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Huellas N.2, Marzo 1985

CULTURA

Las vanguardias artísticas del siglo XX. El expresionismo (I parte)

Almudena Puebla

Muy pocos años antes del desencade­namiento de la primera Guerra Mun­dial, filósofos, escritores y artistas, ya sentían los ecos de los primeros derrumbamientos. Ni siquiera la predicación posi­tivista, logró aplacar las contradicciones que se inculcaban en la sociedad europea.
El EXPRESIONISMO, nace sobre una base de protesta, y pretende ser, ante todo, lo opuesto al Positivismo. Es, en cuanto tal, y sobre todo, antinaturalismo, y antiimpresionismo. Si para el artista natura­lista -impresionista- la realidad seguía siendo algo que había que mirar desde el exterior, para el expresionista, en cambio, era algo en lo que había que meterse, algo que merecía la pena ser vivido desde el in­terior.
El ojo del impresionista, sólo oye, no habla. Recibe la pregunta, pero no respon­de, ya que el hombre de la edad burguesa, no es más que oído. El EXPRESIONIS­MO, le vuelve a abrir la boca al hombre. «Demasiado ha escuchado el hombre en si­lencio: ahora quiere que el espíritu respon­da» (Bahr).
Pero cuando Bahr escribía estas líneas, la guerra ya había estallado, y el determi­nismo positivista del progreso, se había ro­to en los campos de Europa. Sin embargo, las ideas y sentimientos de Bahr hacía tiempo que estaban, ya en germen, en el alma de muchos artistas europeos. Euro­peos de Francia; donde a consecuencia del desarrollo del movimiento obrero y de las ideas socialistas, la pintura expresionista de tipo social, se difundió con notable re­percusión.
Pero, sobre todo, europeos de Alema­nia: El régimen militar e imperialista de Guillermo II, provocó la más impulsiva de las reacciones en contra de la ideología pangermanista, que lo envenenaba todo. Ante ello, se produce un desencadena­miento auténticamente brutal, de todo lo que fueran potencias liberalizadoras del es­píritu, de la naturaleza y del instinto rebel­de a cualquier inhibición de una moral tan podrida.
Resulta inevitable, citar un escrito de Edschmid, de lo más ilustrativo: «Después del Romanticismo hubo un estancamiento. La oleada del naturalismo, al abatirse so­bre los epígonos exhaustos, dejó al desnudo la realidad sin maquillaje, sin máscaras ni hojas de parra, pero no llegó a captar su esencia, y no entendió el mensaje deposita­do en los objetos sensibles. Al poner en evidencia ciertas exigencias propias del hombre, el naturalismo, dio un paso hacia lo esencial. Se permeó de socialidad. Aún sin tener conciencia de sus límites, no se dio por satisfecho con polemizar contra armas transitorias sino que persiguió am­biciones de creador. Creía poder prescindir del Espíritu, y comenzó una lucha de hor­miga contra Dios».
El artista expresionista, transfigura todo el espacio. El no mira, ve; no cuenta, vive; no reproduce, recrea; no encuentra, busca. Los hechos adquieren importancia, sólo en el momento en que la mano del artista, aferra lo que está detrás de ellos. El artista ve lo humano en las prostitutas y lo divino en las fábricas; nos da la imagen íntima del objeto. Todo se relaciona con lo eterno. El enfermo, ya no es sólo el individuo que sufre, sino que se convierte en la enferme­dad misma; en su cuerpo se transparenta el dolor de todo lo creado, y sobre él descien­de la piedad del Creador. Las cosas se libe­ran: son indagadas en su esencia más ca­racterística, hasta llegar a su aspecto más íntimo hasta que la casa se abre y se libera de la obtusa opresión de una verdad erró­nea; hasta que es registrada hasta su últi­mo rincón, y pasa a través del tamiz de aquella expresión que revelará su significa­do fundamental, aún a expensas de la ve­rosimilitud, hasta que se eleva o se precipi­ta, se estira o se encoge, hasta que, en su­ma, se realiza lo que en ella duerme en es­tado de posibilidad. «Una prostituta, ya no se representa arreglada y maquillada; apa­recerá sin perfumes ni colorete, sin bolso ni pierna que se contornee, pero la natura­leza de su carácter, deberá resaltar tan viva en la sencillez de la forma, que aparezca como saturada de todos los vicios, las pasiones, las bajezas, y las tragedias, de que están hechos su corazón y su oficio» (Kasi­mir Edschmid. Diciembre de 1917).
En definitiva, el mundo ya existe, no es cuestión de volver a copiarlo. Como ya apuntaba Aristóteles, «la función del artis­ta, consiste, en sacar de las cosas su verda­dera esencia, no un copiar su apariencia».
En este arte, el hombre, es sólo una co­sa. La más grande y la más mísera: es HOMBRE. Esto es lo nuevo y lo inédito en relación con otras épocas. De este mo­do, se sale de la concepción burguesa del mundo.

