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Huellas N., Marzo 1983

EDITORIAL

Una cultura para la vida

¡Cuántas veces aún no intentará el hombre organizar su vida al margen de Dios! Es la constante tentación de Prometeo, tan antigua y tan nueva; la tragedia del hombre cuando entiende que, para apropiar­se totalmente de su libertad, ha de distanciarse de Dios, organizar su vida como si Dios no existiera, o como si en la práctica no contara en absoluto. "Dice el necio en su corazón: No hay Dios". Las conse­cuencias de esta "necedad" son siempre trágicas para el hombre. Ahí está la historia para quien quiera verlas: el ocaso de las sucesivas civilizaciones coin­cide con el olvido de Dios en la conciencia de los pueblos.
Pero no escarmentamos. Parece como si una maldición hubiera condenado a sembrar la muerte a quienes paradójicamente sentimos la llamada irresisti­ble de la vida. Nadie que no estuviera en sus propios cabales se atrevería jamás a acabar con su propia vida, tampoco la de los seres queridos, que quisiéra­mos prolongar indefinidamente; y muchos son ciertamen­te los esfuerzos que el hombre dedica para su conserva­ción. Pero nos tememos que son mayores los que destina a programar la muerte, como si la aniquilación de los otros fuera a condición de la propia supervivencia. En definitiva, ¿cómo puede resultar extraño que quie­nes definen al hombre como un ser-para-la-muerte no pueden imaginar más una cultura para-la-muerte?
A más de uno podrá parecer exagerada tal afirmación.
Sin duda la ignorancia acerca de la situación del hombre permite mantenernos en la indiferencia y en la comodidad. Ojos que no ven, corazón que no siente", decimos. Pero ¿no son determinados optimismos (ciertamente no cristianos) el fruto de la ligereza y la cobardía? Sólo desde una visión lúcida de la realidad somos movidos a entregar la propia vida hasta el extremo.
Somos nosotros, cristianos, en el mismo cora­zón del mundo, quienes poseemos las fuentes mismas de la vida/Vida, con minúscula y con mayúscula, y tenemos la responsabilidad de abrirlas para todos los hombres. La presencia en el mundo de Cristo resucitado ha hecho brotar una cultura para la vida en la que ha, de quedar comprometidos -como el hombre y todos los hombres. Lo proclamamos en la pancarta de nuestra portada: "ACOGER Y PROMOVER SIEMPRE LA VIDA ES ES COMIENZO DE UNA NUEVA HUMANIDAD". Formamos parte de esa nueva humanidad que debe -justamente al contrario de lo que querría convencernos nuestro mundo- perder la vida por esta humanidad vieja por la que Jesucristo ha perdido la suya. Nuestra fe en Jesucristo vivo es la única esperanza para el mundo. ¿Qué hacemos con ella?

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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