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Huellas N., Marzo 1983

ACTUALIDAD

El despilfarro militar estrangula el desarrollo mundial

Frank Barnaby

Este año se gastará el mun­do en armamento más de 500.000 millo­nes de dólares -un millón de dólares por minuto-. La industria armamentis­ta aumentará aún más sus beneficios. La Administración Reagan prevé aumen­tar los gastos de defensa de los Estados Unidos en un 40% en términos reales entre 1981 y 1966. La Unión Soviética hará cualquier sacrificio para mantenerse al mismo nivel, por lo que es de esperar un aumento pare­cido en el presupuesto militar sovié­tico.
Los gastos armamentistas mundiales suponen 20 veces más que la ayuda oficial al desarrollo. Un aumento significativo en el flujo de ayuda económica de los países desarro­llados hacia el Tercer Mundo es, por decir algo suave, totalmente improba­ble, a menos que se reduzcan los presupuestos militares de los países desarrollados. Por lo general, no e­xiste ninguna otra fuente importante de obtención de fondos para el desa­rrollo. En otras palabras, el desarme es fundamental para el desarrollo.
La clara magnitud de los gastos armamentistas viene en apoyo de este punto de vista. Los gastos militares del mundo representan apro­ximadamente el doble de todo el pro­ducto nacional bruto del continente africano; aproximadamente una cifra igual a la de Latino América, y apro­ximadamente tres cuartos de la de toda Asia (exceptuando Japón). Dicho en otras palabras, el gasto militar representa un tercio del producto na­cional bruto total de la mitad más pobre de la Humanidad.
Mientras que los presupues­tos militares van en aumento, los standards de vida mundiales empeoran. En el hemisferio Norte, la crisis económica se hace más profunda a medi­da que los suministros de energía se hacen más difíciles, los gobiernos se ven impotentes de contener la in­flación y aumenta el paro. En los países desarrollados los precios se han duplicado por término medio en la década pasada, y más de 20 millo­nes de personas carecen de trabajo.
Sin ningún género de dudas, un gran gasto militar produce una reducción del comercio mundial y con­tribuye, por tanto, a la inflación. Al contribuir a ensanchar aún más la barrera que separa los países ricos de los pobres y a aumentar, por tan­to, las tensiones Norte-Sur, una cifra demasiado elevada de gasto arma­mentista, lo que hace es erosionar la misma seguridad que pretende pro­porcionar.
Pero la pérdida más alarmante de recursos probablemente no sea la pérdida financiera, por grave que sea, sino la pérdida de los talentos comprometidos en actividades milita­res. De acuerdo con la publicación de NH.UU. de 1978. "Consecuencias Eco­nómicas y Sociales de la Carrera Arma­mentista y de los Gastos Militares", unos 60 millones de personas están empleadas en todo el mundo en ocupa­ciones militares o relacionadas con ellas. (Esta cifra es aproximadamente igual a toda la fuerza laboral emplea­da en las industrias europeas de fa­bricación).
Muchas de las personas em­pleadas militarmente, son altamente especializadas. Las armas modernas de­ben ser manejadas y mantenidas por técnicos muy cualificados. La mayoría de los países del Tercer Mundo poseen armamento pesado -vehículos blinda­dos, misiles, aviones o barcos- alma­cenados en sus arsenales. Los trabajadores cualificados, desviados hacia el manejo y la conservación de las armas, representan con frecuencia una fracción importante de la fuerza labo­ral especializada del país. La mayo­ría de los Países del Tercer Mundo difícilmente pueden permitirse el lu­jo de desperdiciar estos trabajadores en otras actividades que no sean las pacíficas de desarrollo.
Pero la gente más cualifica­da que trabaja en la industria arma­mentista es la que se ocupa precisa­mente en la investigación y desarro­llo. La investigación y el desarrollo militares absorben unas capacidades científicas y tecnológicas diez veces superiores a las disponibles en los países en vías de desarrollo. Aproxi­madamente unos 400.000 científicos e ingenieros, con la mejor preparación y cualificación del mundo están traba­jando en la investigación y el desa­rrollo de las industrias militares. Esto supone aproximadamente el 40% de los científicos e ingenieros que se ocupan en trabajos de investiga­ción en todo el mundo. Su presupuesto es de unos 50.000 millones de dólares al año -aproximadamente la misma can­tidad que los gobiernos conceden para investigación con fines pacíficos-. Por consiguiente, en el mundo se em­plean aproximadamente las mismas ci­fras de sus recursos científicos para fines pacíficos que con fines destruc­tores.
La concentración de talen­tos en la investigación y desarrollos militares produce unas consecuencias económicas fatales para los países ricos. Últimamente, la productividad laboral en EE.UU. ha sido la más baja de cualquier economía occidental importante. Este es el resultado a largo plazo de la desviación durante dos o tres décadas hacia la investigación y desarrollo militares, de una fracción importante del esfuerzo científico del país, que deberían ha­berse ocupado de la innovación tecnológica civil.
Los talentos empleados en investigaciones militares son vitales y podrían desviarse rápidamente hacia otros problemas, tales como: mejora y conservación de los suministros ali­menticios, desarrollo de nuevas y me­jores fuentes de energía, control de la contaminación, puesta en marcha de proyectos masivos de construcción de viviendas, socorros en casos de desastres naturales, etc.
Cabe decir a este respecto que también los países del Tercer Mundo podrían ayudarse bastante a sí mismos. Los gastos militares del Ter­cer Mundo están aumentando rápidamen­te, pasando de un 9% del gasto mili­tar mundial en 1971 a un 16% en 1980. Una reducción significativa en sus gastos militares podría contri­buir también al desarrollo individual de muchos de éstos.
Sin duda, el desarme mun­dial podría acelerar de un modo consi­derable el desarrollo. Pero no es preciso llegar a medidas totalmente radicales. Hoy en día, sus gastos militares podrían servirles para inmu­nizar su población fácil y rápidamente contra las principales enfermeda­des mortales. El coste de esto supon­dría un porcentaje pequeño de los gastos militares. Y se podrían salvar millones de vidas anualmente.

(De la revista SOUTH)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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