EL GRUPO «DIE BRUCKE»
El primer grupo de expresionistas alema­nes organizado fue el que, en 1905, tomó el nombre de «Die Brucke» (El puente). He aquí unas palabras de sus fundadores: « ... uno de los objetivos de «Die Brucke» es el de atraer a sí, a todos los elementos revolucionarios y su fermento, y esto lo di­ce, su mismo nombre «El puente».
Aunque las bases ideológicas no estuvie­ron tan claras, el terreno común de enten­dimiento era, por encima de todo, el im­pulso de destrucción de las viejas reglas, así como, el llevar a cabo la espontaneidad de la inspiración, cada cual a través de su propio temperamento. El pintor, transfor­mará en obra, la concepción de su expe­riencia. Pero para ello, será fundamental, echar a un lado todo aquello que pudiera obstaculizar la fluida manifestación de la inmediatez de la inspiración.
El grupo «Die Brucke», no obstante, no consiguió sobrevivir a las distensiones ideológicas de sus componentes, disolvién­dose finalmente, en 1913. Resistiría en cambio el denominado Der Blaue Reiter (El jinete azul) fundado en 1911, por Kan­disky y F. Marc. El nuevo grupo muniqués (de Munich), ofrecía una gran diversidad de planteamientos; en primer lugar, era patente el rechazo hacia «Die Brucke» con quienes tenía en común, más bien, puntos negativos: contra el impresionismo, el positivismo y la sociedad de su tiempo. El nuevo grupo tienen una orientación mucho más especulativa: si había que hacer vibrar la secreta esencia de las cosas, seria hacien­do presión sobre el ALMA. A pesar de lo revolucionario de sus planteamientos y de la unión ideológica de sus componentes, además de la estética (el grupo toma ese nombre, del encuentro de los gustos de Marc y Kandisky por los caballos y el azul), no tuvo mucha existencia. En 1914, organizó su última exposición. Luego, la guerra los dispersó. No obstante «Der Blaue Reitern estaba destinado a tener un gran peso en el arte europeo.

KANDISKY: EL ARTE COMO MODO DE SALVARSE A SI MISMO, FUERA DE LA HISTORIA
Con Kandisky, se abre una nueva forma de protesta social. Ya no se hará uso del salvajismo, ni del mito de la evasión. Esta vez, la remisión será hacia lo espiritual de la naturaleza, al yo interior y más íntimo, a la auténtica verdad del alma. Sólo por difícil que ésto parezca, no es así, ya que «todo tiene su envoltura y su meollo, su apariencia y su esencia, su máscara y ver­dad» (F. Marc). Para sacar la verdad, no hace falta presionar la realidad, sino libe­rarla de los lazos materiales que se lo impi­den. El medio es la Abstracción.
Después de su llegada a Munich en 1896, Kandisky que había abandonado su carre­ra de jurista, iniciada en Rusia, comenzó a pintar. Conoció bien el Fauvismo y el Cubismo, pero no vio en ninguno el medio para la revolución que el quería. Creía que la revolución del arte, había de venir de la victoria del irracionalismo oriental, sobre el racionalismo artístico del occidente.
La primera obra, deliberadamente abs­tracta, fue una acuarela pintada en 1910. Pero la influencia más determinante, fue su propia experiencia. «Volvía enfrascado en mis pensamientos de mis bosquejos, cuando al abrir las puertas de mi estudio, me vi de pronto, ante un medio de belleza indescriptible e incandescente. Perplejo, me detuve, mirándolo. El medio carecía de todo tema, no describía objeto alguno identificable y estaba totalmente compues­to de brillantes manchas de color. Final­mente me acerqué más y solo entonces, re­conocí lo que aquello era realmente: mi propio cuadro puesto de lado sobre el ca­ballete... Una cosa se me hizo manifiesta: que la objetividad, la descripción de obje­tos, no era necesaria en mis pinturas y en realidad las perjudicaba».
El problema que se le planteaba a Kan­disky era si la forma y el color, libres de todo propósito representativo, podían te­ner un lenguaje propio. Kandisky interpre­tó el arte como una pura forma. Concibe la historia de la humanidad, encerrada en una mancha ascética, de la que tiende a li­berarse. El arte, debe de seguir el mismo camino. Sintetizando su fórmula: «Cuánto más espantoso se vuelve este mundo, con tanto vacío, el arte se vuelve abstracto; mientras que un mundo feliz se ve un arte realista».
(Goethe: progreso = objetividad; decadencia = subjetividad).
Kandisky introduce en su teoría, con­ceptos muy personales como el «principio de necesidad interior» (todos los medios son santos si son interiormente necesarios) o la noción de «movimiento de los colores mismos», consiguiendo convertir la obra de arte en un mundo en sí mismo con autonomía y leyes propias. Para compren­der a Kandisky, es necesario no olvidar la influencia decisiva que sobre él ejerció la música. Además de mantener una estrecha relación con Schonberg (futuro inventor de la dodecafonía) para él «la afinidad en­tre música y pintura, es el punto de partida de la vida, para lo que la pintura con sus propios medios, se irá desarrollando, hasta llegar a ser un arte en sentido abstracto».
Cuando estalló la guerra en 1914, Kan­disky huyó de Munich y regresó a Moscú. A partir de 1918 se incorporó a la revolu­ción rusa, tras la cual, marcharía a París, donde residió el resto de su vida, donde si­guió depurando su vida y liberando los sentimientos de todo lo que es contingente, a través de un lenguaje universal, tan pre­ciso como la música o las mismas matemá­ticas.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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