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Huellas N., Marzo 1983

CRITICA

Menosprecio de corte y alabanza de aldea

Paloma García

Fray Antonio de Guevara
Clásicos Castellanos -nº 29
Espasa Calpe -Madrid, 1975197 págs. 450 pts.

Antonio de Guevara es uno de nuestros mejores autores clásicos del s.XVI.
Actualmente, solo por sus propias palabras sabernos dónde y cuándo nació: "nací en Asturias y me crie en Treceño hacia 1480". A los doce años fue trasladado por su padre a la Cor­te de los Reyes Católicos (1492). Es­tudió con Pedro Mártir de Angleria (nombrado maestro de humanidades del Príncipe).
A la muerte de doña Isabel, Guevara, que contaría con unos vein­ticuatro años, se fue de la Corte ha­ciéndose franciscano. Borrosamente conocemos algunos de los cargos que allí desempeñó, hemos de pensar que su cargo principal fue el de predicador, al cual debe su fama (el Gran Capitán no dudó en aconsejarse de él cuando fue nombrado generalísimo de los ejérci­tos de Italia en 1512). A esa fama u­nido el lustre e influjo de su fami­lia, debió Guevara el ser nombrado predicador y cronista del césar Car­los V.
Es un hombre en el fondo me­dieval y un cerrado castellano que no tolera innovaciones, de las que hace burla. Por ello, el levantamiento de las Comunidades castellanas no pudo menos de caerle mal a Guevara. Este participó en muchos acontecimientos definitivos pero siempre en favor de los gobernadores (Segovia, Ávila, Me­dina del Campo ...). Fue de parlamentario del campo de los realistas al de los comuneros, su intervención en el alboroto se ajusta al concepto bajísimo que éstos le merecían. Con tanta crueldad habló Guevara a los propios interesados que no sólo no apaciguó el alboroto de las comunidades, sino que lo empeoró.
En pago a tan odiosa empresa se le dio en 1523 una plaza en el consejo de la Inquisición de Toledo. De ahí pasó a valencia con cargo de In­quisidor, y como tal acompañó al du­que de Segorbe a la Sierra de Espadán a reducir a los moriscos rebeldes (27.000 casas de moros dice él que bautizó en Valencia). De Valencia se fue a Granada a continuar el mismo a­postolado, hasta que se le hizo obis­po de Guadix (1529). En 1535 acompañó al césar como cronista en la jornada de Túnez, después fue a Italia, donde visitó Venecia, Génova, Florencia y las casas de los potentados y prínci­pes de Italia, en las cuales vio grandes cosas que notar y otras dignas de contar. (Seguramente que no dejó de a­provecharlas para su predilecto libro "Menosprecio de Corte y alabanza de Aldea", que ya por entonces andaría meditando, y para cuya composición y la de algunos tratados más, suspendió la escritura de las crónicas del cé­sar. Según afirma en su testamento).
Trasladado de la diócesis de Guadix a la de Mondoñedo, sin que nos sea conocida la causa. La gota en los pies y en las manos y la arena de los riñones iban mirando su salud, muere en 1545.
En cuanto a su obra tenemos entre los más importantes:
- "Episodios familiares" Tres libros.
- "Relax de Príncipes o Marco Aurelio"
- "Monte Calvario"
- "Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos"
- Del "Menosprecio de Corte y alaban­za de aldea", obra que nos ocupa, ésta no fue editada hasta 1592 por separado de "Episodios familiares". El "Menosprecio de Corte y alabanza de aldea", es un tratado corto de moral mundana. No hay en él nada de encanto poético. Pinta nimiamente y al desnudo el vivir cortesano y el vivir aldeano.
En ciertos momentos de la obra se podría decir que Guevara se retrae al regalón y epicúreo Arcipreste de Hita, cuya socarronería parece despuntar a veces también en el "Menosprecio de Corte".
Como escritor, fray Antonio lo fue de primer orden, fue uno de los grandes prosistas anteriores a Cervantes. En su estilo se acumulan los re­cursos retóricos de origen medieval disfrazados de renacentismo y con una castiza tendencia a aprovechar lo más posible la riqueza del lenguaje popu­lar. No hay rasgo de su pluma que no merezca atención, sobre todo en este libro, donde él mismo dice: "...mas yo afirmo y confieso que en ninguno he fatigado tanto mi juicio, ni me he aprovechado tanto de mi memoria, ni he adelgazado tanto mi pluma, ni he po­lido tanto mi lengua, ni aún he usado de tanta elegancia, como ha sido en esta obra... "
Está lleno de citas falsas, de autores imaginarios, de personajes fabulosos, de leyes apócrifas, de cines dotas de pura invención y de embrollos cronológicos y geográficos que pasman y confunden. La poca verdad que con­tiene está entretejida de tal modo con la mentira, que cuesta trabajo discernirla.
Guevara habría leído todos los autores latinos y los griegos traducidos (no sabía griego), pero todo ello lo baraja con su propia fantasía. Sin embargo no fue un "farsario" de profesión como los Higueras y Luprars del s. XVII, sino un moralista agri­dulce, que buscaba en la historiar­a o inventada pretexto para sus di­sertaciones, consejos o advertencias, donde lo principal era la experiencia del mundo. Su seudohistoria es una broma literaria.
La prosa del "Menosprecio", es aguda y sabrosísima, pero artifi­ciosa en extremo y cargada de verbos, antítesis, retruécanos y palabras ri­madas, que indican un gusto poco seguro y algo pueril, un clasicismo a me­dias.
Los Apotegmas y Tratados morales de Plutarco, parecen haber sido la principal fuente de la doctrina de Guevara. También se sirvió de filóso­fos, historiadores, etc. Su obra fue casi tan difundida como la Sagrada Biblia durante el s. XVI (afirma Merico Casaubon).
"Menosprecio", tiene en la edición de Clásicos Castellanos dos prólogos; uno hecho por el propio au­tor que sirve de introducción a la o­bra y un segundo escrito por Matías Martínez Burgos, del cual he sacado las notas para el anterior comentario.
La obra de Guevara fue tra­ducida y leída en otros países: Fran­cia, Inglaterra..., suscitando gran interés.
La literatura española debe al seductor estilo de nuestro clásico el haber comenzado por él a ser estu­diada en Inglaterra, donde ejerció una sugestión extraordinaria.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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