Desde la Venus de Willemdorf hasta la Maja desnuda de Goya, pasando por el David de Miguel Angel, es evidente que el cuerpo humano en su desnudez ha sido tema frecuente de las obras de arte y de la producción cultural del hombre de todos los tiempos. En nuestros días se añade a esto la creciente utilización de la imagen en los medios de comunicación social, en la publicidad, en el mundo del vídeo, etc.
Frente a estos datos innegables la pregunta que surge es la siguiente: ¿Es lícita en todos los casos la representación o reproducción del desnudo humano o existe un criterio ético que decide su legitimidad?.
Antes que nada es preciso delimitar los campos de tematización del cuerpo humano a los que hacen referencia las siguientes consideraciones. Se trata, sobre todo, de la representación artística y la reproducción en los diversos medios de comunicación.
l. EL CUERPO, DIMENSIÓN DE LA PERSONA
Para poder encontrar la respuesta al problema planteado es imprescindible partir de un dato fundamental: el cuerpo humano es siempre «cuerpo de la persona». No es una realidad puramente natural junto a otras, sino que pertenece a la esfera personal. No existe como realidad objetiva fuera de la dimensión subjetiva del hombre en cuanto varón o mujer. Con ello, y a diferencia del mero cuerpo animal, queda elevado al ámbito de la subjetividad y de la persona, el cual excede el terreno de los orgánico. El hombre vive su propio cuerpo como elemento fundamental de su experiencia subjetiva y de sus relaciones interpersonales. Por último, el cuerpo humano es cuerpo de hombres concretos, vivos, cuerpo mío y tuyo, a diferencia de lo que en un hombre muerto llamamos cadáver. Por ello sólo a la luz de la totalidad de la persona es posible comprender y valorar el significado del cuerpo humano.
El hombre, desde lo más íntimo de su ser, siente la necesidad específica, que no se da en el reino animal, de la intimidad hacia su propio cuerpo. La vergüenza frente a la desnudez es un rasgo específicamente humano -no sólo convencional- que posibilita, precisamente porque el hombre resguarda su cuerpo, la donación y la comunicación. Esta necesidad de intimidad custodia el ámbito de la dignidad humana. Por ello la desnudez del cuerpo y su exposición a la mirada de otras personas ha sido utilizada, en tristes y dramáticas situaciones, como medio de socavar y arruinar el sentimiento de la propia dignidad.
La vergüenza de la desnudez pertenece a la misma estructura corporal y cultural del hombre. Dado un cierto grado de sensibilidad, que siempre es posible perder, todo hombre encuentra dificultad y una gran resistencia interior para superar el límite de la vergüenza. Se puede señalar como uno de los índices del progreso cultural del hombre la tendencia explícita a cubrir la desnudez del cuerpo. Ello constituye un crecimiento en la sensibilidad personal. El hombre que es fiel al sentido de su propia dignidad no desea convertirse en objeto para los demás, ni siquiera que los demás lo sean para él.
No obstante en el mismo corazón del hombre se halla una fuerza que les orienta en sentido opuesto y que afecta a menudo a las relaciones humanas y a las costumbres sociales.
II. CARACTER DE DONACIÓN INTERPERSONAL
El cuerpo no permanece encerrado en el ámbito del sujeto humano sino que adquiere su significado pleno en el sistema de relaciones personales. Cada uno de nosotros nos expresamos y entramos en comunión con los demás por medio del cuerpo.
Pero sobre todo el cuerpo humano -en su masculinidad y femineidad- tiene un significado de don gratuito de la persona a la persona, de don recíproco. El sistema de referencia de la desnudez del cuerpo es el sistema esponsalicio en el que se realiza una mutua donación. Sólo así la desnudez se adecúa a la dignidad del sujeto personal, y ello porque en la misma estructura del hombre queda así decidido.
