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Huellas N.2, Marzo 1985

CULTURA

El desnudo en el arte y la cultura

Juan Miguel Prim-Goicoechea

Desde la Venus de Willemdorf hasta la Maja desnuda de Goya, pasando por el David de Miguel Angel, es evidente que el cuerpo humano en su desnudez ha sido tema frecuente de las obras de arte y de la producción cultural del hombre de todos los tiempos. En nuestros días se añade a esto la creciente utilización de la imagen en los medios de comunicación social, en la publicidad, en el mundo del vídeo, etc.

Frente a estos datos innegables la pre­gunta que surge es la siguiente: ¿Es lícita en todos los casos la representación o reproducción del desnudo huma­no o existe un criterio ético que decide su legitimidad?.
Antes que nada es preciso delimitar los campos de tematización del cuerpo huma­no a los que hacen referencia las siguientes consideraciones. Se trata, sobre todo, de la representación artística y la reproducción en los diversos medios de comunicación.

l. EL CUERPO, DIMENSIÓN DE LA PERSONA
Para poder encontrar la respuesta al problema planteado es imprescindible partir de un dato fundamental: el cuerpo hu­mano es siempre «cuerpo de la persona». No es una realidad puramente natural jun­to a otras, sino que pertenece a la esfera personal. No existe como realidad objetiva fuera de la dimensión subjetiva del hombre en cuanto varón o mujer. Con ello, y a di­ferencia del mero cuerpo animal, queda elevado al ámbito de la subjetividad y de la persona, el cual excede el terreno de los orgánico. El hombre vive su propio cuerpo como elemento fundamental de su expe­riencia subjetiva y de sus relaciones inter­personales. Por último, el cuerpo humano es cuerpo de hombres concretos, vivos, cuerpo mío y tuyo, a diferencia de lo que en un hombre muerto llamamos cadáver. Por ello sólo a la luz de la totalidad de la persona es posible comprender y valorar el significado del cuerpo humano.
El hombre, desde lo más íntimo de su ser, siente la necesidad específica, que no se da en el reino animal, de la intimidad hacia su propio cuerpo. La vergüenza fren­te a la desnudez es un rasgo específicamen­te humano -no sólo convencional- que posibilita, precisamente porque el hombre resguarda su cuerpo, la donación y la co­municación. Esta necesidad de intimidad custodia el ámbito de la dignidad humana. Por ello la desnudez del cuerpo y su expo­sición a la mirada de otras personas ha si­do utilizada, en tristes y dramáticas situa­ciones, como medio de socavar y arruinar el sentimiento de la propia dignidad.
La vergüenza de la desnudez pertenece a la misma estructura corporal y cultural del hombre. Dado un cierto grado de sensibili­dad, que siempre es posible perder, todo hombre encuentra dificultad y una gran re­sistencia interior para superar el límite de la vergüenza. Se puede señalar como uno de los índices del progreso cultural del hombre la tendencia explícita a cubrir la desnudez del cuerpo. Ello constituye un crecimiento en la sensibilidad personal. El hombre que es fiel al sentido de su propia dignidad no desea convertirse en objeto pa­ra los demás, ni siquiera que los demás lo sean para él.
No obstante en el mismo corazón del hombre se halla una fuerza que les orienta en sentido opuesto y que afecta a menudo a las relaciones humanas y a las costum­bres sociales.

II. CARACTER DE DONACIÓN INTERPERSONAL
El cuerpo no permanece encerrado en el ámbito del sujeto humano sino que ad­quiere su significado pleno en el sistema de relaciones personales. Cada uno de noso­tros nos expresamos y entramos en comunión con los demás por medio del cuerpo.
Pero sobre todo el cuerpo humano -en su masculinidad y femineidad- tiene un significado de don gratuito de la persona a la persona, de don recíproco. El sistema de referencia de la desnudez del cuerpo es el sistema esponsalicio en el que se realiza una mutua donación. Sólo así la desnudez se adecúa a la dignidad del sujeto personal, y ello porque en la misma estructura del hombre queda así decidido.

