Este año se gastará el mundo en armamento más de 500.000 millones de dólares -un millón de dólares por minuto-. La industria armamentista aumentará aún más sus beneficios. La Administración Reagan prevé aumentar los gastos de defensa de los Estados Unidos en un 40% en términos reales entre 1981 y 1966. La Unión Soviética hará cualquier sacrificio para mantenerse al mismo nivel, por lo que es de esperar un aumento parecido en el presupuesto militar soviético.
Los gastos armamentistas mundiales suponen 20 veces más que la ayuda oficial al desarrollo. Un aumento significativo en el flujo de ayuda económica de los países desarrollados hacia el Tercer Mundo es, por decir algo suave, totalmente improbable, a menos que se reduzcan los presupuestos militares de los países desarrollados. Por lo general, no existe ninguna otra fuente importante de obtención de fondos para el desarrollo. En otras palabras, el desarme es fundamental para el desarrollo.
La clara magnitud de los gastos armamentistas viene en apoyo de este punto de vista. Los gastos militares del mundo representan aproximadamente el doble de todo el producto nacional bruto del continente africano; aproximadamente una cifra igual a la de Latino América, y aproximadamente tres cuartos de la de toda Asia (exceptuando Japón). Dicho en otras palabras, el gasto militar representa un tercio del producto nacional bruto total de la mitad más pobre de la Humanidad.
Mientras que los presupuestos militares van en aumento, los standards de vida mundiales empeoran. En el hemisferio Norte, la crisis económica se hace más profunda a medida que los suministros de energía se hacen más difíciles, los gobiernos se ven impotentes de contener la inflación y aumenta el paro. En los países desarrollados los precios se han duplicado por término medio en la década pasada, y más de 20 millones de personas carecen de trabajo.
Sin ningún género de dudas, un gran gasto militar produce una reducción del comercio mundial y contribuye, por tanto, a la inflación. Al contribuir a ensanchar aún más la barrera que separa los países ricos de los pobres y a aumentar, por tanto, las tensiones Norte-Sur, una cifra demasiado elevada de gasto armamentista, lo que hace es erosionar la misma seguridad que pretende proporcionar.
Pero la pérdida más alarmante de recursos probablemente no sea la pérdida financiera, por grave que sea, sino la pérdida de los talentos comprometidos en actividades militares. De acuerdo con la publicación de NH.UU. de 1978. "Consecuencias Económicas y Sociales de la Carrera Armamentista y de los Gastos Militares", unos 60 millones de personas están empleadas en todo el mundo en ocupaciones militares o relacionadas con ellas. (Esta cifra es aproximadamente igual a toda la fuerza laboral empleada en las industrias europeas de fabricación).
Muchas de las personas empleadas militarmente, son altamente especializadas. Las armas modernas deben ser manejadas y mantenidas por técnicos muy cualificados. La mayoría de los países del Tercer Mundo poseen armamento pesado -vehículos blindados, misiles, aviones o barcos- almacenados en sus arsenales. Los trabajadores cualificados, desviados hacia el manejo y la conservación de las armas, representan con frecuencia una fracción importante de la fuerza laboral especializada del país. La mayoría de los Países del Tercer Mundo difícilmente pueden permitirse el lujo de desperdiciar estos trabajadores en otras actividades que no sean las pacíficas de desarrollo.
Pero la gente más cualificada que trabaja en la industria armamentista es la que se ocupa precisamente en la investigación y desarrollo. La investigación y el desarrollo militares absorben unas capacidades científicas y tecnológicas diez veces superiores a las disponibles en los países en vías de desarrollo. Aproximadamente unos 400.000 científicos e ingenieros, con la mejor preparación y cualificación del mundo están trabajando en la investigación y el desarrollo de las industrias militares. Esto supone aproximadamente el 40% de los científicos e ingenieros que se ocupan en trabajos de investigación en todo el mundo. Su presupuesto es de unos 50.000 millones de dólares al año -aproximadamente la misma cantidad que los gobiernos conceden para investigación con fines pacíficos-. Por consiguiente, en el mundo se emplean aproximadamente las mismas cifras de sus recursos científicos para fines pacíficos que con fines destructores.
La concentración de talentos en la investigación y desarrollos militares produce unas consecuencias económicas fatales para los países ricos. Últimamente, la productividad laboral en EE.UU. ha sido la más baja de cualquier economía occidental importante. Este es el resultado a largo plazo de la desviación durante dos o tres décadas hacia la investigación y desarrollo militares, de una fracción importante del esfuerzo científico del país, que deberían haberse ocupado de la innovación tecnológica civil.
Los talentos empleados en investigaciones militares son vitales y podrían desviarse rápidamente hacia otros problemas, tales como: mejora y conservación de los suministros alimenticios, desarrollo de nuevas y mejores fuentes de energía, control de la contaminación, puesta en marcha de proyectos masivos de construcción de viviendas, socorros en casos de desastres naturales, etc.
Cabe decir a este respecto que también los países del Tercer Mundo podrían ayudarse bastante a sí mismos. Los gastos militares del Tercer Mundo están aumentando rápidamente, pasando de un 9% del gasto militar mundial en 1971 a un 16% en 1980. Una reducción significativa en sus gastos militares podría contribuir también al desarrollo individual de muchos de éstos.
Sin duda, el desarme mundial podría acelerar de un modo considerable el desarrollo. Pero no es preciso llegar a medidas totalmente radicales. Hoy en día, sus gastos militares podrían servirles para inmunizar su población fácil y rápidamente contra las principales enfermedades mortales. El coste de esto supondría un porcentaje pequeño de los gastos militares. Y se podrían salvar millones de vidas anualmente.
(De la revista SOUTH)
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