo hizo al declarar su gobierno tecnócrata con el fin de que todos los técnicos tengan cabida en la Administración).
Una de las claves de este futuro se encuentra, hoy por hoy, en los jóvenes que viven en Guinea Ecuatorial. Insiste mucho el presidente Obiang en la necesidad de una formación seria para los jóvenes, tanto desde el punto de vista intelectual como moral. Se pueden apreciar ya algunos signos esperanzadores.
Pero la situación económica del país sigue siendo desastrosa. Las fincas de cacao, principal riqueza del país, continúan abandonadas en una buena parte y la corrupción impera en la administración a unos niveles mayores de los tolerables. El propio presidente lo ha denunciado repetidamente y enjuiciaba así sus primeros cinco años de gobierno: «En el plano político hemos devuelto al pueblo de Guinea las libertades que había perdido con la dictadura. Promovemos las libertades individuales y colectivas. En cuanto a la democratización del país, hemos llevado un proceso lento, pero seguro. Hemos organizado administrativamente el país. Hemos elaborado una ley fundamental, que ha sido aceptada masivamente por el pueblo guineano. En virtud de lo que contempla esta ley, hemos formado las instituciones democráticas que rigen actualmente al pueblo de Guinea Ecuatorial.
En el aspecto económico, hemos heredado un país devastado, con las infraestructuras deterioradas, pero creo que ahora tenemos la posibilidad de desarrollarnos económicamente.
LA «COOPERACION» ESPAÑOLA
España ha vuelto a Guinea y ha reiniciado unas relaciones que distan de haber encontrado un punto de madurez y equilibrio. Unos trescientos españoles forman en la actualidad el contingente de cooperantes en Guinea Ecuatorial entre funcionarios, técnicos, profesores, sanitarios y religiosos de la FERE.
Estos religiosos y religiosas se dedican fundamentalmente a lo suyo, que es la enseñanza, y algunos de ellos trabajan en la sanidad. En honor a la verdad, la enseñanza es, hoy por hoy, lo que funciona con más seriedad y rigor en Guinea Ecuatorial. La FERE ha preparado y costeado los textos de lengua, literatura y otros. En concreto ha elaborado el llamado método grafónico, fruto de la experiencia del hermano Magaz, y que logra que al cabo de dos o tres meses los alumnos lean y escriban. Una metáfora muy africana utilizada por el ministro de Educación de Guinea, Pascual Obama, define perfectamente la activictad de estos cooperantes: «Ustedes son como la palmera, que da todo aunque no reciba nada».
Esta labor reconocida y respaldada por el presidente y el propio pueblo guineano, no es paradójicamente apoyada desde España. Los religiosos de la FERE son los grandes olvidados de la Administración española: no se les pagan sus salarios -como los reciben regularmente los funcionarios, los sanitarios y los técnicos y dependen totalmente para su trabajo de sus respectivas órdenes o congregaciones. El actual Gobierno de Madrid como mucho los tolera y, en cualquier caso, los tiene casi olvidados, a pesar de estar en Guinea como cooperantes españoles. El presidente Obiang, en declaraciones a la revista MUNDO NEGRO, reconocía su valía y denunciaba estas arbitrariedades: «A los cooperantes españoles los valoramos mucho, pero muchas veces se manda a los cooperantes con unas estructuras procedentes de España sin contar con la parte guineana... Algunos colaboradores han sido cambiados arbitrariamente por el Gobierno Español. Incluso cuando mi gobierno deseaba pedir la prórroga de estos cooperantes. Concretamente tenemos el caso de la FERE. El Gobierno español decía que tenían que someterse a las condiciones impuestas a los demás cooperantes, pero se olvidaron de que fue el propio gobierno guineano el que pidió la cooperación de estos religiosos para que fueran los educadores de nuestros estudiantes».
Fruto de estas y otras indecisiones del actual Gobierno español es el hecho de que Guinea haya tenido que integrarse en la zona económica del franco, cuya moneda adoptó oficialmente el I de enero de 1985. ¿Se perderá la influencia hispánica en Guinea como sucedió en Filipinas, ante la presión del francés?. Muchos así lo creen, a pesar de las constantes afirmaciones en contra del gobierno de Obiang y del evidente deseo del pueblo guineano: «Queremos que Guinea sea el puente del mundo hispánico en África, el catalizador y el que fomente todos los movimientos hispánicos en nuestro continente». Ahora solo falta que el Gobierno español sea plenamente consciente del papel que puede y debe jugar en África. Falta la verdadera cooperación española.
*Director de MUNDO NEGRO
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