III. LA REPRODUCCIÓN DEL CUERPO. PROBLEMA ÉTICO
El cuerpo humano ha sido, y seguirá siendo, perenne tema de la literatura, el ar­te y la cultura, porque el mismo hombre es sujeto cultural. Pero la representación o reproducción del cuerpo en su desnudez no plantea únicamente un problema técnico o de calidad artística, o un problema estéti­co, sino que plantea ante todo un problema ético.
Con esto no negamos la licitud de la te­matización del cuerpo humano. Es lícita y hay derecho a ella siempre y cuando pre­viamente se resuelva positivamente el pro­blema ético que provoca un «objeto» tan especial.
Precisamente el problema es la «objeti­vación» del cuerpo humano. Por supuesto intervienen muchos factores en la determi­nación del problema y en el análisis de ca­da caso concreto, pero podemos afirmar que el cuerpo, en la representación artísti­ca, queda desvinculado de la esfera perso­nal en la cual cobra significado. Queda se­parado de la persona a la que pertenece. Esto acontece de un modo aún más dra­mático en los medios de comunicación so­cial, donde el cuerpo anónimo es ofrecido a la mirada de cualquier individuo, inte­grándose de este modo en el reino de la propiedad pública y de lo impersonal. Además queda separado del ámbito de do­nación interpersonal que constituye su mo­rada propia. Queda desarraigado de la di­mensión del don y pierde el significado subjetivo de comunicación y donación gratuita al posibilitarse una recepción incógni­ta y una respuesta imprevista. El cuerpo convertido en imagen puede ser tomado como objeto anónimo de apropiación y abuso.
Por todo ello se pone de manifiesto la responsabilidad ética del artista, del espec­tador, y de todos aquellos que intervienen en el proceso de «objetivación».

LA RESPONSABILIDAD ÉTICA
Si existe un problema ético existe una responsabilidad ética. Esta, afecta en pri­mer lugar al artista o artífice de la imagen o representación. El artista debe esforzarse por captar plenamente la verdad del obje­to, el conjunto de valores que lo constitu­yen, porque sólo así podrá comunicar por medio de la obra su propio mundo interior de valores, su vivencia creativa de la ver­dad del cuerpo.
El artista debe ser capaz de transfigurar el modelo para no ofrecer un cuerpo des­vinculado; para que a través del cuerpo se transmita todo el mundo personal del hombre. Para ello se exigen unos requisi­tos previos de calidad, de técnica, pero a pesar de ellos el artista puede comunicar su propia y desviada visión y vivencia del cuerpo desnudo.
La labor creativa del artista consiste en ofrecer como tarea al espectador la verdad sobre el hombre, en su dimensión masculi­na o femenina, superando así el anonimato del cuerpo-objeto.

V.VERDAD INTEGRAL SOBRE EL HOMBRE
A nuestro planteamiento posiblemente se le acusará de dualista y maniqueo, o se dirá que desprecia la realidad corporal del hombre. Sin embargo es precisamente la valoración del cuerpo humano y su riqueza inagotable, y no un estrecho moralismo o puritanismo, lo que convierte la «objetiva­ción» del cuerpo en problema ético.
En nombre del «naturalismo» es posible también reivindicar el derecho a la repro­ducción y representación del desnudo humano sin límites ni condiciones, pues per­tenece a lo humano y no debe ser evitado si pretendemos la «verdad» sobre el hom­bre. Y en efecto, el criterio para solucio­nar el problema ético planteado es la ver­dad sobre el hombre; pero la verdad inte­gral, entera. No una verdad parcial o interesada.
La verdad sobre el cuerpo es su valor de intimidad, de pertenencia al ámbito inter­personal y su valor de donación gratuita y recíproca. Por ello impone unos límites que el hombre no puede violar lícitamente.
Esta verdad integral instaura una escala de valores que el hombre puede trastocar o destruir en su corazón, pero que tiene que asumir y respetar si quiere llegar a la pleni­tud de su humanidad.
Cultura en sentido profundo y verdade­ro sólo será aquello que enoblezca y pro­mueva lo auténticamente humano; y si hay alguna duda sobre qué sea lo auténtica­mente humano la respuesta está a la mano: la medida del hombre es Cristo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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