En cinco o seis años nos habremos convertido en profesionales pero no nos haremos hombres. La Universidad no nos ayudará a ello. Y esta es sin duda la profunda carencia de la Universidad española que vivimos.
En ella recibiremos conocimientos, se nos impartirán enseñanzas inconexas encaminadas a crear profesionales, «expertos» en las distintas materias, pero no nos mostrará cómo usar aquello que aprendemos, qué tiene que ver todo eso con los intereses más auténticos y reales de nuestra vida.
Las primeras universidades, la Universidad medieval, fue creada con una intención radicalmente diferente. Allí se transmitía una cultura, un sistema de ideas, de convicciones, que permitían al hombre vivir desde certezas. En la enseñanza perfectamente trabada (teología, filosofía, arte, retórica, matemáticas, ... ) de la Universidad medieval la mente del estudiante se asentaba en una cultura que le daba un sentido y dirigía su existencia de un modo efectivo. Por el contrario la Universidad actual complica y aumenta extraordinariamente la enseñanza profesional pero desnuda todo ese cúmulo de conocimientos de la transmisión de una cultura.
Volver nuestros ojos a aquella Universidad medieval es un desafío y una provocación para la mentalidad dominante en nuestras aulas, pero lejos de ser una mirada reaccionaria es para nosotros una clave para trabajar por una transformación efectiva de la Universidad, de nuestra Universidad.
No se trata sin embargo de plantear la posibilidad (perfectamente lícita y deseable) de una Universidad católica, sino de buscar una propuesta para la Universidad pluralista en donde estudiamos. En efecto, para nosotros es una necesidad absoluta que en la Universidad se puedan llevar, discutir y vivir, distintas «hipótesis culturales».
El cambio de la Universidad no es sólo un problema de reformas estructurales; debe ser antes que nada un cambio de los hábitos y el quehacer universitario. Se necesita antes que nada valorar la experiencia significativa que la relación entre profesores y alumnos crea dentro de la Universidad. Así volverá a ser en primer lugar una escuela. Sin embargo esto no puede ser obra de la Universidad misma puesto que ésta es sólo una institución: son los hombres que en ella viven los que deben saber modelar la institución según las exigencias que ellos tienen.
¿Cómo trabajar para poner en marcha este cambio? ¿en qué sentido hemos de comprometernos para avanzar?. La intención del movimiento universitario de Nueva Tierra sería poner en acto una iniciativa, un movimiento que comience a construir, que transmita una «hipótesis cultural» de identidad precisa que entre en diálogo y se confronte con otras propuestas culturales. Un movimiento que sea capaz de generar iniciativas constantes cuyo origen es una experiencia de comunión cristiana. Esta experiencia está creando en nosotros una conciencia que integra todo aquello que se aprende, una mentalidad a partir de la cual surge el deseo de saber, de crecer, de construir.
La cultura que vivimos nos hace ver la Universidad como un lugar donde se vive y se comunica, donde se pone a prueba lo que de verdad somos, donde se busca la verdad y se siente la pasión de llegar al fondo de la realidad. Una «hipótesis cultural» que nos enseña que el estudio es para la verdad del hombre, para la mayor. dignidad del hombre.
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