Hay quienes piensan que eso de cantar en las celebraciones litúrgicas es un invento reciente fruto de la obstinación de unos cuantos curas y laicos melómanos. A todos ellos y a los que desprecian la música oficial de la Iglesia, el canto gregoriano, les dedico estas líneas.
Cuando los Apóstoles se lanzaron a predicar el Evangelio por todos los confines de la tierra hacían a menudo lo siguiente: llegaban a una ciudad, preguntaban por la sinagoga mas cercana y se ponían a predicar "La Palabra". Allí exponían la nueva doctrina, discutían y a la salida bautizaban. Cuando llegaba el Sábado, después de la caída del sol, los cristianos se reunían en el salón de alguna casa particular en la que rezaban dirigidos por un presidente de Asamblea y leían las Escrituras y cartas de otros cristianos (las famosas Epístolas). Luego las comentaban, se intercalaban cánticos conocidos por todos y tras una oración mas solemne se procedía a la consagración y distribución del pan y del vino, comulgando el Cuerpo y la sangre de Cristo. Pues bien, es precisamente este contacto con las sinagogas locales el posible origen del canto dentro de la Iglesia. Muchas de las melodías cantadas a Jehová debieron incorporarse a la liturgia cristiana, así como las de algunas canciones paganas populares de diversas regiones y una prueba de la existencia de estos cánticos en los primeros siglos de la Iglesia son las afirmaciones del obispo Nicetas (s. IV) :
"El que no pueda igualarse con los demás hará mejor si se calla o salmodia en voz baja, en lugar de cubrir la Asamblea con sus chillidos". El establecimiento de monjes griegos en toda Europa contribuyó a la difusión de la música litúrgica por los conventos y abadías de Occidente.
Como se puede ver con lo dicho hasta ahora, los cristianos cantan desde que son cristianos. Ahora bien, fue en el s. VII cuando un papa genial, S. Gregario Magno, decidió recopilar la música existente en las iglesias y fundar una Schola cantorum en Roma. Desde este momento se puede hablar de una música oficial de la Iglesia romana: el gregoriano (el lector, si es audaz, puede deducir fácilmente el origen de este nombre). Se sabe que compuso nuevas piezas y escribió un Antifonario. Recogió muchos cantos que posiblemente proviniesen de los primeros años de la Iglesia y que se transmitieron oralmente durante siglos. Las características fundamentales del gregoriano son: no hay medida, es puramente vocal (no instrumental), es melódico (monódico) , posee intervalos fáciles y es diatónico (no admite cromatismos). Se componía para voces masculinas ya que únicamente los hombres tenían derecho a cantar en la iglesia (mulieres in eclesia taceant). En ésto se ha evolucionado.
Pío X declaró el canto gregoriano como supremo modelo de la música religiosa ya que posee las tres cualidades que debe reunir para ser religioso: ser santo, ser formalmente bueno y ser universal. Es santo pues la mayoría de sus piezas las compusieron hombres santos, como fueron los primeros discípulos y numerosos monjes. Musicalmente posee gran valor ya que se ajusta a normas estrictas sin faltarle por ello inspiración. Y es universal en el sentido de que todos los fieles de cualquier tiempo y país pueden expresar con él sus sentimientos religiosos. Una vez oficializado el gregoriano todo va bien hasta el s. XII. En esta época la polifonía alcanza su apogeo y eso de cantar a una sola voz se considera monótono y pobre. Los monjes están emocionados con eso de armonizar melodías y se inicia una decadencia del gregoriano que se prolonga hasta el s. XIX, en que se decide restaurar de nuevo. La Iglesia se da cuenta de su valor. La labor más importante se desarrolló en la abadía de Solesmes. Gracias al trabajo allí desarrollado se le dio un impulso que dura hasta nuestros días y muchos Papas han apoyado estas tareas de restauración. Los estudiosos de esta música van sacando poco a poco conclusiones muy interesantes, aunque no acaban de ponerse de acuerdo. Se ha discutido mucho, por ejemplo, acerca del ritmo. Las dos teorías fundamentales son la que niega la existencia de un ritmo estricto sobre el impuesto por la propia acentuación del texto cantado y la que sostiene la existencia de un ritmo rígido con algún margen de libertad en la interpretación.
Actualmente, el gregoriano se utiliza en la mayoría de las órdenes religiosas. ¿Por qué? La concentración en la oración vocal es difícil, sobre todo cuando es frecuente. ¿Quién no se ha dormido alguna vez rezando el rosario? Pues bien, al cantar melodías simples respirando correctamente es más fácil llenar de sentido las palabras y pensar en lo que se está diciendo. Por otra parte, el canto embellece los ritos litúrgicos y la belleza contribuye a percibir lo sagrado.
El gregoriano es un signo sensible de la unidad de la Iglesia. En un encuentro entre cristianos de distintos países, grupos, etc., al cantar juntos para rezar se invita a reflexionar en un hecho: todos buscamos lo mismo. Y creo que es emocionante tener la conciencia de que algunas de esas melodías que cantamos fueron cantadas hace ya casi 2.000 años por los primeros seguidores del Evangelio, muchos de ellos mártires.
El artículo se acaba y no se ha dicho nada sobre la notación, la interpretación o las formas gregorianas. Es evidente que para recuperarlo hay que estudiarlo a fondo pero con estas líneas únicamente se invita a dar un paso previo: descubrir cómo está vinculado al nacimiento del cristianismo y reflexionar sobre sus valores. Únicamente se podrá hablar de una recuperación del canto gregoriano el día en que se vuelva a convertir en un canto llano, como lo fue en sus orígenes.
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