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Huellas N.4, Junio 1985

CULTURA

El surrealismo

Almudena Puebla

«La poesía debe tener como objetivo la verdad práctica» (Lautreatmont)

Lo que Dadá, no había podido hacer por su misma naturaleza, lo intentó hacer el Surrealismo. Dadá hallaba su libertad en la práctica constante de la negación; el Surrealismo intenta dar a es­ta libertad el fundamento de una «doctrina». Es el paso de la ne­gación a la afirmación. Muchas de las posiciones dadaístas se mantienen en el Surrealismo, lo mismo que muchos de sus gestos, actitudes destructivas, el sentido general de su rebelión, sus méto­dos provocadores... Pero todo ello, adquiere una fisonomía dis­tinta.
Así, si el anarquismo puro del Dadaísmo apuntaba únicamente a la concepción de la libertad como rechazo de toda concepción moral y social, el Surrealismo se presenta como la propuesta de una solución que garantice al hombre una libertad positivamente realizable. Al rechazo total, espontáneo y primitivo de Dadá, el Surrealismo opone la búsqueda experimental y científica, apoyán­dose en la filosofía y la psicología. Es decir, opone al anarquismo puro un sistema de conocimiento.
La posición de Dadá, era provisional,- producida por la náusea de la guerra. Pero ahora, los temas habían cambiado, en parte, y la situación tendía a permanecer congelada. Los escándalos eran menos eficaces para mantener vivo el significado de la revuelta in­telectual contra la sociedad. Y, sin embargo, la fractura de la cri­sis continuaba abierta, y seguía generando disgusto.
Todo el esfuerzo de los surrealistas tendió a encontrar una me­diación entre la fractura realidad-fantasía, arte-sociedad, mundo exterior-interior... El elemento original de este movimiento reside precisamente en eso, en el empeño específico de encontrar una so­lución.
El problema de la libertad, pues, sigue siendo el fundamental del Surrealismo. La puesta que está en juego es más importante que el arte de hacer cuadros o de escribir versos: está en juego el destino del hombre, su fortuna o su ruina en la tierra. Esto es lo que el Surrealismo entiende y en dirección a esta verdad desnuda, inicia su acción.
Según los surrealistas, el problema de la libertad presenta dos facetas: la de la libertad individual y la de la libertad social, por tanto, también deberán ser dos las soluciones, si bien la libertad social, a la que se ha de llegar a través de la involución, es premisa indispensable para realizar la completa libertad del espíritu.
Dos hombres que en la aventura surrealista tendrán un peso de­terminante, presiden esta investigación: Marx y Freud. Marx, co­mo teórico de la libertad social; Freud, como teórico de la libertad individual.
El Surrealismo se debatía entre dos almas: la heredada de los más inquietos espíritus románticos y la que quería acoger el espíri­tu de la revolución socialista. Estas dos almas, que en el surrealis­mo mismo continúan siendo el reflejo de la situación histórica real de la fractura entre arte y vida, arte y sociedad, no llegarían nun­ca a alcanzar un punto de fusión.
La voluntad del Surrealismo de irrumpir en la historia y hasta en la política, para crear las condiciones de la libertad material y espiritual del hombre, es una voluntad moderna, la única volun­tad de volver a traer la cultura, más allá de la crisis, a un terreno creativo, distinto, donde la fractura quede colmada, no con la re­petición de una visión trasnochada, sino con la fuerza de una vi­sión nueva.
Es absolutamente imposible comprender el Surrealismo, sin te­ner presente este hecho.
«Transformar el mundo», dijo Marx.
«Cambiar la vida», dijo Rimbaud; para nosotros estas dos con­signas son una sola. Este es el pensamiento de los surrealistas.

EL AUTOMATISMO
A. Bretom, da una definición exacta del Surrealismo: «Surrea­lismo es automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito, o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.
Automatismo, es pues, la palabra clave de la poética surrealis­ta, lo que plantearía el problema de la expresión figurativa: la pin­tura y la escultura no ofrecen la misma posibilidad que la rápida transcripción automática de las palabras. De ahí, que la poética del automatismo, llevada al hecho plástico, llevó a los surrealistas al descubrimiento de una serie de procedimientos capaces de sus­traer al dominio de las facultades conscientes, la elaboración de la obra. Tales procedimientos, permitieron aplicar la definición del Surrealismo al dibujo, la pintura y también a la fotografía.
El artista surrealista, al dar vida a la imagen, viola las leyes del orden natural y social. Pero esto es, precisamente, su finalidad, ya que al acercar repentinamente, y por sorpresa, dos términos de la realidad, que parecen irreconciliables, y al negar así su disimilitud, provoca en quien observa el resultado de tal operación, un «schock» violentísimo, que pone en marcha su imaginación.
Lautréamont llegaría a dar una auténtica definición de la belle­za surrealista: «Bello, como el encuentro casual de una máquina de coser y un paraguas, en una mesa de operaciones». Escribe Ernst: «Una realidad cumplida, cuyo ingenuo destino, tiene el aire de haber sido dejado para siempre (el paraguas), al encontrar­se en presencia de otra realidad bastante distinta, y no menos ab­surda (la máquina de coser), en un lugar donde los dos deben de sentirse extraños (mesa de operaciones), escapará por ese mismo hecho a su destino ingenuo; pasará de su falso absoluto a través de un relativo a un absoluto nuevo, verdadero y poético: el para­guas y la máquina de coser, harán el amor».
El automatismo surrealista, se puede provocar de distintas ma­neras. Lo único que hay que encontrar, es el modo de «intensifi­car la irritabilidad de las facultades del espíritu».
El Surrealismo no puede encerrarse, sin embargo, en el ámbito de la copia del sueño, o de la irracionalidad. El Surrealismo, apar­te del descubrimiento de algunos «procedimientos» concretos, no ha definido ninguna sigla formal a la que los artistas tuvieran que atenerse. El Surrealismo se define como actitud del espíritu hacia la realidad y la vida, donde es el contenido lo que decide. Los me­dios expresivos que se investigaron, sólo pretendían ofrecer al poeta y al artista, la mayor posibilidad de exteriorizar la verdad interior, sin que nada lo modificara ni obstaculizara.
Ultimo de los movimientos de vanguardia, el Surrealismo ha­bría clarificado aun más el planteamiento del problema, pero los datos para resolverlo, habrían escapado de sus propias limitacio­nes. Las razones de la fuerza de persuasión que ejerció en los me­jores espíritus (Dalí, Miró, Magritte, Chiricco, ... ) desde su prime­ra aparición, residen en eso. Se enfrentaba con más violencia y ver­dad que ninguna otra tendencia, a la pregunta que con toda Euro­pa, se hacían los intelectuales: «¿Cómo salir de la angustia de la crisis?». La respuesta dada por el Surrealismo era rica en sugestio­nes y promesas. Un intento serio de respuesta. Un intento.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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