«La poesía debe tener como objetivo la verdad práctica» (Lautreatmont)
Lo que Dadá, no había podido hacer por su misma naturaleza, lo intentó hacer el Surrealismo. Dadá hallaba su libertad en la práctica constante de la negación; el Surrealismo intenta dar a esta libertad el fundamento de una «doctrina». Es el paso de la negación a la afirmación. Muchas de las posiciones dadaístas se mantienen en el Surrealismo, lo mismo que muchos de sus gestos, actitudes destructivas, el sentido general de su rebelión, sus métodos provocadores... Pero todo ello, adquiere una fisonomía distinta.
Así, si el anarquismo puro del Dadaísmo apuntaba únicamente a la concepción de la libertad como rechazo de toda concepción moral y social, el Surrealismo se presenta como la propuesta de una solución que garantice al hombre una libertad positivamente realizable. Al rechazo total, espontáneo y primitivo de Dadá, el Surrealismo opone la búsqueda experimental y científica, apoyándose en la filosofía y la psicología. Es decir, opone al anarquismo puro un sistema de conocimiento.
La posición de Dadá, era provisional,- producida por la náusea de la guerra. Pero ahora, los temas habían cambiado, en parte, y la situación tendía a permanecer congelada. Los escándalos eran menos eficaces para mantener vivo el significado de la revuelta intelectual contra la sociedad. Y, sin embargo, la fractura de la crisis continuaba abierta, y seguía generando disgusto.
Todo el esfuerzo de los surrealistas tendió a encontrar una mediación entre la fractura realidad-fantasía, arte-sociedad, mundo exterior-interior... El elemento original de este movimiento reside precisamente en eso, en el empeño específico de encontrar una solución.
El problema de la libertad, pues, sigue siendo el fundamental del Surrealismo. La puesta que está en juego es más importante que el arte de hacer cuadros o de escribir versos: está en juego el destino del hombre, su fortuna o su ruina en la tierra. Esto es lo que el Surrealismo entiende y en dirección a esta verdad desnuda, inicia su acción.
Según los surrealistas, el problema de la libertad presenta dos facetas: la de la libertad individual y la de la libertad social, por tanto, también deberán ser dos las soluciones, si bien la libertad social, a la que se ha de llegar a través de la involución, es premisa indispensable para realizar la completa libertad del espíritu.
Dos hombres que en la aventura surrealista tendrán un peso determinante, presiden esta investigación: Marx y Freud. Marx, como teórico de la libertad social; Freud, como teórico de la libertad individual.
El Surrealismo se debatía entre dos almas: la heredada de los más inquietos espíritus románticos y la que quería acoger el espíritu de la revolución socialista. Estas dos almas, que en el surrealismo mismo continúan siendo el reflejo de la situación histórica real de la fractura entre arte y vida, arte y sociedad, no llegarían nunca a alcanzar un punto de fusión.
La voluntad del Surrealismo de irrumpir en la historia y hasta en la política, para crear las condiciones de la libertad material y espiritual del hombre, es una voluntad moderna, la única voluntad de volver a traer la cultura, más allá de la crisis, a un terreno creativo, distinto, donde la fractura quede colmada, no con la repetición de una visión trasnochada, sino con la fuerza de una visión nueva.
Es absolutamente imposible comprender el Surrealismo, sin tener presente este hecho.
«Transformar el mundo», dijo Marx.
«Cambiar la vida», dijo Rimbaud; para nosotros estas dos consignas son una sola. Este es el pensamiento de los surrealistas.
EL AUTOMATISMO
A. Bretom, da una definición exacta del Surrealismo: «Surrealismo es automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito, o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.
Automatismo, es pues, la palabra clave de la poética surrealista, lo que plantearía el problema de la expresión figurativa: la pintura y la escultura no ofrecen la misma posibilidad que la rápida transcripción automática de las palabras. De ahí, que la poética del automatismo, llevada al hecho plástico, llevó a los surrealistas al descubrimiento de una serie de procedimientos capaces de sustraer al dominio de las facultades conscientes, la elaboración de la obra. Tales procedimientos, permitieron aplicar la definición del Surrealismo al dibujo, la pintura y también a la fotografía.
El artista surrealista, al dar vida a la imagen, viola las leyes del orden natural y social. Pero esto es, precisamente, su finalidad, ya que al acercar repentinamente, y por sorpresa, dos términos de la realidad, que parecen irreconciliables, y al negar así su disimilitud, provoca en quien observa el resultado de tal operación, un «schock» violentísimo, que pone en marcha su imaginación.
Lautréamont llegaría a dar una auténtica definición de la belleza surrealista: «Bello, como el encuentro casual de una máquina de coser y un paraguas, en una mesa de operaciones». Escribe Ernst: «Una realidad cumplida, cuyo ingenuo destino, tiene el aire de haber sido dejado para siempre (el paraguas), al encontrarse en presencia de otra realidad bastante distinta, y no menos absurda (la máquina de coser), en un lugar donde los dos deben de sentirse extraños (mesa de operaciones), escapará por ese mismo hecho a su destino ingenuo; pasará de su falso absoluto a través de un relativo a un absoluto nuevo, verdadero y poético: el paraguas y la máquina de coser, harán el amor».
El automatismo surrealista, se puede provocar de distintas maneras. Lo único que hay que encontrar, es el modo de «intensificar la irritabilidad de las facultades del espíritu».
El Surrealismo no puede encerrarse, sin embargo, en el ámbito de la copia del sueño, o de la irracionalidad. El Surrealismo, aparte del descubrimiento de algunos «procedimientos» concretos, no ha definido ninguna sigla formal a la que los artistas tuvieran que atenerse. El Surrealismo se define como actitud del espíritu hacia la realidad y la vida, donde es el contenido lo que decide. Los medios expresivos que se investigaron, sólo pretendían ofrecer al poeta y al artista, la mayor posibilidad de exteriorizar la verdad interior, sin que nada lo modificara ni obstaculizara.
Ultimo de los movimientos de vanguardia, el Surrealismo habría clarificado aun más el planteamiento del problema, pero los datos para resolverlo, habrían escapado de sus propias limitaciones. Las razones de la fuerza de persuasión que ejerció en los mejores espíritus (Dalí, Miró, Magritte, Chiricco, ... ) desde su primera aparición, residen en eso. Se enfrentaba con más violencia y verdad que ninguna otra tendencia, a la pregunta que con toda Europa, se hacían los intelectuales: «¿Cómo salir de la angustia de la crisis?». La respuesta dada por el Surrealismo era rica en sugestiones y promesas. Un intento serio de respuesta. Un intento.
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