Tenemos la oportunidad de disfrutar tranquilamente de la tarde de un sábado. De un sábado que, saliéndonos de lo común, queramos abandonar las prisas, las emociones, los tiros, los héroes... y nos apetezca ir al cine. Y a ver una película española. Una película española ¡cosa extraña! bonita, distinta, cargada de poesía interior. Una película minuciosa, densa, muy densa... y nostálgica. Pero real. La fuerza de "El Sur" no está en la distracción ni en la acción, ni en la belleza de sus protagonistas o de su situación (para eso tenemos miles de películas en la cartelera y en la televisión); está en su expresividad, en ese proceso interior que nos extraña y nos hace; gustar despacio situaciones propias. Victor Erice, autor y director de "El Sur", vuelve a desarrollar el núcleo de una familia concreta, como ya hiciera 10 años atrás en "El espíritu de la colmena", y la dota de todos esos elementos incitadores de las situaciones que busca. Se desenvuelve en un medio rural (saliéndose también aquí de la norma común) y nos presenta uno de esos casos tan corrientes, y tan mal tratados en libros y películas al uso, de ansiedad infantil ante un pasado. Pasado para nosotros, los que no vi vimos la guerra, quizá algo tópico ya: un hombre que deja su casa y amigos por motivos políticos y de convivencia ideológica. Pero no es un hombre cualquiera: es un ser interior que se tambalea entre la medicina y la magia. Es médico, zahorí y padre. Pero es, fundamentalmente, un rostro, una mirada interior, entre mortecina y desalumbrada. Y así la película recorre ese drama interior de su pequeña y única Estrella, que inicia ese proceso de identificación. Casi detectivesco: cartas, lugares, postales... Pero desde su soledad infantil en un mundo de mayores. Por eso, la situación real que se establece entre los pocos personajes que forman ese mundo, es una situación llena de silencios. Silencios que nos evocan un estadio interior de amor y recelos, de cariño y lucha, en el que lo que más vale es el gesto, la complicidad de una intención, el frío ambiente que respiran en común, las sombras que comparten. Todo unido por sus susceptibilidades. Y guiados por esa voz en "off" que recorre el relato de una manera poética y cariñosa, que contrasta con los diálogos duros, sosos, triviales de las gentes que rodean el hilo conductor. Pero tenía que ser así. El padre no ha sido capaz de insertarse ni en el espíritu del norte ni en la convivencia familiar. Porque el otro presupuesto de Erice es esa evocación del "Sur". Lugar pleno de horizontes y aspiraciones. Lugar mitificado, donde la luz y el sol dan sentido al vivir. Y toda esa amalgama de relaciones que supone esta familia, ha sido "lanzada del Sur". Están intentando vivir lejos del "Sur".
La producción de Elias Qµerejeta logra una ambientación fiel, que reconocemos como nuestra, unos gestos y un clima que nos hacen vivir el tiempo evocado. Didácticos son los rituales familiares de los años 50, que permanecen por encima de la excéntrica personalidad del cabeza de familia. Utiliza la música popular y emplea una banda sonora envolvente, demostrando el cariño que ha puesto en esta obra, que desde luego no está hecha para conseguir dinero ni "record" en las taquillas.
Pero tenernos que poder gustar de vez en cuando de estas obras escondidas tras el estrépito de las propagandas de las superproducciones. El rigor costumbrista (que a veces nos hace sonreír, pero que admitimos como nuestro pasado) hace de ésta una película expresiva y visual. Parece que la película está incompleta y Querejeta juega con la posibilidad (o la necesidad) de una continuación. De todas formas se me antoja que esta historia inacabada tiene más visos de realidad (pese al extremismo oscurantista del protagonista) que no esos seriales en los que el final (creíble o no) eclipsa los valores de todo el desarrollo. Descubramos también nosotros el sur, y no hagamos de las películas completas, películas para minorías.
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