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Huellas N.2, Marzo 1985

ACTUALIDAD

El Salvador casi nada ha cambiado

Andrés Bahón

Hemos llegado a un punto en que, por unas causas o por otras, Centro­américa siempre es noticia. Ahora le toca el turno a El Salvador.
Para una mejor comprensión de la situa­ción actual conviene retroceder poco más de un año comprendiendo lo acaecido antes de las elecciones en Marzo del '84.
Llegados a este punto, tras cuatro años de guerra civil, sin entrever solución algu­na, la guerrilla destruye el Puente de Oro, reconstruido al poco tiempo, pero más tar­de es destruido el Puente de Cuscatlán. Es­tos son los dos puentes más importantes sobre el río Lempa, que atraviesa el país de Norte a Sur. Parece ser que con las des­trucciones de los puentes se intentaba se­parar el Oeste del Este, zona dominada por la guerrilla y que produce el 65% del algodón, el 50% del café y el 40% del azú­car del país.
Los guerrilleros, aunque fuertes y bien armados, no podían modificar sustancial­mente la situación del país, y en caso de que llegaran a triunfar, se encontrarían con una situación de proceso de recons­trucción más difícil y compleja que en Ni­caragua. Por este motivo intentaban hacer­se con un territorio propio para cultivarlo y proveer de alimentos y de refugio sólo a sus hombres y familiares, y escogieron la zona más fértil del país.
Pero el entusiasmo fue dejando paso al realismo. La guerrilla sabía que para que triunfara la revolución era necesario el apoyo de todo el pueblo; y el pueblo salva­doreño ya no simpatiza con la guerrilla, de la que sólo conoce su capacidad de destruir y de hostigar, pierde las ilusiones y sólo quiere vivir en paz. De 600.000 a 700.000 salvadoreños abandonaron su lugar de ori­gen. La mitad de ellos han abandonado el país, la otra mitad se ha marchado a los al­rededores de la capital o de ciudades im­portantes, y viven en una situación de pre­caria necesidad, ayudados por CARITAS. Y llegan las elecciones. El candidato J. N.Duarte declaró antes de ser elegido: «No hay solución militar exclusiva para la guerra. Tendrá que ser negociada. Pero antes debemos fortalecer la democracia y acelerar las reformas que privarán a la gue­rrilla de apoyo popular. Cuando el pueblo vea que disminuyen las desigualdades, que desaparecen los escuadrones de la muerte, defenderán el sistema. Sólo entonces pue­de haber una negociación y unas elecciones en las que participen quienes tomaron las armas. Este es el único camino para acabar con la cultura del terror».
Bonitas palabras y promesas, como siempre. Pero a los pocos meses, Duarte sorprende a propios y extraños con una propuesta precisa y detallada para dialogar con la guerrilla, y el 15 de octubre se reú­nen en La Palma. Convencidas las dos partes que ninguno podría vencer al otro por las armas y que el pueblo desea la paz, se dio el primer paso para llegar a una so­lución. No hubo acuerdo de tregua ni de alto el fuego definitivo, pero ambos ban­dos se mostraron satisfechos y decidieron crear una comisión conjunta compuesta por cuatro representantes de cada lado, y volver a reunirse al mes siguiente para con­tinuar las negociaciones.
Hasta ese día hubo importantes comba­tes, como en Suchitoto, con más de dos­cientas bajas. El 30 de noviembre se reúnen otra vez en un centro religioso de Ayagualo con la Iglesia como intermediaria, al igual que en el encuentro de La Palma. Pero tras doce horas de conversaciones, Duarte rechaza las propuestas de la izquierda por conside­rarlas anticonstitucionales, y ni siquiera se llegó a un acuerdo sobre la tregua en Navi­dad ni sobre el próximo encuentro.
Ahora en marzo habrá elecciones legisla­tivas para la Asamblea. Era deseo común que para entonces se hubieran solucionado todas las diferencias entre gobierno y gue­rrilla, pero tal y como están las cosas pare­ce que queda para largo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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