III. LA REPRODUCCIÓN DEL CUERPO. PROBLEMA ÉTICO
El cuerpo humano ha sido, y seguirá siendo, perenne tema de la literatura, el arte y la cultura, porque el mismo hombre es sujeto cultural. Pero la representación o reproducción del cuerpo en su desnudez no plantea únicamente un problema técnico o de calidad artística, o un problema estético, sino que plantea ante todo un problema ético.
Con esto no negamos la licitud de la tematización del cuerpo humano. Es lícita y hay derecho a ella siempre y cuando previamente se resuelva positivamente el problema ético que provoca un «objeto» tan especial.
Precisamente el problema es la «objetivación» del cuerpo humano. Por supuesto intervienen muchos factores en la determinación del problema y en el análisis de cada caso concreto, pero podemos afirmar que el cuerpo, en la representación artística, queda desvinculado de la esfera personal en la cual cobra significado. Queda separado de la persona a la que pertenece. Esto acontece de un modo aún más dramático en los medios de comunicación social, donde el cuerpo anónimo es ofrecido a la mirada de cualquier individuo, integrándose de este modo en el reino de la propiedad pública y de lo impersonal. Además queda separado del ámbito de donación interpersonal que constituye su morada propia. Queda desarraigado de la dimensión del don y pierde el significado subjetivo de comunicación y donación gratuita al posibilitarse una recepción incógnita y una respuesta imprevista. El cuerpo convertido en imagen puede ser tomado como objeto anónimo de apropiación y abuso.
Por todo ello se pone de manifiesto la responsabilidad ética del artista, del espectador, y de todos aquellos que intervienen en el proceso de «objetivación».
LA RESPONSABILIDAD ÉTICA
Si existe un problema ético existe una responsabilidad ética. Esta, afecta en primer lugar al artista o artífice de la imagen o representación. El artista debe esforzarse por captar plenamente la verdad del objeto, el conjunto de valores que lo constituyen, porque sólo así podrá comunicar por medio de la obra su propio mundo interior de valores, su vivencia creativa de la verdad del cuerpo.
El artista debe ser capaz de transfigurar el modelo para no ofrecer un cuerpo desvinculado; para que a través del cuerpo se transmita todo el mundo personal del hombre. Para ello se exigen unos requisitos previos de calidad, de técnica, pero a pesar de ellos el artista puede comunicar su propia y desviada visión y vivencia del cuerpo desnudo.
La labor creativa del artista consiste en ofrecer como tarea al espectador la verdad sobre el hombre, en su dimensión masculina o femenina, superando así el anonimato del cuerpo-objeto.
V.VERDAD INTEGRAL SOBRE EL HOMBRE
A nuestro planteamiento posiblemente se le acusará de dualista y maniqueo, o se dirá que desprecia la realidad corporal del hombre. Sin embargo es precisamente la valoración del cuerpo humano y su riqueza inagotable, y no un estrecho moralismo o puritanismo, lo que convierte la «objetivación» del cuerpo en problema ético.
En nombre del «naturalismo» es posible también reivindicar el derecho a la reproducción y representación del desnudo humano sin límites ni condiciones, pues pertenece a lo humano y no debe ser evitado si pretendemos la «verdad» sobre el hombre. Y en efecto, el criterio para solucionar el problema ético planteado es la verdad sobre el hombre; pero la verdad integral, entera. No una verdad parcial o interesada.
La verdad sobre el cuerpo es su valor de intimidad, de pertenencia al ámbito interpersonal y su valor de donación gratuita y recíproca. Por ello impone unos límites que el hombre no puede violar lícitamente.
Esta verdad integral instaura una escala de valores que el hombre puede trastocar o destruir en su corazón, pero que tiene que asumir y respetar si quiere llegar a la plenitud de su humanidad.
Cultura en sentido profundo y verdadero sólo será aquello que enoblezca y promueva lo auténticamente humano; y si hay alguna duda sobre qué sea lo auténticamente humano la respuesta está a la mano: la medida del hombre es Cristo.
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