En la escuela se viene tratando como iguales a alumnos muy diferentes entre sí. De hecho, aunque últimamente se insiste en el tema de la educación diferenciada y la pedagogía diferencial, en nuestras escuelas no se lleva a cabo una enseñanza sensible a la diversidad entre los sujetos que a ellas acuden.
Viendo las llamadas escuelas unitarias rurales se puede apreciar cómo toda la legislación está hecha pensando en los grandes colegios de nuestras ciudades y no para tantas y tantas aldeas, cortijos y caseríos que existen en nuestro país. Ni los horarios, el transporte, el curriculum, las APAS, los consejos escolares, los problemas de los maestros... tal como se contemplan en nuestras leyes son válidas para esta infinidad de escuelas rurales. En este artículo pretendo, partir de una experiencia concreta de la escuela rural española para constatar la realidad en cuanto a la escasa atención a esta problemática que ni siquiera aparece en los grandes debates de educación.
EN LA SIERRA DE ALBACETE
He tenido, durante este último verano, la oportunidad de convivir durante un mes en esta zona de Albacete y he podido ir anotando una serie de consideraciones que creo pueden ser ilustrativas.
En la sierra Sur-Oeste de Albacete limítrofe con Jaén están situados estos núcleos de población: Yeste (15.000 habitantes) al que pertenecen 11 aldeas; Elche de la Sierra, con 18 y Alcaráz con 15 aldeas.
El clima es, en invierno muy frío con nieve y hielo, y en el verano ya sabemos que las temperaturas más altas se alcanzan en Albacete.
Son aldeas de población escasa, dispersas en pequeños grupos y diseminadas tras largas y serpenteantes carreteras o caminos. Su economía es pobre y de subsistencia; los productos que producen son para el consumo familiar y las explotaciones aparecen en forma de pequeños terrenos que se van ganando a la montaña (bancales) a causa de lo cual es muy difícil mecanizar las labores del campo.
LA ESCUELA
La mayoría de estas aldeas carece de escuela puesto que las únicas que existen suelen ser las escuelas unitarias o concentraciones escolares que distan muchos kilómetros de las aldeas, y así niños de hasta 7 y 8 años tienen que tomar un viejo autocar todos los días a las 6 de la mañana para poder acudir a la escuela donde estarán todo el día hasta que por la tarde-noche vuelvan a su aldea y, quizás, tengan que ponerse a ayudar a sus padres en las labores del campo.
El problema que se plantea es, pues, la no existencia de escuelas en estas zonas ni locales para ellas y de esta forma los niños quedan en una inferioridad de condiciones absolutas respecto de los otros lugares y, sobre todo, los niños de preescolar parten con una desventaja de 2 años de aprendizaje con lo que prácticamente se les condena al fracaso escolar (nos encontramos con niños de 8 y 9 años en 1.0 de E.G.B.).
Por otro lado, si nos acercamos a las escuelas unitarias veremos cómo son bastante precarias, no hay grandes patios (ni siquiera pequeños) para los recreos, ni pistas de baloncesto... , alguna que otra vieja estantería y una gran estufa antigua que llena de humo la clase, cuando funciona.
LOS MAESTROS
Hablando con las familias y con los niños es fácil apreciar que se valora la figura del maestro, pero no la de sus maestros. El problema es sencillo de explicar: para ir a aquella zona, de maestro, los traslados son por concursos individuales, se llega a unas aldeas con poquísimas condiciones, con unos niños faltos de motivación ... , y cuando se acaba el curso, rápidamente el maestro de turno pide el traslado y deja su plaza a otro maestro que llegará y seguirá la misma rueda.
Consiguientemente los niños no llegan a alcanzar ningún aliciente por estudiar y trabajar en la escuela puesto que cada curso no saben qué pasará con ellos al no haber una continuidad en la labor emprendida, y prefieren quedarse en el campo o cuidando sus cabras.
VIVIR SU PROPIA REALIDAD
Con toda esta situación cabe preguntarse si hacen falta más argumentos para demostrar que la educación ha de ser diferenciada.
Pero el problema no sólo está en Albacete, sino que a lo largo de nuestra geografía se repite esta situación con alguna que otra variante. Lo cual demuestra que el principio de todo ha sido una mala planificación del mapa educativo español. No basta con realizar una serie de concentraciones escolares en cada zona, no basta con publicar unas programaciones para todas las asignaturas y niveles que deban ser alcanzadas, ni siquiera son suficientes (aunque necesarios) los equipos de educación compensatoria que, desde hace 1 año, trabajan en el medio rural. Se necesita algo más.
Es preciso, primero, tener una conciencia clara de que la figura del maestro es fundamental y por tanto habrá que elaborar soluciones que contemplen la formación de equipos de maestros que fueran a los respectivos destinos no de forma individual de tal forma que pudieran trabajar durante períodos de tiempo en los cuales se pudiera ir desarrollando un plan de actuación continuado.
Por otro lado estos maestros deben hacer lo posible por integrarse en la cultura que exista en el medio en el que se encuentren y, desde ella, hacerla progresar haciendo ver a los propios destinatarios de esa educación cuáles son las riquezas que tienen ante sí.
El maestro rural necesita un constante apoyo, desde donde debe tenerlo, porque en las aldeas cuentan con él de antemano ya que existe un «olfato» especial para detectar a las personas que limpiamente van a colaborar y ayudar en la tarea de educar a los hijos frente a las personas que van cargadas de demagogias baratas. Por tanto, lo que se precisa es una buena y cuidada preparación del magisterio que ha de ir tomando conciencia de su papel fundamental en el desarrollo de una sociedad.
Se necesitan proyectos creativos e innovadores que contemplen este campo de acción y que pueden ir desde las conocidas experiencias de Escuelas Familiares Agrarias (de las que se podía hablar en otro momento), hasta Cooperativas de maestros con un claro enfoque de trabajo educativo rural, hasta la promoción de estudios, tesis e investigaciones que aporten material valioso para poder avanzar en este terreno.
Pero no se puede ignorar también la necesaria acción política en orden a facilitar materiales, plazas de profesorado, espacios físicos... en definitiva un interés por toda la temática educativa rural que se demuestre en pasos hacia adelante reales y no demagógicos.
*Estudiante de 5 Curso de Pedagogía
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